Si nos portamos bien, los días de confinamiento irán perdiendo protagonismo en favor de un nuevo escenario: el desconfinamiento. Parece fácil volver a salir pero no lo es. Por lo menos, para mí no ha sido una experiencia ni fácil ni maravillosa.
Después de casi 50 días de confinamiento, me dispuse a salir con mis tres regalos. Me las prometía felices y, a ratos, así fue. Pero sólo a ratitos muy cortos porque su necesidad de correr y jugar y mis «nervios» por respetar las normas y evitar contactos con todo aquello que no fuera el aire acabó por generarnos más estrés que relajación. ¿Cómo percibiría mi hijo mayor la situación para proponer la vuelta a casa ante de tiempo?. Y es que, por echar balones fuera, un gusano (entre otros) tuvo la culpa. ¿Cómo decirle a Niko que no se acerque a ver el gusano que tanto le llamó la atención?, ¿Cómo evitar que se apoye en un banco para acercarse más?. Se puede, lo sé. Pero sólo si los llevo atados a la silla de Malen. Parece ser que el día anterior la salida había sido más relajada.
Soy yo, no son ellos. He de aprender a gestionar lo mejor posible esta situación. El desconfinamiento no es fácil. A unos más que a otros pero a todos sin excepción se nos plantea del reto de ejercitar la responsabilidad y la gestión emocional . Habrá que entrenar.
Y, esta experiencia hizo que me acordara de la la famosa espada de Damocles.
La espada de Damocles es una frase popular que debemos a un historiador griego y que hasta hoy se utiliza para referirse a un peligro inminente, aludiendo a una espada que pende sobre nuestra cabeza y que en cualquier momento caerá sobre nosotros.
La historia cuenta que Damocles era un miembro de la corte del rey Dionisio «El Viejo», un sanguinario tirano de Siracusa del siglo IV a.C. Como cortesano, Damocles era un constante adulador que se pasaba sus días envidiando los lujos y comodidades del rey.
La repetidas adulaciones envidiosas llegaron a los oídos del soberano y planeó una estrategia como escarmiento para Damocles. Le ofreció intercambiar los roles por una noche para que pudiera experimentar personalmente los placeres que tanto envidiaba. Se organizó un gran banquete para Damocles, que ocupó el lugar del rey y gozó de todos los lujos y privilegios de su título temporal.
Todo estaba bien hasta que Damocles miró hacia arriba y advirtió una afilada espada que pendía sobre su cabeza, atada por un único pelo de crin de caballo. De repente, se le quitó no sólo el apetito, sino que los nervios lo obligaron a rechazar el sueño de ser rey con sólo ver la espada amenazante. Le pidió al rey abandonar su puesto, alegando que ya no quería seguir siendo tan afortunado.
Por esta historia se menciona la espada de Damocles cuando se quiere referir a una amenaza constante que puede llevar inesperada y repentinamente a un trágico desenlace; una excelente metáfora de los inminentes peligros y el precio que se paga por un gran poder.
(Texto recogido de la página www.sobregrecia.com)
Todo tenemos nuestras espadas de Damocles: más o menos reales, tenemos en mente circunstancias que pueden acontecer en cualquier momento en nuestra vida. Espadas que tal y como las tenemos idealizadas son portadoras de los peores escenarios.
Hay Espadas tan reales como la vida misma. Nacen de la propia existencia y de los roles y posiciones sociales. Quien tiene poder, también tiene responsabilidad y quien tiene responsabilidad también convive con riesgos y amenazas proporcionales. Es lo que es. Y, cuando hablo de poder no me refiero exclusivamente a las altas esferas. Todos tenemos poder sobre algo o sobre alguien. Hay personas que ejercen tal nivel de influencia sobre nosotros que se acaba convirtiendo en poder. ¿Somos conscientes de ello?.
Hay Espadas imaginarias; en la mente parecen de carne y hueso pero en la realidad sólo nos películas mentales. La ansiedad tiene mucho que ver con este tipo de espadas. ¿Cuántas espadas imaginarias has colgado encima de tu cabeza?. El miedo, la incertidumbre o la inseguridad son portadoras no de una o de dos espadas sino de una espadería entera.
Hay Espadas distorsionadas: son reales pero están tan manipuladas que poco tienen que ver con su origen. Consciente o inconscientemente hemos creado otra realidad que sostiene espadas inútiles, improcedentes e innecesarias.
Las Espadas de Damocles no son ni buenas ni malas; el reto está en saber convivir con ellas. Nos ayudan a tomar decisiones y mantener la consciencia.
En estos tiempo de tanta espada en alto deberíamos hacer recuento y revisar porque a veces » ni son todas las que están ni están todas las que son» ¿Te sobra alguna? , ¿Te falta alguna?.