Cuando os planteé esta pregunta en un post anterior varias personas me contestaron. ¿Cuáles han sido las respuesta? Pues, por lo menos en mi pequeña encuesta, la respuesta es Sí, lo son.
Desde que tuve a Malen me siento un poco como la reina emérita; ya no recibo los mismos mimos que antes. Ahora toca repartir jejejejje. Mis hijos son tan movidos como cariñosos y expresivos y aunque hay que repartir abrazos y carantoñas, no pasa porque hay stock. En muchas ocasiones me pregunto si cuando crezcan y tengan pareja seguirán siendo así de cariñosos y atentos.
Un día, expresando esta duda en voz alta un amiga me dijo : «Puede ser, a menos que sean ingenieros…». Me dio la risa porque, aunque lo dijo bromeando, algo había detrás. Y, esta percepción, no es una excepción; hay muchas personas que perciben a los ingenieros ( y también a los informáticos) como seres, cuanto menos, peculiares en cuanto la relaciones sociales y emocionales se refiere.
Cuando hago talleres de inteligencia emocional para profesionales que trabajan en el mundo de la ingeniería ( y, estoy generalizando) suelen desarrollarse de forma especial. Me explico; algunos de ellos ( o ellas, aunque en minoría) acuden porque no les queda otra, otros van porque les genera curiosidad y una gran parte asisten porque alguien les ha dicho que no les vendría mal trabajar su inteligencia emocional. Al principio siento que me miran o bien «como las vacas al tren» o bien como si estuviesen pensando » No tengo ni idea de lo que me está hablando». La cuestión es que la sesión se va desarrollando y poco a poco van abriendo su mente y se muestran interesados en aprender. Es en ese momento cuando me doy cuenta de que no son seres raros sino que son seres para los que el ámbito emocional ( e insisto, estoy generalizando) es una especie de caja que es mejor no abrir.
Después de todo, ¿Cómo se puede gestionar algo que no se puede ni medir ni cuantificar? Lo cierto es que para ellos es muy difícil de tratar aquello que tiene que ver con personas y no tiene fórmula que aplicar. Su atención suele estar entrenada para enfocarla en tareas lógicas y el hecho de tener que pensar en el ámbito persona suele dar pereza y un cierto miedo.
Procuro hablarles en su idioma e incorporar símiles, metáforas o «fórmulas emocionales» a través de las cuáles me pueda hacer entender mejor. Suele funcionar o, por lo menos, genera mejor clima.
Durante muchos años han sido una especie de «mérito» ser ingeniero; se sobreentendía que la persona que había obtenido tal titulación estaba dotada de grandes conocimientos y capacidades intelectuales (¿Quién no ha fardado de tener un hijo, sobrino o nieto ingeniero?). Por supuesto, los ingenieros estaban predestinados a una vida llena éxitos profesionales, económicos y personales.
El caso es que los años han pasado y no sólo los ingenieros sino también otras muchas profesiones especialmente vinculadas a actividades de la lógica han podido observar como para el mercado laboral y para el plano personal ser ingeniero no es suficiente para ser feliz ni para hacer feliz a nadie. Las empresas han podido comprobar como profesionales a nivel técnico intachables no son capaces de generar relaciones interpersonales fluidas ni con compañeros, ni con proveedores ni con clientes. Se les achaca falta de habilidades comunicativas y escasa gestión emocional. Todo ello, repercute en su desempeño profesional y, como no, en lo recursos y resultados de la empresa.
A nivel personal, quien no cuente con un mínimo de inteligencia emocional se sorprenderá cuando su pareja cuando le diga que se están distanciando, que les falta comunicación, que apenas expresa sus sentimientos, que viven con un extraño…En otros ámbitos pueden estar más centrados en lo material (dinero, vacaciones, etc.) como forma de compensar ciertas incapacidades emocionales o relacionales pero eso, tarde o temprano, les acaba estallando en la cara.
Recuerdo, por tercera vez, que estoy generalizando y utilizando esta generalización para hablar de las necesidades de desarrollo emocional que demanda la vida personal y profesional.
En mucas ocasiones, cuando acabamos los talleres muchos de los asistentes me acaban diciendo algo así como: » Esto nos lo tenían que haber enseñado en el colegio, en el instituto y en la carrera porque si yo hubiera sabido esto hubiera hecho muchas cosas de otra manera».
Todavía hoy hay muchas personas que creen que trabajar el autoconocimiento y las emociones no sirve para nada. Antes me enfada cuando lo oía, ahora no porque sé que este pensamiento y conducta sólo es el reflejo de alguien que o tiene miedo o no es consciente de lo que está diciendo. Sentirse incapaz de hacer algo; sentir que no somos autoeficaces suele generar miedo y rabia. Tocar las emociones puede dar miedo, después de todo, muchas veces no sabemos lo que hay dentro y el hecho de tocar un poco implica tener que hacer algo.
Seguramente hay personas que preferirían estar en una mina picando piedra todo el día a expresar sus sentimientos. Las heridas de las manos duelen pero son más llevaderas y se curan antes que las heridas del alma.
Conocerse y trabajarse emocionalmente es tan «jodido» como maravilloso y, merece la pena.
Después de meterme en este pequeño charco he de decir que cada día me caen mejor los ingenieros porque a los ojos de una formadora de inteligencia emocional son como niños que tienen pataletas emocionales pero que cada vez abren más los ojos a las emociones. Otra cosa será la convivencia con ellos…
En serio, esto cada vez está cambiando más y todos los profesionales buscan mejorar a todos los niveles; por propia voluntad y por demandas del mercado. Los ingenieros son los que posibilitan gran parte del desarrollo de nuestra sociedad y, ahora que se están formado en competencias transversales, lo hace mucho mejor (y con más cariño jejje).
Por cierto, me encantaría que cualquiera de mis hijos fuesen ingenieros jejejeje.
Muchas gracias, feliz día y recordad que #lallaveerestú#.