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En la mesa de Navidad, conversan las emociones

No sé muy bien porqué pero la Navidad no es algo que me enloquezca. Tampoco la rechazo y menos teniendo niños cerca. Creo que en otra vida he debido de liarla parda en estas fechas (o me la han debido de liar) porque cada vez que asoman las fechas navideñas me siento más alterada. Si no tiro de inteligencia emocional la Navidad puede resultar de lo más desastrosa.

Me gusta la gente, quiero a mi familia y soy defensora de las buenas intenciones pero siempre he sido rebelde y no me gusta hacer o sentir las cosas por imperativo legal o navideño. Estos días me resultan un poco autoritarios y con un contenido emocional difícil de digerir. Ahora no vayáis a pensar que voy por ahí gruñendo cada vez que me dicen feliz navidad o cosas similares; nada que ver. De hecho, soy yo la que felicita la Navidad.  Me refiero a un sensación más íntima y personal de cierta rebeldía hacia tanto exceso material, emocional y conductual.

Por otra parte, me divierte tremendamente observar cómo funcionan las emociones en estos días y cómo se contagian. Como son fechas de tantas interrelaciones personales es mucho más fácil identificar las emociones predominantes en cada persona. Aunque todos pasamos por decenas de emociones cada día, ya hemos hablado alguna vez de que hay personas que se identifican especialmente con unas más que otras. Tanto es así es así que, por ejemplo,  si visualizamos una cena de Nochebuena típica (quien sabe, a lo mejor pasa en tu casa) o una cena de trabajo o amigos  podemos encontrar al típico cuñado o cuñada que mantiene la calma, es correcta e incluso simpática o divertido; a su lado en la mesa estará quien parece que nació enfadado y manifiesta ira, envidia o reproches hacia todo lo que pasa (incluso hacia  el tiempo que hace). A su izquierda está el típico familiar que en su conversación sólo sabe hablar de miedos y incertidumbres; cuando se junta con quien en la mayor parte de las ocasiones ve todo desde la tristeza, desde la melancolía o desde el pesimismo, apaga y vámonos. También nos podemos encontrar a quien todo lo mira desde la sorpresa y no se puede creer nada de nada. En frente, a lo mejor está quien todo lo percibe desde al asco y así lo manifiesta; le parece una mierda cenar todos los años lo mismo, desprecia el comentario de otros o no sabe cómo la gente puede ser diferente a él…

Esta mesa es el fiel reflejo de las emociones personificadas. Echa un vistazo a tu alrededor; cuando salgas a tomar algo, tengas cena familiar o de trabajo. Muchos de tus acompañantes se moverán de emoción en emoción sin mayor problema pero también habrá quien parece instalad@ en la alegría, la tristeza, el miedo, la ira o el asco (sin que hay ningún argumento objetivo que lo justifique).

Otra cuestión más que interesante es el observar el impacto de la sobredosis emocional: De todos es sabido el estrago que puede hacer el alcohol en las reuniones en general y en las navideñas en particular. Pues algo así puede pasar con las emociones; nos emborrachamos de emociones y sentimientos que generan otro tipo de resaca a la ya conocida y afecta notablemente a nuestra salud física, mental y como no, a la salud de nuestro bolsillo.

De todas maneras, que vivan las navidades. Después de todo son días de vida y aprendizaje. En pocos días damos paso a los buenos y verdaderos propósitos como si los anteriores hubiesen sido de corta y pega; y así parece ser la vida, de corta y pega. Pues me rebelo!!!! y quiero tener buenos propósitos todo el año, comer turrón cuando me apetezca y desearle lo mejor a los demás cualquier día.

Acuérdate de seguir siendo feliz el día 7 de enero, tanto o más que cualquiera de los festivos anteriores. Este será nuestro triunfo y sólo nosotros lo podemos conseguir porque #lallaveerestú#.

El día que me tocó la lotería

El día que me tocó la lotería, ni me enteré. Bueno, a decir verdad me ha tocado varias veces y esos momentos no puedo decir que fueron los más felices de mi vida. Para qué nos vamos a engañar; muchas de esas veces pensé que me «había tocado el gordo» versión tragedia.

Fueron decisiones y acciones de otras personas (probablemente influenciadas por las mías) las que en algún momento me cayeron como un balde de agua fría; ¿Cómo podía pensar yo que me estaba tocando la lotería?.

En otras ocasiones me ha ido cayendo la pedrea y tampoco me he enterado.

