¿Qué a qué hora me he despertado? Prefiero no entrar en detalles. Sólo te confirmo que Niko ha preguntado varias veces «cuándo se hacía de día». Como en día anteriores, no ha faltado la pataleta. En estos momentos me acuerdo de aquel simposio de gente muy culta, importante, reflexiva y resolutiva que durante unos días se reunieron para hablar de la vida y consensuar ideas. Conclusión acordada final: «Todo pasa». Hombre, podían haberselo currado un poco más y concretar cómo hacer para que algunas cosas pasen más rápido, ¿no?.
La verdad es que, con lo que respecta a las pataletas ya me sé la lección; paciencia. Ya sabes, ese amor de la la pandilla de la alegría que hace que todo sea más llevadero y menos impactante. En esas estamos.
Y hoy, ¿de qué te quiero hablar? A veces se me va «el santo al cielo»…Ah! ya lo recuerdo. Te quiero recordar eso que suele decir Ana. Ya sabes, que no hay decisión sin emoción. Vamos, que cuando vayas a decidir algo tengas muy en cuenta desde qué emoción lo haces. No vaya a ser que la líes.
Estamos en tiempos en los que el miedo, la ira y las tristeza campan a sus anchas. La situación es y está complicada. Si no controlamos nuestras emociones, el tema puede empeorar y mucho. Sí, sin paños calientes. Especialmente ahora, las emociones cobran protagonismo; nos avisan de cómo estamos por dentro y de las posibles consecuencias externas. Te están avisando, luego, no te quejes que nos conocemos.
En fin. Cada vez que decidas algo más o menos importante asegúrate de que lo haces desde alguna emoción de la pandilla de la alegría (amor, esperanza, ilusión, seguridad, tranquilidad, paciencia, etc.). Hacerlo así, te acerca al éxito. Y, si decides decidir desde la ira, el miedo o la tristeza hazlo conscientemente y con la dosis adecuada. Ya sabes, como si fuera sal.
Tomar decisiones «secuestrados» por la emoción implica un alto precio de rescate.
Con o sin confinamiento perimetral #lallaveerestúconacentoenlaú#