Si no, no lo es. Son muchas veces las que utilizamos la palabra «problema» para poner nombre a una cuestión, situación o dilema que tenemos o pensamos que tenemos. Claro, la vida está llena de problemas a resolver.
La razón de ser de un problema es la solución; ha de tenerla. La solución o soluciones pueden ser muchas o pocas, más o menos evidentes, más o menos cómodas o apetecibles, más o menos complejas, grandes o pequeñas, etc.
La cuestión es que el problema ha de tener alguna solución. No solemos decir; «Tengo un problema porque algún día me moriré». Más que un problema, la muerte es un momento inevitable.
Hilemos más fino. Si un problema ha de tener alguna solución, para que sea tuyo has de ser tú quien tenga la solución. Si no es así, no lo cojas; no es tuyo. No cargues con algo que no te pertenece porque no te hará bien ni a ti ni a tu entorno.
En muchas ocasiones no somos conscientes de que llevamos a nuestras espaldas problemas de otros y pensamos que podemos resolverlos o eliminarlos. Otras veces nos damos cuenta de ello y nuestro objetivo es ayudar; no funciona. Realmente no sabes cómo funciona ese problema, cuáles son sus entrañas y sus necesidades porque no es tuyo y, por tanto, no tienes la solución. Puedes tener ideas, argumentos, deseos o consejos para la persona que lo tiene pero tú no sabes ni eres quien ha de resolverlo.
Ni vemos, ni olemos, ni sentimos, ni saboreamos, ni oímos de la misma forma los problemas ni sus soluciones.
Ni cuando parece evidente, lo es.
Echarse a la espalda cuestiones de otro no es sano, ni ayuda, ni libera peso. Sólo es un parche que más que curar puede generar más herida.
Si el problema es tuyo, tú sabes cómo solucionarlo. Quizás necesites tiempo, inspiración o atención pero ten la seguridad que tú tienes la llave de ese problema y la capacidad para generar algo positivo de él; una buena oportunidad.
Así, andaremos menos cabreados, más ligeros, ágiles y libres.