Han sido los años los que me han chivado cómo va la lotería y qué es esto de que te caiga el gordo de verdad.

La lotería que te toca un día como hoy se siente de forma diferente a la que yo te hablo. Cuanto sale tu número en la tele supongo que entras en nebulosa; primero no te lo puedes creer y después, cuando ya te lo crees, ves la vida de color de rosa (aunque sea, durante un rato) y piensas que es probable que gran parte de tus problemas se pueden solucionar.

Las estadísticas hablan de otras versiones pero no nos vamos a detener en ellas.

La lotería de la que yo te hablo y que te quiero recordar es la lotería que te toca al amanecer; sí, también cuando nos levantamos después de una mala noche o con pocas ganas de afrontar lo que toca ese día. Salvo excepciones, también ese día nos toca la lotería porque siempre hay esperanza de mejora.

En mi caso, cada vez que alguien me cuenta algo positivo de la sesión formativa que hemos compartido me toca la lotería y lo hace también con cada sonrisa y abrazo de mis tres pequeños, lo hace cada vez que suspiro aliviada cuando se salvan de un golpe o caída, cuando el Dalsy hace efecto o cuando duermen toda la noche (aún no le sé porque Malen es muy chiquitina, pero lo sabré), cuando la quimio parece que hace su efecto o cuando no hizo falta. Me toca la lotería cuando suena el teléfono y al otro lado habla alguien contándome problemas banales o cuando escucho en el autobús conversaciones típicas sobre el tiempo o cómo está el tráfico.

La verdad es que me toca mucho la lotería y no me entero, o no me enteraba porque hace tiempo que tomé la decisión de valorar y valorarme en presente y no tras una desgracia. Porque la lotería es caduca y no dura siempre pero, mientras dura que viva la celebración.

Mientras escribo esto, tengo de fondo el sonido cantarín de l@s niñ@s de San Ildefonso. Ya ha salido el Gordo (esta vez ha madrugado mucho, pero nos nos ha ganado).  A mi derecha Malen duerme en su cunita y Niko ve dibujos todo lo tranquilo que de momento sabe estar. Momento lotería!!!!!

Que te toque el Gordo de la Lotería tiene que ser muy guay, sobre todo cuando lo necesitas especialmente. Ojalá nos tocase a todos una vez en la vida.

Para cuando te toque, te deseo que estés tan bien que sepas disfrutarlo. ¿Qué sentido tiene si te tocan una porrada de millones y no sabes o puedes disfrutarlo?. Que no te pille despistad@ y estate preparad@. Cuida de ti y de los demás, mantente alejado de lo no te gusta pero por favor, no te resignes, lucha por una mejora y un desarrollo. Suena a tópico típico todo lo que digo y quizás lo es pero….no por ello no deja de ser una realidad; la lotería es un sentir de ilusión y de ganas de que el mundo sea mejor.  Detrás del deseo que de que nos toque están otros más profundos; sentirnos mejor, más tranquilos, ver a los que nos rodean más felices, solucionar problemas, sonreír, descansar, disfrutar de la vida…Y todo estos deseos no se hacen con o sólo con dinero; no te engañes.

Compra décimos todos los días; ya verás cómo te toca. Yo, haré lo mismo.

Tanto si nos gusta como no, Feliz Navidad para tod@s.

#lallaveerestú#

 

 

 

SACAR PINCHOS

Son muchas las ocasiones en las que la gente me pregunta a qué me dedico. Me explico; a simple vista y en términos coloquiales acostumbro a decir que soy formadora. La verdad es que no he acabado de sentirme a gusto con este concepto, quizás porque le doy una serie de connotaciones con las que no me identifico.  En lugar de formación suelo decir taller y reconozco que me chirría la palabra «cursillo».  No en vano, para mí las palabras son importantes porque creo firmemente en que crean nuestra identidad y dibujan nuestra realidad. Desde que soy más consciente de ello procuro cuidar lo que digo y cómo lo digo y hacerlo con mayor intencionalidad.

