Otro día más de cuarentena. No es fácil. Hay momentos en los que se pierde la noción del tiempo. Niko anda despistado. Ayer a mediodía (14:00 h) me dice: «Amatxu, dame bibe». Le contesto sorprendida que no es la hora del biberón y le pregunto si quiere yogures (en plural porque los come de dos en dos) y me dice que ya los ha comido. Entre risas le digo que no, que no los ha comido…Al cabo de un cuarto de hora me pregunta: «Amatxu, ¿hemos dormido hoy?».
La cuestión es que poco a poco vamos avanzando. Aunque estemos sumidos en el miedo o la frustración no tengáis la menor duda de que cada día en casa es un paso hacia la victoria. Continuamente me viene a la cabeza la duda de cómo lo estarán pasando el resto de las familias; cada una tenemos nuestras peculiaridades y circunstancias.
Cada día hablamos con la familia; especialmente con los abuelos. Me genera mucha ternura ver cómo tanto mis padres como mis suegros se emocionan por la distancia que han de mantener con sus nietos. Mis hijos se están criando con contacto directo con todos sus abuelos y esta distancia les resulta extraña y dura. Todos los días me dicen que quieren ir con ellos. De hecho, cada vez que salimos a aplaudir al balcón, Niko (3 años) va aplaudiendo mientras dice «Por mis vecinos, por mis abuelos y por Jose y Elena».
Cada persona vivimos este confinamiento de forma diferente. Más allá de las condiciones externas como son el lugar donde residamos, los espacios que tengamos, etc, existe un condicionante clave en este proceso y es cómo lo llevamos internamente. Muchos de vosotros me escribís contándome todo el batiburrillo de emociones que tenéis y la verdad es que el día para tener muchas y muy diferentes emociones (con intensidad, duración y frecuencia variable).
Es buen momento para recordar que nuestro cerebro es el mejor economista que existe y que, ante situaciones que interpreta como desfavorables (como puede ser esta), suele cerrarse en banda y evita hacer desgaste de energía. Por tanto, es común que ante esta situación se produzca la paradoja de que aún teniendo más tiempo que de costumbre, hagamos menos cosas que en una jornada «normal». El cerebro manda mensaje al cuerpo de que baje y guarde energía por lo que pueda pasar y ahí vienen emociones como la apatía, el aburrimiento o la desgana. No dejéis sólo a vuestro cerebro en este caso porque sigue siendo un tanto reptilíneo y se equivoca en las interpretaciones o valoraciones que hace.
Esta situación es compleja y mucho, pero no es una situación que el cerebro haya de valorar de peligro absoluto por lo que dejemos de guardar energía y aprendamos a dosificarla. ¿Para qué? Para no seguir alimentando estados de apatía, desesperanza y tristeza. Salgamos de esta espiral y pongámonos pequeños retos diarios cuyo cumplimiento nos motive y nos haga sentir autoeficaces. Pueden ser retos pequeñitos, creativos, divertidos, etc. que nos ayuden a superarnos, a hacer cosas pendientes, a dedicarnos a nosotros mismos, a dedicarnos a los demás, etc. Eso sí, han de ser objetivos realistas, positivos y que nos motive hacer. ¿Se te viene algo a la cabeza?. Yo, estoy poniéndome un objetivo diario de lo más variado; desde limpiar el armario de los zapatos, leer algo en inglés, investigar sobre alguna herramienta online, estudiar contenidos de mis formaciones, hacer sentadillas…
Imagina cómo te puede sentir una vez que todo esto ha pasado y echas la vista atrás y te das cuenta de que has «desperdiciado» esta ocasión y estos días porque te los has pasado quejándote, dejándote llevar por la pereza o la ira o la tristeza…Ahora, imagina cómo te puedes sentir al recordar que has aprovechado el tiempo para hacer lo que querías hacer (descansar, retomar temas pendientes, aprender algo nuevo, charlar con la familia, replantearte cosas de tu vida…). Tú eliges porque sigues siendo libre.
Intercalar estos objetivos con la vida profesional y personal ayuda a sentirse mejor y a gestionar mejor el tiempo. Porque ya sabes que «en agua estancada solo crecen sabandijas». Y cuando todo esto acabe no necesitamos más sabandijas (que ya tenemos) sino personas resilientes que saben ver en el cambio un aliado para mejorar.
Después de todo esto nada será igual. Quien esté pensando en que la vida continuará igual se equivoca y mucho. Tanto en la vida personal como en la vida profesional habrá cambios (más o menos perceptibles o sutiles) pero serán cambios masivos que cambiarán nuestra realidad. Ayer una amiga me decía, muy acertadamente desde mi punto de vista, que hemos de aprender a convivir y ser felices en la incertidumbre. Este momento es un ejemplo de los variable, vulnerable y cambiante que es nuestro mundo; planificar está muy bien pero sólo para poder sobrellevar los cambios de manera más organizada. Somos seres de cambio y el mundo social, laboral y económico ahora lo son más que nunca.
CAMBIO= Capacidad de adaptación al medio vida. ¿Estamos preparados?
Hoy puede ser el mejor momento para que le demos una vuelta a la siguiente pregunta:
¿En qué soy bueno/a gestionando el cambio?. Recuérdate a ti mism@ cuáles son tus bazas para ganar esta partida.
Ánimo a todos y aplaudamos a la vida y a las personas que son parte de la solución y no del problema. A los que se han querido ir de puente cacerolada al canto.