Cuántas vueltas puede dar la cabeza sin más rendimiento que un doloroso mareo. A menudo recuerdo aquella frase de » Mi vida estuvo llena de desgracias muchas de las cuales nunca sucedieron». Y no es que nuestro cerebro no cumpla con su misión; prevenirnos, protegernos e incluso ponerse en lo peor es su razón de ser primitiva. Más bien se trata de que en ocasiones no sabemos controlarnos y enfocarnos. Nos dispersamos con pensamientos poco productivos que generan emociones, sentimientos o estados anímicos poco agradables y acabamos haciendo una realidad de un pensamiento. Y, ¡nos la hemos vuelto a jugar!.
Y, sin darnos cuenta, estamos inmersos en dar vida a una mentira producto de nuestros miedos e inseguridades. Cuánto dolor innecesario para nosotros y para nuestro entorno.
Se nos olvida que lo único real en la vida es que estamos aquí, respirando y deseando un presente lleno de paz y alegrías. Cuando llegue el puente, lo cruzaremos, pero antes y hasta llegar a él ( si llegamos) viviremos y disfrutaremos del camino sin ponernos las tiritas antes de las heridas.
Dejemos de suponer que se nos critica y por qué lo hacen, dejemos de creer que nos nos entienden, dejemos de dedicar tiempo a lo que no existe o, peor aún, no merece la atención. Nada de ello tiene sentido a menos que se lo demos nosotros.
Comencemos a creer que somos merecedores de halagos porque lo valemos y nos esforzamos para ser cada día mejores seres. Si lo hacen o no nos ha de dar igual. No esperemos ni queramos halagos deslavados que buscan vuelta.
Buen día para ti también.