No sé muy bien porqué pero la Navidad no es algo que me enloquezca. Tampoco la rechazo y menos teniendo niños cerca. Creo que en otra vida he debido de liarla parda en estas fechas (o me la han debido de liar) porque cada vez que asoman las fechas navideñas me siento más alterada. Si no tiro de inteligencia emocional la Navidad puede resultar de lo más desastrosa.
Me gusta la gente, quiero a mi familia y soy defensora de las buenas intenciones pero siempre he sido rebelde y no me gusta hacer o sentir las cosas por imperativo legal o navideño. Estos días me resultan un poco autoritarios y con un contenido emocional difícil de digerir. Ahora no vayáis a pensar que voy por ahí gruñendo cada vez que me dicen feliz navidad o cosas similares; nada que ver. De hecho, soy yo la que felicita la Navidad. Me refiero a un sensación más íntima y personal de cierta rebeldía hacia tanto exceso material, emocional y conductual.
Por otra parte, me divierte tremendamente observar cómo funcionan las emociones en estos días y cómo se contagian. Como son fechas de tantas interrelaciones personales es mucho más fácil identificar las emociones predominantes en cada persona. Aunque todos pasamos por decenas de emociones cada día, ya hemos hablado alguna vez de que hay personas que se identifican especialmente con unas más que otras. Tanto es así es así que, por ejemplo, si visualizamos una cena de Nochebuena típica (quien sabe, a lo mejor pasa en tu casa) o una cena de trabajo o amigos podemos encontrar al típico cuñado o cuñada que mantiene la calma, es correcta e incluso simpática o divertido; a su lado en la mesa estará quien parece que nació enfadado y manifiesta ira, envidia o reproches hacia todo lo que pasa (incluso hacia el tiempo que hace). A su izquierda está el típico familiar que en su conversación sólo sabe hablar de miedos y incertidumbres; cuando se junta con quien en la mayor parte de las ocasiones ve todo desde la tristeza, desde la melancolía o desde el pesimismo, apaga y vámonos. También nos podemos encontrar a quien todo lo mira desde la sorpresa y no se puede creer nada de nada. En frente, a lo mejor está quien todo lo percibe desde al asco y así lo manifiesta; le parece una mierda cenar todos los años lo mismo, desprecia el comentario de otros o no sabe cómo la gente puede ser diferente a él…
Esta mesa es el fiel reflejo de las emociones personificadas. Echa un vistazo a tu alrededor; cuando salgas a tomar algo, tengas cena familiar o de trabajo. Muchos de tus acompañantes se moverán de emoción en emoción sin mayor problema pero también habrá quien parece instalad@ en la alegría, la tristeza, el miedo, la ira o el asco (sin que hay ningún argumento objetivo que lo justifique).
Otra cuestión más que interesante es el observar el impacto de la sobredosis emocional: De todos es sabido el estrago que puede hacer el alcohol en las reuniones en general y en las navideñas en particular. Pues algo así puede pasar con las emociones; nos emborrachamos de emociones y sentimientos que generan otro tipo de resaca a la ya conocida y afecta notablemente a nuestra salud física, mental y como no, a la salud de nuestro bolsillo.
De todas maneras, que vivan las navidades. Después de todo son días de vida y aprendizaje. En pocos días damos paso a los buenos y verdaderos propósitos como si los anteriores hubiesen sido de corta y pega; y así parece ser la vida, de corta y pega. Pues me rebelo!!!! y quiero tener buenos propósitos todo el año, comer turrón cuando me apetezca y desearle lo mejor a los demás cualquier día.
Acuérdate de seguir siendo feliz el día 7 de enero, tanto o más que cualquiera de los festivos anteriores. Este será nuestro triunfo y sólo nosotros lo podemos conseguir porque #lallaveerestú#.