Muy buenas, ¿cómo va el verano?. Lo sé, es un verano atípico.
Cada persona vive el verano de forma diferente. Hay quien se pasa el año esperando a que lleguen los días estivales. ¿Los idealizamos? No lo sé.
Temperaturas suaves o altas, días aparentemente más largos, desconexión, luz que mima el cuerpo y alimenta el alma, compañías deseadas, más deseo de ser feliz, más ansias por disfrutar de la vida, menos prisas y problemas, más alegrías…Estos son algunos de los alicientes mentales que encontramos a favor de una etapa del año aparentemente favorecida por los dioses terrenales.
Suena bonito. Y, quizás lo sea.
Y luego miras las noticias, escuchas las buenas nuevas del entorno o llega septiembre y te sorprende con una realidad más realidad que nunca. Aparece lo que nunca se fue y el verano que empieza su letargo estuvo cargado de incidentes, malas conexiones, menos descanso y deseos frustrados de aparentar ser más feliz que una perdiz debajo de un chiringuito tomando una piña colada. ¿Qué ha pasado?.
Nada, sólo ha pasado la vida. Que no cunda el pánico que esto es la vida. Enero no ha de ser menos estimulante que agosto. El calor vital viene de dentro no de fuera. En mitad de una gran nevada uno puede sentir el calor de la felicidad. Un 15 de agosto puede ser triste y desmotivamente incluso después de una gran comilona con la que crees que es la mejor compañía. ¿Qué ha pasado?
Nada, que no cunda el pánico. Sólo ha pasado la vida; te avisa de que los ornamentos vitales son bonitos e incluso necesarios pero que si el motor está gripado da igual lo que hagas que al final de la fiesta te esperará la misma resaca.
¿ A dónde quiero llegar? No lo sé. Bueno, no del todo. Lo que sí tengo claro que es al verano hay que abrazarle no sólo por el disfrute sensorial sino también por el aprendizaje vital que nos suele regalar.
Te deseo el mejor de los agostos; si es necesario, lloremos al sol y bailemos con las tormentas.
Por cierto, este mes de agosto vendrá una íntima amiga mía a hablar (tanto en el blog como en el podcast) sobre inteligencia emocional. Se llama La Pelaya y ya te adelanto que no es formalmente muy correcta. No busca complacer ni deleitar; sólo quiere dar caña y remover la cabeza del personal hasta que acaben tal mal como ella. Supongo que se siente sola.
Si te motiva la idea sólo has de esperar unos días.
Hasta entonces, Carpe Diem y recuerda que #lallaveerestú#.