Autor: lallaveemocional

ORGULLO DE SER PASIEGA

No sé porqué he tardado tanto en hacer un post sobre mis orígenes.
Recuerdo cuando durante mi niñez y parte de mi adolescencia si te llamaban pasiega era el peor de los insultos. Cuánta ignorancia la mía y cuánta ignorancia la de quienes me la contagiaron.
Quien quería dañar unía el concepto pasiego a la «falta»; falta de cultura, falta de cuidados, falta de criterio, falta de posibilidades, falta de información, falta de higiene, etc. Nada más lejos de la realidad.

Sí, la forma de vida de los pasiegos (estamos hablando de hace ya varios años) no era precisamente fácil, cómoda ni atractiva para los demás. El pasieg@ (generalizando) no se ha visto como una persona instruida, diplomática, discreta, cuidada o comunicativa. El que no se haya visto, no significa que no haya sido (a su manera).

Sobrevivir y progresar en la montaña no es fácil. Marca el carácter. Y ese mismo carácter es el que hace de los pasiegos (volvemos a generalizar) gente de palabra, de esfuerzo, irónica, ágil y resolutiva. Ahí es nada.

Quienes llevamos la sangre pasiega no somos ni más ni menos que los demás pero, eso sí, tenemos el plus que marca un pueblo peculiar y particular que ha sabido superarse como nadie y que, más allá de todo lo evidente, ha sabido adaptarse a los tiempos sin perder ese «punto» que da la montaña.

Cuántas emociones esconde la montaña y las seres que la pueblan y la poblaron; lecciones de vida por doquier.

Y aquí, una humilde pasiega reivindica el orgullo de ser ciudadana del mundo sin olvidar las raíces de una misma y de quienes le han dado la vida. Qué bonito tener raíces y qué honra ser consiente de ellas y plantar semillas de lo mejor de cada una una.

 

Una hora menos, ¿Qué dejarás de hacer?

Por más que le doy vueltas, no llego a comprender el motivo por el que se cambia la hora en un sentido u otro. Una cosas más a añadir al saco «No sé porqué lo hago». Vaya en mi defensa que no es voluntario; quiera o no quiera ese cambio se producirá. Y ¿Qué haré yo?. Probablemente dormir una hora menos, o quizás no.

Es una hora, nada importante. O sí. Una hora, y menos, puede ser suficiente para cambiar la vida de alguien.  Quizás no sea tan descabellado decir que las cosas más importantes de nuestra vida se hacen en menos de una hora.

Y si me quedase una única hora de vida ¿Qué haría?, ¿Qué harías tú?. YO, probablemente haría dos cosas; abrazar y dar las gracias.  Un buen plan para quien ya no tendría más que planear. Sólo quedaría ejecutar el gran plan de mi vida; susurrar y gritar gracias  sintiendo la piel de quiénes me arropan.

No sé si sabes cuál es el gran plan de tu vida o cómo lo vas a llevar a cabo. No lo anotes en tu agenda ni pongas alarmas en el móvil. No servirá.

Un pequeño detalle se me escapa ¿ Cuándo será la última hora de mi vida?. Ni idea, por si acaso voy haciendo los deberes no vaya a ser que me pille la hora sin agradecer y abrazando a un móvil.

Vaya por delante; gracias. Me gusta como hueles.

¿Por qué nos cuesta tanto aprender?

¿Cuántas veces te lo has preguntado?. Habrá más de una ocasión en la que clamas al cielo suspirando y lanzando la pregunta al aire. Da mucha rabia ver cómo una y otra vez nos tropezamos con la misma piedra  y,  todo hay que decirlo, la piedra no tiene la culpa.

Una vez más hemos confiado en quien ahora creemos que no es de fiar, hemos hecho o dicho algo que ya sabemos qué consecuencias trae, no hemos hecho o dicho algo y nos hemos quedamos con las ganas, etc. Y es que, por algún motivo, olvidamos tan rápido como aprendemos. ¿Por qué será? Estas son algunas posibles respuestas:

– No aprendemos porque realmente NO QUEREMOS. Me explico; aunque en muchos momentos nos genere decepción,  es posible que entre nuestros valores esté la confianza, la honestidad, compartir, ayudar, lealtad, etc. y somos fieles a ellos.  De alguna manera nos compensa ese «pesar» porque lo que sí sabemos es que nadie es feliz si vive dando la espalda a sus valores.

