Finge hasta que lo seas

Aristóteles lo tenía muy claro: » Somos lo que hacemos  repetidamente. La excelencia entonces no es un acto sino un hábito».  Esta cita siempre me ha ayudado en momentos clave. Cuando me he equivocado o fracasado en algún intento, cuando no he optado por la mejor alternativa, cuando no he tratado a los demás como necesitaban, cuando he pensado en lo que no me servía…  En todos esos momentos he procurado recordar que me puedo equivocar y que no por ello voy a ser el «error viviente» y que los demás se pueden equivocar o errar y no por ello van a ser «malas personas».

Entonces, ¿Dónde está el límite?. Para mí hay dos límites especialmente importantes: La repetición  y la intención.  Es aquí donde la cita de Aristóteles vuelve a coger protagonismo. Cuando alguien, sea quien sea, comete un error no significa que sea «mala persona» o una fracasada de la misma manera que cuando alguien tiene un acierto u obra adecuadamente no significa que sea una persona excelente o «buena persona».

Un hecho nos nos define; una repetición de hechos puede hacerlo.  Y lo hará en el caso de que hay una intención concreta  detrás. ¿Cómo detectar la intencionalidad? Una buen pista sobre la intencionalidad del acto puede ser el perdón; éste aparece para salvar cualquier duda de intención, para reparar daño o para enmendar errores.

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Un buena forma de conseguir nuestros objetivos es a través de la repetición. Insistir incluso cuando no se haga  lo bien que se desea hace que en algún momento las repeticiones se conviertan en hábitos y éstos en mejoras u objetivos cumplidos. Esto es aplicable a las mejores intenciones pero también a las no tan buenas…Tú eliges.

Por ejemplo, imagina que yo quiero aparentar que soy deportista y todas las mañanas (con poca gana pero con la intención clara de aparentar) me pongo la ropa de deporte y me corro por el barrio para que todo el vecindario sea testigo de que soy una super deportista. Y eso, día tras día durante un año (por ejemplo). Al cabo de este tiempo, ¿Me habré convertido en una deportista de verdad?. Es posible que lo haya interiorizado hasta tal punto que el salir a correr ya no sea tanto postureo y más necesidad o afición.  Estudios científicos avalan esta teoría.

Desde este punto de vista; ¿Crees que si una persona finge durante mucho tiempo tener buenas intenciones con otra (y obra como si las tuviera de verdad  )acaba siendo una persona bienintencionada? Me interesa tu opinión.

Buena semana.

Ana.