Son muchas las ocasiones en las que la gente me pregunta a qué me dedico. Me explico; a simple vista y en términos coloquiales acostumbro a decir que soy formadora. La verdad es que no he acabado de sentirme a gusto con este concepto, quizás porque le doy una serie de connotaciones con las que no me identifico. En lugar de formación suelo decir taller y reconozco que me chirría la palabra «cursillo». No en vano, para mí las palabras son importantes porque creo firmemente en que crean nuestra identidad y dibujan nuestra realidad. Desde que soy más consciente de ello procuro cuidar lo que digo y cómo lo digo y hacerlo con mayor intencionalidad.
Hace unos días, mientras preparaba (o esa era mi intención) unas patatas a la riojana le daba vueltas a los contenidos de un taller que debía de dar próximamente. Para mí, cada sesión es un mundo y la preparo para luego hacer «lo que me da la gana». Eso sí, gracias a que planifico el taller puedo modificarlo a mi entender en función de cómo se vaya desarrollando la sesión, los participantes, sus estados anímicos…
Y, en una de las muchas reflexiones, pensé una vez más en el concepto de formadora. Y, no me digas porqué, me acordé de un pincho y del malestar o dolor que sientes cuando lo tienes clavado. Al principio quizás no nos hemos dado cuenta de que nos hemos clavado un pincho o bien por no ser conscientes o bien porque no duele lo suficiente; más tarde la molestia o el dolor se hacen más intensos por lo que ya no podemos hacer como que no pasa nada. Nos nos queda otra que mirar; duele porque está bastante clavado y la zona está roja. En ocasiones ya está dentro de nosotros; la transparencia de nuestra piel no avisa de que hay algo dentro que no debería estar. Aquí viene el momento más «jodido» porque hemos de decidir si pasamos del pincho y esperamos que salga sólo o desaparezca por ciencia infusa ( asumiendo consciente o inconscientemente el riesgo de infección) o si nos atrevemos a sacarlo. De hacerlo, sabemos que nos espera un rato de malestar o dolor pero cuando logremos sacarlo (o le pidamos ayuda a alguien para que nos le saque) estaremos aliviados, muy aliviados y sabremos que somos capaces de quitarnos un pincho.
Valga éste símil para explicar a lo que siento que me dedico yo; me dedico a ayudar a quitar pinchos y gracias a ello, me quito los míos.
Con cada concepto, con cada emoción y con cada dinámica nos quitamos pinchos porque tomamos consciencia de nuestro estado; de nuestras fortalezas y debilidades.
Me encanta ayudar a quintar pinchos y agradezco a todas aquellas personas que confían en mí para hacerlo porque gracias a ellas mis pinchos salen y soy mejor persona. No diré que debería pagar por ello porque oye, mi prole también come, pero qué menos que agradecer a todas las personas con las que he compartido, comparto y compartiré horas y horas de reflexión, aprendizaje y desarrollo personal y profesional.
La patatas no me salieron tan bien como me hubiera gustado pero me quité un pincho de encima; ahora sé explicar mejor a qué me dedico.
#lallaveerestú#buendia.