– No nos INTERESA. Nos dejamos tropezar porque nos genera algo positivo. Amistades, parejas, hijos o  relaciones laborales que en muchos casos nos suponen grandes piedras en la que tropezar pero que, por otro lado, suponen importantes aportes positivos.

– Tenemos MIEDO.  Aprender suena bonito pero también implica la necesidad de afrontar cambios y tomar la acción. En muchas ocasiones el miedo aparece  tal y como es; en otras se camufla en pereza y excusas más que razonables para no poner en práctica lo aprendido.

– No sabemos o no queremos DESAPRENDER. Hay quienes tienen la creencia de que no hay que volver atrás. En cuanto al aprendizaje se refiere volver atrás es más que necesario para desaprender. Romper con los lazos, razones y emociones que sostienen ciertos aprendizajes es fundamental si queremos desaprender para aprender más y mejor.

Si queremos ser libres para elegir hemos de ser conscientes de cómo y  para qué lo hacemos.

Aprender es muy importante pero aún más lo es saber qué hacer con lo aprendido.

Un ostia a tiempo…

Son varias las ocasiones en la que últimamente oigo esta expresión.  Llevamos muchos años oyendo que una, dos o quién sabe cuántas ostias a tiempo hubieran solucionado muchos de nuestros problemas.

La educación de los niños no es una excepción para quienes ven en las ostias bendiciones.  Puedo estar de acuerdo en que faltan límites y sobra atención mal entendida; puedo asumir que los padres en muchas ocasiones no somos determinantes  ni actuamos de la forma más eficaz y puedo aceptar que hay  hij@s sin rumbo en lo que a normas y valores  se refiere. Todo eso y mucho más podríamos consensuar si estas personas están dispuestas a sentarse ante un café y en mitad de un jolgorio y movimiento propio de niños SANOS.

A los que creen que a los padres nos faltan ostias por dar  o por recibir les pregunto: Según vuestro entender, ¿cuántas ostias les faltan por recibir a los adultos que critican sin saber o a los que no saben escuchar o a los que se caen y rompen algo o a los que infringen las normas de tráfico o a los que se cuelan o a los que gritan en los bares o  los que fuman delante de niños o a los que dicen «palabrotas» o a los que no acatan las normas…

¡Nos quedamos sin ostias señor@s! Y es probable que algunas de ellas tengan sus nombres y apellidos.

Dejémonos de ostias que ya sabemos a lo que nos llevan.  Menos ostias hacia fuera y más atención hacia dentro.  Menos miedo y más amor. Bastante difícil es gestionar un cerebro e instintos primitivos como para que te vengan a encender la mecha. Que somos muchos los padres que nos esforzamos para poner límites desde el amor y controlar nuestras ganas de enfadarnos y gritar; que nos es fácil gestionar las emociones y no «pagar» con nuestros hij@s  los contratiempos del día a día; que queremos hacerlo cada vez mejor  y alejarnos de aquello que sabemos que sólo genera miedo, represión y evitación.

Que no funciona!!!! Entérense que no funciona! Si no, mírense.

 

Si te duele, mis razones no son tan importantes

No lo conseguirás. Si crees que dar todas las razones del mundo para convencer al otro o para argumentar tus acciones u omisiones es la respuesta a tus quebraderos de cabeza. Los conflictos comienzan así.Conecta a través de las emociones y te abrirán todas las puertas y las ventanas del mundo para poder razonar. No te saltes este paso si de verdad quieres solucionar, acordar, crear y amar.

No somos razón, somos emoción. Sí, emociones cargadas de razones que impregnan cada una de nuestras decisiones. La razón es muy importante, claro que lo es! pero sólo cuando la emoción está serena y se deja cuidar.

