No creo en las casualidades. Más bien, soy partidaria de las causalidades. Pero oye, esto es cuestión de percepciones.
En los últimos tiempos y por motivos varios en algunas de mis conversaciones se ha colado un señor llamado House. Sí hombre!!, seguro que lo recuerdas. Es el protagonista de una serie muy conocida de televisión. En la serie se llama Gregory House; un genio de la medicina tan agudo como satírico. Me gusta la serie; es rápida, intensa, reflexiva, impactante y sobre todo, no me deja indiferente. House, tampoco. Tiene su punto.
El caso es que, serie de televisión a parte, seguramente todos conozcamos a personas «House». No pasan desapercibidas. En muchos casos,de coeficiente intelectual van más que sobradas; otra cosa es el coeficiente emocional. Y no estoy hablando de personas con algún tipo de diagnóstico determinado. Hablo de personas con formas de actuar basadas fundamentalmente en el yo, mi percepción, mi razón e incluso mi zona de confort.
A los perfiles «House» se les suele justificar, «perdonar» o pasar algunos comportamientos o conductas porque tienden a solucionar los problemas con relativa facilidad. O eso parece. Pero, ¿cómo los solucionan? Ay, amigos, ese es otro cantar. Desde que el problema se genera hasta que se soluciona hay muuuucho tiempo para que «l@s houses» sean capaces de levantar todos los conflictos habidos y por haber. Me explico:
- Su propia gestión emocional se parece más a un conjunto vacío que a cualquier otra cosa.
- La comunicación con sus compañeros o equipo de trabajo se parece mucho a un campo de minas. Según van hablando o callando levantan ampollas y conflictos entre y con compañeros.
- Aciertan sí, pero a la vez arrasan. La hierba deja de crecer una temporada por donde pasan.
- Puede que se den cuenta, pero no le dan importancia. También puede que no se den cuenta.
Mucha gente quiere conocer a un «House» e incluso ficharlo en su empresa. Parecen eficientes. Otra cosa es tenerlos cerca. No es fácil trabajar con ellos. A veces, parece que se les olvida que son y somos personas. Se mueven con soltura en lo lógico y racional. Lo emocional les bloquea, altera e incluso les daña. Ahí, no saben por dónde tirar; darse cuenta de ello les hace sentir indefensos y vulnerables.
Entretiene verlos en la tele pero no motiva sufrirlos en la realidad.
Recordemos que «los houses» son personas que sienten (aunque no lo demuestren). No es cuestión de atacarles.
Recuerden «los houses» que su doctor referente al acabar el show se sentía solo, triste y aislado. Merece la pena «humanizar» el trabajo. Es una inversión personal, profesional y social el saber integrar las emociones en todos los contextos en los que nos movemos.
Hemos venido al mundo para avanzar y sin amor jamás se hará. Y cuando digo amor me refiero al cariño, consideración, agradecimiento, apoyo y reconocimiento a las personas junto a las que trabajamos.
Integrar la gestión emocional en la praxis personal y profesional nos acerca no sólo a la eficiencia sino tambíen a la excelencia.
¿Un líder «house»?
¿Un compañero «house»?
¿Qué opinas?
La Pelaya sabe lo que es compartir espacios con «houses» y, aunque puede y quiere empatizar con ellos, desea que los «houses» hagan un poquito más calor de hogar y dejen los hielos para la fracturas.
Buena semana.
Siempre #lallaveerestúconacentoenlaú