Como cualquier día de fiesta todo parecía bonito. Estaba muy guapo; su bisabuela lo había peinado y, como casi siempre, llevaba su mejor sonrisa y picardía. Quiso dar una vuelta en bici; el mayor susto que me he dado en mi vida.
Mi niño no frenó y se dio contra un muro golpeándose la cabeza. A partir de ahí, una explosión de emociones que aún resuenan dentro de mi. Miedo, mucho miedo a las repercusiones de ese golpe, a verlo sufrir. La más profunda e intensa tristeza por verlo en la UCI, por no poder aliviarle todo lo que hubiera querido, por no haber sido yo la que hubiese sufrido el golpe. Asco, sí asco o mejor dicho, rechazo hacia hacia ese olor que aún perdura; olor a herida, a sangre, a golpe. La ira apenas apareció; en mi interior no busqué culpables ni reproches. ¡ Cuánto peso de encima me quité al no sentir enfado contra nada ni contra nadie!. Así supe que todo mi trabajo interior estaba dando sus frutos.
La sorpresa rondó casi todos los momento del recuerdo: sorpresa por lo sucedido, sorpresa por la rápida recuperación y sorpresa ante mi propia reacción.
Alegría, mucha alegría al ver su espíritu de superación, al escuchar qué quería comer o andar en bici.
Pero, como tantas veces hemos hablado, la emoción que me ha invadido y me invade es el amor. Amor hacia mi hijo; nada hay comparable al amor de madre, así lo siento yo.
Amor hacia mi marido y hacia toda mi gente. Amor y gratitud hacia todos profesionales sanitarios que le han atendido y amor hacia mi pequeño de seis meses que esperaba con resignación mi vuelta del hospital.Y, en mitad de todo esto, mucha tristeza por quienes sufrían y padecían el atentado de Barcelona.
Hace una semana de todo esto y Jon quiere jugar, saltar y andar en bici. Eso sí, siempre con casco.
Si se quiere vivir hay que aceptar las reglas del juego (aún cuando no conozcamos algunas de ellas) y aceptar lo venga. No hay nada ni seguro ni asegurado y sí, somos tan frágiles como resistentes y fuertes. Cada segundo de vida es un regalo que hay que respirar y disfrutar.
Sólo así, la vida se celebra con vida.