Siempre he pensado que si tú y yo estamos aquí, en este mundo, es por una emoción. Alguien decidió ( por acción u omisión) que así fuese y aquí estamos; inmersos en una marea de emociones y razones tan locas como necesarias.

Lo que nos molesta no es no tener, no saber o no ser; lo que de verdad duele es NO SENTIR que se puede tener , se puede saber y se puede ser. Leer más

Frágil, muy frágil

Como cualquier día de fiesta todo parecía bonito. Estaba muy guapo; su bisabuela lo había peinado y, como casi siempre, llevaba su mejor sonrisa y picardía.  Quiso dar una vuelta en bici; el mayor susto que me he dado en mi vida.

Mi niño no frenó y se dio contra un muro golpeándose la cabeza. A partir de ahí, una explosión de emociones que aún resuenan dentro de mi.  Miedo, mucho miedo a las repercusiones de ese golpe, a verlo sufrir. La más profunda e intensa tristeza por verlo en la UCI, por no poder aliviarle  todo lo que hubiera querido, por no haber sido yo la que hubiese sufrido el golpe. Asco, sí asco o mejor dicho, rechazo hacia hacia ese olor que aún perdura; olor a herida, a sangre, a golpe. La ira apenas apareció; en mi interior no busqué  culpables ni reproches. ¡ Cuánto peso de encima me quité al no sentir enfado contra nada ni contra nadie!. Así supe que todo mi trabajo interior estaba dando sus frutos.

La sorpresa rondó casi todos los momento del recuerdo: sorpresa por lo sucedido, sorpresa por la rápida recuperación y sorpresa ante mi propia reacción.

Alegría, mucha alegría al ver su espíritu de superación, al escuchar qué quería comer o andar en bici.

Pero, como tantas veces hemos hablado, la emoción que me ha invadido y me invade es el amor. Amor hacia mi hijo;  nada hay comparable al amor de madre, así lo siento yo. Leer más

Cuando lleguemos, lo cruzaremos

Cuántas vueltas puede dar la cabeza sin más rendimiento que un doloroso mareo.  A menudo recuerdo aquella frase de » Mi vida estuvo llena de desgracias muchas de las cuales nunca sucedieron». Y no es que nuestro cerebro no cumpla con su misión; prevenirnos, protegernos e incluso ponerse en lo peor es su razón de ser primitiva. Más bien se trata de que en ocasiones no sabemos controlarnos y enfocarnos. Nos dispersamos con pensamientos poco productivos que generan emociones, sentimientos o estados anímicos poco agradables  y acabamos haciendo una realidad de un pensamiento.  Y,  ¡nos la hemos vuelto a jugar!.

Y, sin darnos cuenta,  estamos inmersos en dar vida a una mentira producto de nuestros miedos e inseguridades.  Cuánto dolor innecesario para nosotros y para nuestro entorno.

Se nos olvida que lo único real en la vida es que estamos aquí, respirando y deseando un presente lleno de paz y alegrías.  Cuando llegue el puente, lo cruzaremos, pero antes y hasta llegar a él ( si llegamos) viviremos y disfrutaremos del camino sin ponernos las tiritas antes de las heridas.

Dejemos de suponer que se nos critica y por qué lo hacen, dejemos de creer que nos nos entienden, dejemos de dedicar tiempo a lo que no existe o, peor aún, no merece la atención.  Nada de ello tiene sentido a menos que se lo demos nosotros.

Comencemos a creer que somos merecedores de halagos porque lo valemos y nos esforzamos para ser cada día mejores seres. Si lo hacen o no nos ha de dar igual. No esperemos ni queramos  halagos deslavados que buscan vuelta.

Buen día para ti también.

Buenas personas ¿quiénes son?

Suena bien, muy bien escuchar que alguien es buena persona. No se dice de cualquiera ( y menos si está vivo).

Hay muchas creencias al respecto:  «Hay pocas personas buenas»,  » Para ser un buen profesional es necesario ser buena persona», «No merece la pena ser bueno».  Es posible.

