Poco a poco vamos reflexionando sobre las emociones básicas y hoy, cual mariposa, nos volvemos a posar sobre el miedo. Muchas veces he pensado que el miedo es la emoción que «mueve el mundo» y sigo teniendo esa percepción. Tiene la capacidad de mostrarse sin maquillajes ni miramientos; una película de miedo o una situación de peligro real e inminente pueden ser ejemplo de ello. Por otro lado, es una emoción tan versátil que sabe disfrazarse y armarse de sutileza para que, a primera vista, no sepamos que es ella quien actúa por nosotros; dejar de hacer o decir algo por miedo a reacciones, mantener aparcados proyectos y conversaciones porque no sabemos qué puede pasar o qué consecuencias puede tener, atacar antes de ser atacados, seguir con la misma vida porque al final, «más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer», etc. Ay madre cuándo daño ha hecho esta expresión!!!!
Más allá de pequeños hábitos vinculados a la rutina diaria no me considero una persona miedosa o, pensándolo bien, sí lo soy. Creo que tengo miedo, mucho miedo a no vivir la vida como siento y quiero. Creo que para mí sería un verdadero fracaso acabar mis días con la sensación de haber pasado por este sendero con el mero objetivo de existir. Sería capaz de hacer un pacto con el diablo, o quien tenga potestades, si me diera otra oportunidad jejeje.
Para ir eliminando pactos poco atractivos hace años que me dispuse a vivir y a transformar ese miedo en impulso. Suena bonito y un tanto utópico, lo sé, pero bueno, cada un@ tenemos derecho a fantasear y buscar lo que queramos.
La cuestión es que el tema se complica, la maternidad es un verdadera tabla de ejercicios ante el miedo; ya no sólo estás tú, de hecho tengo dos hijos y en camino viene la tercera. Por si se te ha pasado por la cabeza; ni estoy loca, ni pertenezco a ninguna corriente, ni tengo mucho dinero, ni na de na. Simplemente voy a ser mamá de familia numerosa y aunque jamás lo hubiera imaginado ahora no lo concibo de otra manera. Ya te he dicho que quiero vivir a mi manera y ésta es mi fórmula: Mamá familia numerosa+autónoma+rebelde por naturaleza. Eso sí, mis hijos son gran parte de mi impulso y mi trabajo me encanta; además, cuento con la complicidad del mejor compañero de vida.
Y, volviendo al tema del miedo supongo que entenderás que, en parte, se multiplique; de vez en cuando aparece el miedo a no abarcar todo como creo que debería, miedo a no ser la madre que me gustaría, miedo a no estar a la altura profesionalmente (de la otra, me conformo con el 1.59 cm), miedo a… Soy muy consciente de que el miedo, bien llevado y trabajado, lejos de bloquearnos o paralizarnos nos aporta prudencia y nos protege. Por eso, cada día me llevo mejor con él; ya nos vamos conociendo y sé cuándo quiere chivarme algo interesante, cuando quiere volverme loca, cuando quiere protegerme o cuando, simplemente, busca recordarme algunos aspectos que mi mente olvidadiza no recuerda. De cualquier manera, él hace su trabajo y el mío es saber que está ahí, agradecerle todo lo que hace por mí y pararle los pies si creo que se extralimita en sus funciones. De alguna manera, también hemos de ejercer como madres y padres con el miedo; si le dejamos, si no le educamos y le malcriamos él hace con nosotros lo que quiere.