Hace unos días, mientras preparaba (o esa era mi intención) unas patatas a la riojana  le daba vueltas a los contenidos de un taller que debía de dar próximamente. Para mí, cada sesión es un mundo y la preparo para luego hacer «lo que me da la gana». Eso sí, gracias a que planifico el taller puedo modificarlo a mi entender en función de cómo se vaya desarrollando la sesión, los participantes, sus estados anímicos…

Y, en una de las muchas reflexiones, pensé una vez más en el concepto de formadora. Y, no me digas porqué, me acordé de un pincho y del malestar o dolor que sientes cuando lo tienes clavado.  Al principio quizás no nos hemos dado cuenta de que nos hemos  clavado un pincho o bien por no ser conscientes o bien porque no duele lo suficiente; más tarde la molestia o el dolor se hacen más intensos por lo que ya no podemos hacer como que no pasa nada. Nos nos queda otra que mirar; duele porque está bastante clavado y la zona está roja. En ocasiones ya está dentro de nosotros; la transparencia de nuestra piel no avisa de que hay algo dentro que no debería estar. Aquí viene el momento más «jodido» porque hemos de decidir si pasamos del pincho y esperamos que salga sólo o desaparezca por ciencia infusa ( asumiendo consciente o inconscientemente el riesgo de infección) o si nos atrevemos a sacarlo. De hacerlo, sabemos que nos espera un rato de malestar o dolor pero cuando logremos sacarlo (o le pidamos ayuda a alguien para que nos le saque) estaremos aliviados, muy aliviados y sabremos que somos capaces de quitarnos un pincho.

Valga éste símil para explicar a lo que siento que me dedico yo; me dedico a ayudar a quitar pinchos y gracias a ello, me quito los míos. 

Con cada concepto, con cada emoción y con cada dinámica nos quitamos pinchos porque tomamos consciencia de nuestro estado; de nuestras fortalezas y debilidades.

Me encanta ayudar a quintar pinchos y agradezco a todas aquellas personas que confían en mí para hacerlo porque gracias a ellas mis pinchos salen y soy mejor persona. No diré que debería pagar por ello porque oye, mi prole también come, pero qué menos que agradecer a todas las personas con las que he compartido, comparto  y compartiré horas y horas de reflexión, aprendizaje y desarrollo personal y profesional.

La patatas no me salieron tan bien como me hubiera gustado pero  me quité un pincho de encima; ahora sé explicar mejor a qué me dedico.

#lallaveerestú#buendia.

 

Mis máster en Inteligencia Emocional

Vivimos en un mundo en el que, aunque cada vez menos, reina la titulitis.  Hay quienes aún creen  que ser poseedor/a de un título formativo te certifica como la guinda del pastel; alguien que merece, cuanto menos, un trato especial.

Y no, eso no sólo sucede con la formación; seguramente recordarás haber oído algo así como » Y tú, ¿De quién eres?», » Es de buena familia porque su padre es…y tiene…».  El caso es que nadie puede quedarse sin etiqueta y en este mundo en el que vivimos se ponen (y nos colgamos) más etiquetas que en el Corte Inglés.  Ahora, muchas de ellas se cuelgan en forma de likes; tantos tienes tantos vales, tantos tienes tanto te quieren y, a veces,  tantos tienes tanto «tont@» te puedes volver.

Bueno, más allá de esta pequeña reflexión me gustaría contarte que yo, como buena ciudadana mediocre, en algún momento también pensé que tener muchos títulos formativos me harían merecedora del mejor de los tratos y consideraciones. El caso es que sí, que ni más ni menos que la media, he obtenido mis títulos.

Y ahora, rondando los 40 no me arrepiento de ello porque aprender he aprendido ( aunque no siempre el título implica aprender). Con todo ello,  me he dado cuenta de que, de entre la masa, lo que me puede diferenciar no es lo que tengo, es lo que soy. Ya ves, a mi edad y parafraseando un anuncio de relojes.  Lo que sé no sirve de nada si no transforma lo que soy, y menos aún, se quiero evolucionar en todos los sentidos.

Hace un mes comenzó mi cuarto máster en inteligencia emocional; se llama Malen y vino al mundo el 5 de agosto. Ella, junto a sus dos hermanos son mis verdaderos maestros; me ponen frente al espejo día sí y día también. Saben evidenciar y sino, ya me lo recuerdan, cada una de mi debilidades y errores pero refuerzan como nadie mis fortalezas. Los tres son intensos y exigentes (como su madre) pero tremendamente comprensivos conmigo. Saben que hago lo que puedo y que quiero aprender y hacerlo cada día mejor. Cuando no me salen las cosas como me gustaría me besan y con sus manitas me sujetan la cara mientras me repiten (como alguna vez hago yo) «No pasa nada, lo conseguirás». 

