Cómo nos gusta saber. Como si de comida o bebida se tratase, todos los días ingerimos grandes cantidades de información. ¿Empachad@s?. No lo sé, pero parece que nunca es suficiente. Cada persona está más interesada en unos asuntos que en otros pero en mayor o menor medida queremos saber de los demás y de cuánto acontece en la vida de nuestra comunidad más o menos cercana. Característica del ser humano.
No seré yo quien juzgue esa avidez por saber porque sería incoherente con mi propia naturaleza pero sí me gustaría preguntarte, ¿Cuánto sabes de ti?, ¿Qué sabes que nadie más sepa sobre ti?, ¿Cuáles son tus fortalezas y cuáles tus debilidades?. Me encanta preguntar; las preguntas nunca se acaban y abren nuevas perspectivas. Y no sólo me gusta preguntar a los demás sino a mí misma.
No se trata de preguntar por preguntar, ni mucho menos por agobiar. Las preguntas han de digerirse poco a poco para dar pie a la escucha. Lo que más nos cuesta, escuchar. Porque quien mejor pregunte será quien mejor escuche.
Cada vez el encuentro más atractiva a la escucha; me da información, paz y me ayuda a empatizar hasta con el mismísimo diablo. Después de todo, creo que todos somos un poco de todo.
Y ¿Qué me dices del silencio?. Gran respuesta el silencio. No nos han enseñado ni a convivir ni a interpretar al silencio y por eso en muchas ocasiones sentimos que nos intimida u ofende. Como ocurre con otros aspectos, lo aprendemos a valorar cuando no lo tenemos.
Y, volviendo al tema de engullir información me gustaría preguntarte si sabes cómo te afecta tener una u otra información. Como no lo vemos, nos cuesta tomar conciencia de ello. Me encantaría que todos tuviésemos un pequeños escáner instalado en nuestro cuerpo y pudiésemos ver cómo nos afectan física y emocionalmente informaciones cargadas de odio, informaciones cargadas de esperanza, mentiras, informaciones que generan miedo, buenas noticias, pensamientos constructivos, pensamientos destructivos…
Si lo viésemos, ay! si lo viésemos…Es probable que aprenderíamos a filtrar informaciones y pensamientos propios y no hablaríamos por hablar.
Pero, como no lo vemos, seguimos instalados en la ignorancia ciega del que intuye pero no sabe o no quiere saber.