Aprovechando que la Pelaya está haciendo sus quehaceres, quiero hablarte de algo. Siempre lo he sabido pero han sido estos tiempos los que más conciencia me han dado de ello. Qué diferente se ve todo según la posición en la que estemos! Por muy obvio que sea o parezca tendemos a olvidarlo.
Si lo estás pasando mal, a quien esté en mejor momento que tú es posible que le sea complicado empatizar hasta tal punto que pueda comprender tus peores acciones. Es humano e incluso deseable. La empatía tienes sus ritmos, equilibrios y situaciones. No es fácil saber empatizar; una dosis equivocada puede dejarnos en la indiferencia o frialdad, en lo «formalmente correcto» e incluso en la pasada de vueltas. Cuando hablo de «pasada de vueltas» me refiero a esos momentos en lo que empatizamos tanto que en lugar de ser parte de la solución acabamos siendo parte del problema. Empatizar con alguien que lo está pasando mal porque no sabe salir de un pozo y quedarnos a llorar con él puede resultar tan empático como esteril. Hay casos y casos.
Pero bueno, a lo que voy es al tema de la PERCEPCIÓN. Todos tenemos dos ojos pero no todos miramos igual. La genética, la situación personal, el entorno, los valores, las experiencias y los aprendizajes hacen que veamos de una u otra manera. Y, el lugar o posición en el que nos encontremos, también.
En torno a toda esta situación del Covid se han generado otra serie de experiencias humanas de las que podemos aprender mucho.
Imagina que has quedado con unos amigos (no me atrevo a cuantificar cuántos) para tomar algo. Vas con la doble intención de respetar las normas y de disfrutar de lo que hace tiempo que no haces. Y se produce el encuentro. Alegra encontrarse con amigos, conocidos y lograr una conexión social que en algunos momentos no hubo. Al igual que tú, otros muchos han tenido reencuentros en el mismo lugar. Estás dentro y te dejas llevar por la alegría y todo lo demás pierde protagonismo. Unos más y otros menos intentan autocontrolar movimientos y colocarse la mascarilla después de cada trago. Como en tantos otros casos; unos lo hacen y otros no. De hecho, hasta los más disciplinados pueden caer en la tentación de dejarse llevar. Posible interpretación; «Sólo estoy tomando algo con mis amigos. No pasa nada. Intento respetar las normas. He sacado la mascarilla y casi siempre la llevo puesta. Hay que seguir haciendo vida normal».
Imagina que ahora eres tú quien pasa por la carretera, justo al lado del lugar de los encuentros. Paras en un paso de cebra y observas. Parece que con el Covid nos han inyectado un chip en el que se localizan antes «aglomeraciones» y «seres sin mascarilla». Durante los pocos segundos que dura la parada fotografías la escena. Aparecen unas cuantas personas cercanas entre sí, riendo, bebiendo e incluso saludándose como antaño se hacía y quedan ganas de hacer. No sabes si será causalidad o una forma general de actuar pero en tu fotografía más de la mitad aparecen sin mascarilla. Su alegría te enfada. Muchas emociones contrapuestas. Posible interpretación: ¿Cómo es posible que esto esté pasando?. La gente no respeta, no es consciente de la situación. Así, es normal que estemos como estemos y esto dure más de la cuenta».
Estas son dos escenas-situaciones que a menudo se repiten. La forma de verlas puede variar en función de nuestra posición-percepción. Siendo la misma situación, la mirada es diferente y, por lo tanto, la explicación también. ¿Cuál es la verdadera?. Buena pregunta.
Quizás, para muchas personas la verdadera será la que le resulte más útil en ese momento.
Ideas a tener en cuenta:.
Todo puede tener su argumentación e intención positiva. Nadie fuma porque quiera enfermar; lo hará por socializar, relajarse, desahogarse o darse el famososo Kit Kat. Esto lo podemos aplicar también a estas situaciones; no hay intención negativa. La falta de consciencia es una de las trampas mentales que a veces nos lleva a actuar sin pensar más allá. Esto posibilita que sepamos autojustificarnos mejor que nadie para defender una actuación de la que a lo mejor ni siquiera nosotros estamos tan convencidos.
La llave siempre somos cada uno de nosotros. A pesar de todo, siempre tendremos la libertad interior de decidir lo que en mayor medida sentimos y pensamos.
Que tengas un feliz día y recuerda que #lallaveerestú# con acento en la ú.