Estrenamos semana así que mucho ánimo y por ella!
Siempre lo he sabido aunque he de reconocer que hay momentos en los que me resulta muy complicado. ¿Cómo hacerlo?, ¿Cómo equilibrar valores vitales con este sistema en el que vivimos?.
Desde dentro, desde lo más profundo de nuestra cabeza y corazón nacen susurros que nos nos dicen que no debemos permitir esto o lo otro, que no es justo y que no es lo que queremos para nosotros ni para nuestro entorno.
Hay veces que les hacemos caso porque hacemos del querer poder. Y nos sentimos muy bien.
Otras veces, hacemos como que no pasa nada, nos tapamos los oídos y tiramos cuál autómatas. Es entonces cuando estos susurros internos se convierten en gritos que se manifiestan externamente como malestar, enfado, tristeza, malas contestaciones, apatía, disgustos…
Qué difícil es conciliar los valores con este sistema, en algunas ocasiones, tan pervertido . Te podría poner mil ejemplos; mirar hacia otro lado ante situaciones que nos parecen injustas, callar para no meternos en líos, simular acuerdo con personas que sabemos que están obrando con malicia, omitir acciones para no vernos salpicados, hacernos cómplices de actos que reprochamos para protegernos de represalias…
Dime, ¿Cuántas veces te ha pasado esto?. A mí, muchas. Por más que me esfuerzo en ser lo más reivindicativa y asertiva posible reconozco que no estoy al nivel que me gustaría. Estoy en ello.
Esta forma de obrar, aunque pensamos que nos protege externamente, no es más que una forma de dilatar algunas agonías. Si nos «tragamos» lo que realmente nos gustaría soltar, si dejamos de hacer lo que verdaderamente creemos que debemos hacer, si avalamos por acción u omisión aquello que luego criticamos sin parar, ¿qué estamos haciendo?.
Con ello no te estoy invitando a que te «sueltes la melena» y te dejes llevar por todo tipo de emociones. Por más ganas que tengas y por más razones que te avalen no sirve para nada bueno pillar por banda a tu jefe y soltarle una sarta de bondades; serán siete segundos de desahogo y siete años de consecuencias. Nada que ver.
En concreto, me refiero a esforzarnos por buscar un equilibro sano entre nuestros valores y la realidad de nuestra vida y nuestro entorno. Me refiero a ser lo más honestos y coherentes con nosotros mismos. Una buena aliada para llevar este reto a cabo es la asertividad.
La asertividad es la capacidad que tenemos de defender y proteger nuestros derecho y opiniones sin ofender al otro. La asertividad nos ayuda a saber decir no y a manifestarnos y reivindicarnos como personas con todo el derecho a decir lo queremos decir.
Te cuento una anécdota real que escuché en la radio: LLamaba una señora contando que hasta los 10 años de vida de su nieta se había encargado de su día a día. Gran parte de la rutina diaria de la niña era supervisada y cuidada por su abuela; colegio, comida, extraescolares, etc. La buena señora se manifestaba feliz de haber compartido todo ello con su nieta. Un día, su hijo y su nuera fueron a su casa y le dijeron que les gustaría tener otro hij@ pero que sólo le tendrían si era ella quien les ayudara tal y como lo había hecho con al primera. ¿Qué crees que hizo la abuela?.
Todo sabemos lo que han de hacer lo demás con su vida y cómo han de resolver sus problemas y no dudamos en manifestarlo en voz alta; somos la sabiduría en persona. Pero luego, no nos atrevemos a decir pequeñas o grandes cosas que nos ayudarían a mejorar nuestra vida y estar en paz. Y lo curioso es que, ya saturad@s, cuando lo hacemos elegimos el momento y forma menos adecuada…
Trabaja tu asertividad y verás como #lallaveerestu#