Me formo y me formo en inteligencia emocional y habilidades interpersonales. Busco en Internet, leo libros, asisto a cursos y cada día me doy más cuenta de que lo que vivo con ellos me aporta más aprendizaje que todo lo anterior junto. Cuántas veces buscamos fuera lo que tenemos dentro! Y esta reflexión se puede llevar al día día de cualquier persona; es en la calle,  escuchando y observando a las personas como de verdad aprendemos a desarrollarnos personal y profesionalmente. 

Te podría contar decenas de historias que nos pasan cada semana y, de hecho, te invito a descargarte mi siguiente podcast en el que te cuento mi primer día de colegio…. https://lallaveemocional.com/podcast/. Sin desperdicio.

https://lallaveemocional.com/podcast/

Y te preguntarás, Ana  ¿A dónde quieres llegar? Sinceramente, a nada en concreto. Simplemente quiero recordarte que el gran aprendizaje de la vida está dentro y muy cerca de nosotros.  El día a día es nuestro maestro; nuestras retos, amistades, conflictos, reacciones, emociones y reacciones son las que no «chivan» en qué punto del camino estamos para ser lo que queremos ser personal y profesionalmente.

Haz la prueba mañana. Desde que te levantes hasta que te acuestes, observa y pon atención tanto en ti mism@ como en tu entorno, observa cómo reaccionas con él y él contigo y, en poco tiempo, descubrirás respuestas que jamás vas a encontrar ni en Google, ni en Facebook, ni en Twitter ni en Youtube.

Recuerda que lallaveerestú.

¿Por qué la inteligencia emocional te lleva al éxito?

¿Exagerada? Ni mucho menos. Por mi propia experiencia y por todas las recogidas a lo largo de varios años dedicamos al mundo de la inteligencia emocional sé que no es una exageración. Ayer me lo comentaba un asistente a una de mis formaciones; «Esos diez días me cambiaron la vida», me dijo. No os voy a negar que me encantó oírlo; de alguna manera algo tuve que ver. Pero, no me engaño; no se trata de mí sino de él. No se trata de que me considere una persona de éxito sino una persona que cada vez está más cerca de lo que desea a nivel personal y profesional. Para mí eso es el éxito. Hacer de mi inseguridades y «mala hostia» mi gasolina para acercarme a lo que llamo éxito ha sido un triunfo personal y profesional. Cierto es que no todos los días lo consigo pero la mayoría SÍ. Sigo contando con mi «carácter» porque forma parte de mi pero, en general, soy yo quien lleva mi propio control; ni los demás, ni los acontecimientos ni mi propia mente manejan mi vida.

Voy por buen camino. Estoy tan en racha que igual me animo a reducir mi gran vicio (El Cola Cao). Ya veremos.

¿Por qué la inteligencia emocional te lleva al éxito?

  • Porque sólo ella hace que sepas ir formando ese puzzle mental y emociona eres tú (y yo). «Qué sorpresa saber eso de mí» dicen algun@s.
  • Porque saber qué emociones tienes y cómo manejarlas es un camino obligatorio si lo que quieres es desarrollarte personal y emocionalmente.
  • Porque sólo la inteligencia emocional es la que te va quitar la cara de «tont@» (por no decir otra cosa) cuando no has sabido reaccionar o lo has hecho de forma incontrolada en una situación más o menos importante. «Mi jefe grita que así no pueden seguir las cosas; mi equipo dice que me tiene miedo» dicen algun@s mandos.
  • Porque, independientemente de estar en lo cierto o no, tus decisiones van a ser mucho más tuyas porque van a ser más conscientes. » Estaba cansado de dar la espalda a los conflictos. No sabía cómo abordarlos» cuentan algunas personas.
  • Porque, con inteligencia emocional, vivirás TU vida acorde a tus valores. «Lo tenía todo y estaba hasta insatisfecho; ahora ya sé porqué».
  • Porque con inteligencia emocional te ves más atractiv@ y exitos@ ( es broma… o no). «Me siento más segur@ y hasta tengo la sensación de que la gente quieres estar más conmigo».
  • Porque no hay nada mejor que sentir satisfacción con un@ mism@; esa satisfacción de ir mejorando y evolucionando gracias al propio esfuerzo.La inteligencia emocional es un trabajo de «pico y pala» pero muy agradecida porque enseguida encuentras diamantes. «Una semana poniendo en práctica algunas técnicas y ya me han dicho que qué me pasa, que en las reuniones escucho y todo».
  • Porque trabajar la inteligencia emocional cuida de nuestra salud.
  • » Parece que mi estómago está más tranquilo y mi tensión también»

Son muchos más los motivos por lo que la inteligencia nos acerca al éxito; no son para contar, son para vivir así que recuerda que la llave eres tú.

