Aviso, este post no va a ser formalmente correcto; yo muchas veces no lo soy, sobre todo, porque no quiero.
Antes me mosqueaba, después me entristecía y ahora, ahora me da la risa. No puedo evitarlo. Normalmente no lo dicen a la cara; no mantienen la mirada. La valentía no es una de sus cualidades.
Quieren aparentar, y lo hacen muy bien, que les da igual. Vamos, que le parece una gilipollez, que así no se llega a ningún lado y que sólo es una moda. Les parece más efectivo y profesional hacer los chistes de siempre, mirar para otro lado o ironizar más o menos descarnadamente sobre sí mism@s o sobre los demás. Toda la vida se ha hecho así y es lo que te hace llegar lejos, muy lejos.
Me genera curiosidad, y porqué no ternura, observar y analizar su comportamiento. No, no creo que estén en peligro de extinción pero sí que creo que son seres dignos de estudio. Se han empeñado en no evolucionar.
Son personas que creen que mostrar emociones es signo de debilidad, que el más fuerte es el que enseña dientes y puño, que el éxito se hace a base de hostias y que, si hay que dar hay que dar (porque, parece que no tienen más recursos). Ironizan cuando se tocan temas sensibles y a veces, huyen con la excusa de que no tienen tiempo que perder; «Saben hablar de posesiones, números y éxitos con habilidad y entusiasmo pero se cagan por las patitas abajo a la hora de reconocer costes emocionales o inversiones personales». Son analfabet@s emocionales que no se acaban de enterar de lo que vale una emoción mal invertida y que, encima, alardean de ello.
Se disfrazan de lo que no son y se lo acaban creyendo, tanto que acaban siendo marionetas y víctimas de su propia película. Les gusta llamar al atención y que les alaben. Cuando entran a un sitio tratan de ocultar a gritos la falta de autoestima y saben como nadie ridiculizar al otro para que no se vean sus propias debilidades.
Algun@s de ellos tienen mucho dinero y poder, otr@s lo quieren aparentar y algun@s más se arriman a quienes lo tienen a ver si se les pega algo.
El caso es que parece que, a muchos de ell@s la vida les sonríe pero, no te engañes; deja que se engañen ellos si así lo quieren pero tú no caigas en esa trampa. No son lo felices que les gustaría porque no tienen ni idea de quiénes son ni lo que quieren, realmente no saben con quién pueden contar (dudan hasta de sí mism@s) y tienen un miedo paralizante que les incapacita para vivir de forma coherente y tranquila.
Detrás de esta sonrisa «Profiden» es muy probable que sólo haya soledad involuntaria, tristeza e incapacidad para reconducir una vida que saben, porque lo saben, que algún día acabará y nada, nada de lo que han valorado les acompañará.
Después de todo, esa persona podemos ser nosotr@s (o hemos podido serlo en algún momento) o quizás lo sea alguien de nuestro entorno. No lo ponen nada fácil pero sería deseable que lejos de ver la parte menos atractiva seamos capaces de ver la debilidad de quien vive una vida «postiza» y empatizemos hasta darle el cariño y la fuerza para que se den (si quieren) una nueva oportunidad.
Algún día, puede que nosotros también lo necesitemos.