Se moría de envidia

¿Cómo lo hacía?. Todos los días no se podía fingir así que, algo de verdad habría en esa apariencia. Daba igual lunes que viernes; siempre parecía satisfecha con su vida.
Esa chica no paraba y sus cuatro hijos la volvían loca. La tarde anterior la vio con su marido; parecía que discutían mientras el pequeño saltaba como un loco encima del banco del parque. Daba la sensación de que su día a día era una maratón lleno de sinsabores pero ella, sonreía.
Y yo, con esta cara de rancia todos los días…
Qué envidia! ¿Cómo lo hará?

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¿Como podía ser que ante vidas similares una tuviese la sonrisa en la boca y la otra pareciese  que se hubiera comido un limón?

Se cruzaron en la fila del supermercado y se miraron.

Curiosamente, ambas sonrieron cuando se encontraron en el espejo.