Son varias las ocasiones en la que últimamente oigo esta expresión. Llevamos muchos años oyendo que una, dos o quién sabe cuántas ostias a tiempo hubieran solucionado muchos de nuestros problemas.
La educación de los niños no es una excepción para quienes ven en las ostias bendiciones. Puedo estar de acuerdo en que faltan límites y sobra atención mal entendida; puedo asumir que los padres en muchas ocasiones no somos determinantes ni actuamos de la forma más eficaz y puedo aceptar que hay hij@s sin rumbo en lo que a normas y valores se refiere. Todo eso y mucho más podríamos consensuar si estas personas están dispuestas a sentarse ante un café y en mitad de un jolgorio y movimiento propio de niños SANOS.
A los que creen que a los padres nos faltan ostias por dar o por recibir les pregunto: Según vuestro entender, ¿cuántas ostias les faltan por recibir a los adultos que critican sin saber o a los que no saben escuchar o a los que se caen y rompen algo o a los que infringen las normas de tráfico o a los que se cuelan o a los que gritan en los bares o los que fuman delante de niños o a los que dicen «palabrotas» o a los que no acatan las normas…
¡Nos quedamos sin ostias señor@s! Y es probable que algunas de ellas tengan sus nombres y apellidos.
Dejémonos de ostias que ya sabemos a lo que nos llevan. Menos ostias hacia fuera y más atención hacia dentro. Menos miedo y más amor. Bastante difícil es gestionar un cerebro e instintos primitivos como para que te vengan a encender la mecha. Que somos muchos los padres que nos esforzamos para poner límites desde el amor y controlar nuestras ganas de enfadarnos y gritar; que nos es fácil gestionar las emociones y no «pagar» con nuestros hij@s los contratiempos del día a día; que queremos hacerlo cada vez mejor y alejarnos de aquello que sabemos que sólo genera miedo, represión y evitación.
Que no funciona!!!! Entérense que no funciona! Si no, mírense.