Decisiones que cuentan tu historia personal y profesional

Estaba escuchando a Tony Robbins cuando, como casi siempre me sucede, me han venido muchas ideas y reflexiones a la cabeza. La que más ha resonado en mi inquieta mente ha sido la siguiente: Si nuestra historia es producto de nuestras decisiones, tendré que echar un vistazo y repasar las decisiones que más han afectado a mi vida personal y profesional.

¿Sería interesante hacerlo, no?. Después de todo así sabré si me conviene o no repetir la estrategia.

Cuando «contamos nuestra vida» podemos tender a echar balones fuera y responsabilizar a las fuerzas del bien o del mal (según nos conviene) de nuestra andadura y resultados. Es posible que para muchas personas el azar sea un jugador importante en la partida aunque, no nos engañemos, la capitanía la debemos de tener nosotros. Si no fuese así, no nos saldría a cuenta levantarnos de la cama.

Por cierto, ha llegado a mi memoria una experiencia más repetida de lo que me gustaría que aconteció en mi vida profesional hace ya más de diez años. Por aquel entonces yo hacía selección de personal y estábamos en una época (para algun@s gloriosa) caracterizada por el reinado del noble ladrillo. Costaba mucho encontrar personas disponibles para trabajar; había movimiento en el mundo laboral y encontrar peones para cadenas de producción se convertía en algo así como una proeza. En esos días oí, y más de una vez, de boca de chicos de no más de 20 años, sin formación pero con grandes pretensiones que «no se levantaban de la cama por menos de 1500 Euros». La risa tonta era lo que me entraba a mí; en aquellos tiempos me levantaba (y ahora, también lo hago y lo haría) por menos de esa cantidad. Lejos de juzgar conductas u otras épocas anteriores me pregunto qué será de ellos en éste, nuestro presente laboral. Quién sabe!!!

Más allá de esta anécdota no podemos negar que las decisiones que tomamos o no tomamos marcan nuestra vida profesional y personal. La clave está en saber identificar qué tipo de decisiones tendemos o no a tomar y si estamos satisfechos con ellas y con las consecuencias que nos han generado. Por mi parte he de decir que hay decisiones que he tomado que, aunque incómodas y dolorosas en su momento, han sido la antesala de mi nuevo hogar; donde quiero estar personal y profesionalmente.

Decidir qué hacemos o no hacemos, de quién nos fiamos, con quién nos aliamos, en qué nos formamos o cómo nos relacionamos son decisiones clave poner los cimientos de nuestra estructura vital. Los resultados son importantes sí pero no menos que la autoría; si te equivocas, por lo menos que sea tu equivocación porque tú conscientemente hayas decidido lo que querías hacer.


Y no te olvides de que siempre estamos a tiempo de cambiar de opinión, de que la llave eres tú y de que en agua estancada soló crecen sabandijas.

Y si te pregunto:

¿Sabrías identificar las tres decisiones más relevantes de tu vida personal y profesional), ¿Volverías a decidir lo mismo?, ¿Qué has aprendido?. ¿Te levantarías de la cama por menos de 1500 Euros mensuales? (La última, es broma).
Y no te olvides de que siempre estamos a tiempo de cambiar de opinión, de que la llave eres tú y de que en agua estancada soló crecen sabandijas.

Despierta! y evoluciona

Aviso, este post no va a ser formalmente correcto; yo muchas veces no lo soy, sobre todo, porque no quiero.

Antes me mosqueaba, después me entristecía y ahora, ahora me da la risa. No puedo evitarlo. Normalmente no lo dicen a la cara; no mantienen la mirada. La valentía no es una de sus cualidades.

Quieren aparentar, y lo hacen muy bien, que les da igual. Vamos, que le parece una gilipollez, que así no se llega a ningún lado y que sólo es una moda. Les parece más efectivo y profesional hacer los chistes de siempre, mirar para otro lado o ironizar más o menos descarnadamente sobre sí mism@s o sobre los demás. Toda la vida se ha hecho así y es lo que te hace llegar lejos, muy lejos.

Me genera curiosidad, y porqué no ternura, observar y analizar su comportamiento. No, no creo que estén en peligro de extinción pero sí que creo que son seres dignos de estudio. Se han empeñado en no evolucionar.

