Si quiero VIVIR, no tengo alternativa. En dos meses llegarás a este mundo y te independizarás. Ya no necesitarás de mi cuerpo para comer, respirar o moverte y comenzará la cuenta atrás para que construyas tu ser y te matricules en este mundo tan precioso como complejo. Y yo querré estar para cuidarte, acompañarte, apoyarte, aprender y disfrutar de ti.
Si quiero contribuir a tu felicidad sé que he de sacar «pico y pala» y trabajar en la mía propia.
No hay atajos, eso pasa por ser más valiente y salir de la tan nombrada zona de confort. Llevo años en ello y, aunque el «coste» aprieta, merece la pena y mucho.
Ser valiente implica tomar conciencia sobre mí misma, mis fortalezas y debilidades, mis valores y creencias y tomar decisiones. Sí, decisiones más o menos profundas que pueden implicar complicarme la vida (porque no hay otro camino) pero que sé que me darán paz conmigo misma.
Decir que no si no quiero y decir que sí si quiero; adaptarme y perdonarme si he dicho que sí y no quería ( y, mejor que no se vuelva a repetir!), decir de forma asertiva lo que pienso y lo que quiero, elegir mis afectos y desafectos, ir y venir y volver a ir y volver a venir si así lo siento, equivocarme y aprender mil veces y, sobre todo, no dejar de creer en el ser humano y en lo transitorio de todo cuanto parece ser.
En muchas ocasiones tengo ganas de decir que sí, que soy valiente…una valiente idiota por no dejarme llevar un poco más por la corriente ( total, mucha gente lo hace) y mimetizarme con el entorno y sus rutinas.
Pero esta valiente idiota no es feliz así y, como quiere ser una persona, madre, amiga, hija, hermana y demás «de…» feliz, lo hace de otra forma; de la que sabe y aprende ( ¿ La de los idiotas?, puede ser).
Qué bonito será ser mejor persona y que tanto tu hermano como tú estáis orgullos de la idiota de vuestra madre.