Para mí no ha sido ninguna sorpresa porque ya lo he vivido en mis propias carnes y lo he visto en la de los demás. Decimos que lo estamos pero tengo verdaderas duda de si estamos preparados para querernos tal y como somos. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos resuena la idea de «Sé tu mism@» y la verdad es que sonar, suena bien. Es una bonita intención, un deseo más que una realidad porque no es eso lo que se premia en el día a día (por lo menos no tanto como se debería).
Es difícil conjugar equilibradamente lo que somos con lo que se espera de nosotros; desde niños hasta adultos nos la pasamos haciendo equilibrios. Decimos que los niños han de ser niños y hemos dejarlos ser pero cuando un niño se comporta como tal ya no nos parece tan bien. Apelamos entonces a la tan nombrada educación para justificar nuestra propia incoherencia. Otras veces utilizamos equivocadamente la palabra actitud para reprochar comportamiento que nos nos gustan.
Un niño inquieto, hablador y menos formalmente correcto jamás sacará sobresalientes porque es «incómodo» y da demasiada guerra. Eso no es bueno para él, se suele decir. Un niño tímido, callado y discreto tiene más posibilidades de tener mejores resultados académicos; no da guerra. Quién sabe lo que le pasa por dentro pero por lo menos, no da guerra. El caso es que la tendencia educacional sigue tendiendo a valorar el silencio antes que el ruido en personas que, por su edad y propia naturaleza se hacen oír.
El caso es que van pasando los años y en las empresas se buscan profesionales con capacidad de comunicación y relación, proactivos, con inteligencia emocional y orientados a la mejora. Se buscan profesionales genuinos que no tengan miedo al error y que, sobre todo, estén orientados a la mejora. ¿Cómo mejorar sin equivocarnos?, ¿Cómo evolucionar sin querernos?, ¿Cómo dar lo mejor de mí si ni siquiera yo sé lo que es porque nadie me lo ha dicho y no he podido comprobarlo?.
En una ocasión mi hijo le pegó a una niña de su clase. Sí, lo sé, mal hecho y así se lo hice saber. Le pregunté cómo así le había pegado y me dijo que «la niña se había reído de él cuando se pilló las manos con la puerta y le dio mucha rabia». Su profesora le riñó y demás…Días después, nos encontramos con la niña y con su madre y le dije a mi hijo que se preguntara si era «bueno» que le pidiera perdón. Así lo hizo; pidió perdón. La niña le perdonó ( ni se acordaba) y la madre no sabía nada pero no le dio importancia. Está claro que hay ciertas situaciones que son típicas con los niños y que no tienen mayor relevancia. Eso pensaba yo hasta que mi hijo me preguntó, Ama ¿Y por qué no me ha pedido perdón ella a mi?. Asentí con la cabeza y le dije que yo creía que debía haberlo hecho y…de repente me interrumpió y me dijo » Ya sé, ya sé que tú eres mi ama y es a mí a quién le tienes que decir las cosas…». Sonreí y pensé, como así lo había hecho en varias ocasiones que su naturaleza impulsiva y ruidosa le iba a traer más de un quebradero que cabeza. A él le iban a observar mucho más que otr@s compañer@s porque se hace notar y porque aún nos falta mucho por recorrer para tomar conciencia de que reírse del mal ajeno es tan negativo como pegar a alguien (aunque no sea tan impactante). El dolor ni viene sólo del grito, también puede proceder del silencio.
Las personas «ruidosas» necesitamos trabajar nuestro autocontrol y energía. Hay personas «silenciosas» por interés, hay personas «silenciosas» por incapacidad y hay personas silenciosas por necesidad. Por favor, alimentamos los caminos de la ASERTIVIDAD y seamos equitativos a la hora de valorar respuestas silenciosas con las ruidosas. Dejemos las etiquetas a un lado y miremos más a los ojos de las personas para poder entender qué les mueve.
#lallaveerestú#