La cuestión está en saber qué es una buena persona o, mejor dicho, quién es buena persona. Sería interesante consensuar las características básicas que ha de tener quien aspire a tal calificación para poder hablar todos del mismo concepto.

¿Cómo ha de ser una buena persona? , ¿ha de serlo siempre?, ¿cómo actúa?, ¿quién decide que lo es?. Estas son algunas de las preguntas que se me pasan por la cabeza a la hora de pensar e identificar las buenas personas de mi entorno. Sé que hay muchas y también sé que no responden a un mismo patrón ni características  por lo que me pregunto qué me lleva a pensar que  alguien lo es.

No lo sé. Creo que se trata de una sensación. Sí, las personas buenas te dejan buen sabor de boca aún cuando lo que dicen o hacen no te beneficie ( por lo menos, a corto plazo).  Son seres que se mueven por amor e intención de mejora.

 

Resultado de imagen de mascara

La palabra «persona» significa máscara.  Las personas buenas son máscaras que traspasan la luz, que brillan y contagian brillo, que se exponen sin miedo y que por muy grande que sea su error siempre será más fuerte su intención de hacer el bien. Suelen hablar para ayudar y suelen callar para no dañar pero, sobre todo, son capaces de dar lo mejor de sí y mantenerse en un segundo plano.

Ser buena persona no significa ser «perfecto» ni tan siquiera acertar siempre; está más relacionado con la intención y voluntad que con el resultado.

Tengo la sensación de que todos podemos ser o somos buenas personas para unos y malas para otros.  Salvo excepciones, todos podemos ser de todo.

Y sí, hay muchas personas buenas. ¿Conoces alguna?.

 

 

Pensé que la vida era más complicada

Eso es lo que pensé en un momento de inspiración. Sentada en una piedra bajo el sol primaveral, en silencio y sin esperar nada descubrí lo maravillosa que es la vida. Porque estar vivo no es ni más ni menos que respirar y sentir. Me dí cuenta de que la vida no es tan complicada y que si nos lo parece es porque no hemos aprendido o no nos permitimos  respirar, ni a sentir ni agradecer.

La vida pobre o la pobre vida es la que vives de cara a la galería; contienes la respiración para no hacer, ni decir ni tan siquiera parecer diferente. Te quieres si te quieren y te valoras si te pagan. No respiras.

Qué bonitos los momentos en los que te dejas ser, sonríes y te perdonas. Cuando lo haces, estás más guapa que nunca, levantas la cabeza y miras hacia delante porque sabes que la buena vida o la vida buena llegó.

Desde mi piedra, siento tus ganas de vivir la buena vida y te susurro que sonrías, que respires, que perdones y que agradezcas cada uno de los latidos de tu corazón.  Vamos, ven….pásate a la vida buena.

Gente Maravillosa

2017 me ha traído muchos regalos y sorpresas. Niko ya tiene dos meses y medio y Jon sigue creciendo sano y «despierto». Dentro de mi, sigo guardando grandes dosis de todas las emociones y mi reto sigue siendo regular todos mis instintos y necesidades de la forma más sana. No es fácil pero sí  gratificante.

Hay días que caigo; siento la necesidad de cambios y poner mi mundo patas arriba. Hay mucho dentro de mi y necesito soltarlo para volver a recargarme de ganas, ilusión y aceptación.

Cada cierto tiempo lo hago; veo venir la tormenta y dejo que caiga como si no hubiese mañana y vuelve a salir el sol. Quienes me quieren y quienes no tanto aguantan estoicamente la tormenta e incluso tratan de ponerme un chubasquero a riesgo de salir electrocutados ( a veces pasa). No sé cuántas tormentas más habrá ni si se provocarán inundaciones pero sí se que el 2017 me da gente maravillosa con la que comparto mi vida; familia, amigos, compañeros de formaciones…

Mil gracias a todos los que que «soportan» y me ayudan a crecer como persona y como profesional  porque son ellos los que alimentan lo mejor de mí, eso que tanto me agradecen.

Qué bonitas las tormentas cuando huelen a tierra y hierba fresca!