Y dice La Pelaya: Si lo crees, así es.

En casa hay un patinete azul (regalo de Reyes) y dos patinetes rosas (heredados de amistades).

«Yo no quiero ese patinete porque es rosa». De acuerdo, pues no lo saques. Eso, el primer día.

Segundo día. «Los dos hermanos queremos sacar patinete pero no queremos el rosa porque es de chicas». De acuerdo, no lo saqueis. Una pena, porque el rosa es el más rápido.

Ah! ¡pues yo lo quiero! (dijo el pequeño). Todo estupendo; cada hermano sacó un patinete.

Al rato de haber salido el mayor también cogía el patinete rosa. Debe de ser que se le habían quitado las verguenzas al ver que por la calle nadie les miraba raro ni se reía. Bueno, más que las verguenzas, había abandonado la creencia. Una creencia LIMITANTE.

Pues cosas así nos pasan a los mayores. Lo que sucede es que estas creencias no sólo nos afectan en temas baladí como el color de una camiseta, un patinete o la compra de un producto básico. Las creencias influyen en cómo nos vemos a nosotros mismos, cómo vemos a los demás y al mundo en general.

«La gente va a lo suyo».

«No soy capaz de…».

«Las cosas son como son y no se pueden cambiar».

«La gente no cambia»

«El dinero corrompe a la gente».

«Está parado porque quiere».

«Tiene un buen trabajo porque está enchufado».

«Si le ha pasado eso, algo habrá hecho para merecerlo».

Esta es una pequeña representación de creencias que cualquier persona puede tener. Ten muy en cuenta que son creencias, NO VERDADES ABSOLUTAS. Te lo digo porque acostumbramos a tratarlas como verdades absolutas universales que condicionan nuestra forma de vernos, ver a los demás y actuar. Claro, como puedes suponer, los resultados no suelen defraudar; son coherentes con las creencias. Tiene su lógica; si creo que no valgo y le doy a esa creencia condición de ley no me esforzaré ni haré nada para mejorar. Resultado; todo igual o peor. Creencia reforzada. Pescadilla que se muerde la cola.

La clave está en ser conscientes de que hablamos de creencias y no de verdades.

La llave está en identificar si éstas creencias son limitantes o potenciadoras. Es decir, si nos acercan más al problema o a la solución o mejora. Aquí el concepto de UTILIDAD nos puede ayudar mucho.

¿Me es útil pensar eso? Si la respuesta honesta es sí pues adelante con la creencia. Si la respuesta es no, elige si quieres mantener esa creencia y cambiarla por otra más útil que te ayude a mejorar.

Revisa tus creencias; escucha lo que piensas y dices.

Que tengas un buen día.