Son personas que creen que mostrar emociones es signo de debilidad, que el más fuerte es el que enseña dientes y puño, que el éxito se hace a base de hostias y que, si hay que dar hay que dar (porque, parece que no tienen más recursos). Ironizan cuando se tocan temas sensibles y a veces, huyen con la excusa de que no tienen tiempo que perder; «Saben hablar de posesiones, números y éxitos con habilidad y entusiasmo pero se cagan por las patitas abajo a la hora de reconocer costes emocionales o inversiones personales». Son analfabet@s emocionales que no se acaban de enterar de lo que vale una emoción mal invertida y que, encima, alardean de ello.

Se disfrazan de lo que no son y se lo acaban creyendo, tanto que acaban siendo marionetas y víctimas de su propia película. Les gusta llamar al atención y que les alaben. Cuando entran a un sitio tratan de ocultar a gritos la falta de autoestima y saben como nadie ridiculizar al otro para que no se vean sus propias debilidades.

Ovejas, Rebaño De Ovejas, Animales, Lana
Con perdón de las ovejas…

Algun@s de ellos tienen mucho dinero y poder, otr@s lo quieren aparentar y algun@s más se arriman a quienes lo tienen a ver si se les pega algo.

El caso es que parece que, a muchos de ell@s la vida les sonríe pero, no te engañes; deja que se engañen ellos si así lo quieren pero tú no caigas en esa trampa. No son lo felices que les gustaría porque no tienen ni idea de quiénes son ni lo que quieren, realmente no saben con quién pueden contar (dudan hasta de sí mism@s) y tienen un miedo paralizante que les incapacita para vivir de forma coherente y tranquila.

Detrás de esta sonrisa «Profiden» es muy probable que sólo haya soledad involuntaria, tristeza e incapacidad para reconducir una vida que saben, porque lo saben, que algún día acabará y nada, nada de lo que han valorado les acompañará.

Después de todo, esa persona podemos ser nosotr@s (o hemos podido serlo en algún momento) o quizás lo sea alguien de nuestro entorno. No lo ponen nada fácil pero sería deseable que lejos de ver la parte menos atractiva seamos capaces de ver la debilidad de quien vive una vida «postiza» y empatizemos hasta darle el cariño y la fuerza para que se den (si quieren) una nueva oportunidad.

Algún día, puede que nosotros también lo necesitemos.

«Los miedos de una»

Poco a poco vamos reflexionando sobre las emociones básicas y hoy, cual mariposa, nos volvemos a posar sobre el miedo. Muchas veces he pensado que el miedo es la emoción que «mueve el mundo» y sigo teniendo esa percepción. Tiene la capacidad de mostrarse sin maquillajes ni miramientos; una película de miedo o una situación de peligro real e inminente pueden ser ejemplo de ello. Por otro lado, es una emoción tan versátil que sabe disfrazarse y armarse de sutileza para que, a primera vista, no sepamos que es ella quien actúa por nosotros; dejar de hacer o decir algo por miedo a reacciones, mantener aparcados proyectos y conversaciones porque no sabemos qué puede pasar o qué consecuencias puede tener, atacar antes de ser atacados, seguir con la misma vida porque al final, «más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer», etc. Ay madre cuándo daño ha hecho esta expresión!!!!

Más allá de pequeños hábitos vinculados a la rutina diaria no me considero una persona miedosa o, pensándolo bien, sí lo soy. Creo que tengo miedo, mucho miedo a no vivir la vida como siento y quiero. Creo que para mí sería un verdadero fracaso acabar mis días con la sensación de haber pasado por este sendero con el mero objetivo de existir. Sería capaz de hacer un pacto con el diablo, o quien tenga potestades, si me diera otra oportunidad jejeje.

Para ir eliminando pactos poco atractivos hace años que me dispuse a vivir y a transformar ese miedo en impulso. Suena bonito y un tanto utópico, lo sé, pero bueno, cada un@ tenemos derecho a fantasear y buscar lo que queramos.

La cuestión es que el tema se complica, la maternidad es un verdadera tabla de ejercicios ante el miedo; ya no sólo estás tú, de hecho tengo dos hijos y en camino viene la tercera. Por si se te ha pasado por la cabeza; ni estoy loca, ni pertenezco a ninguna corriente, ni tengo mucho dinero, ni na de na. Simplemente voy a ser mamá de familia numerosa y aunque jamás lo hubiera imaginado ahora no lo concibo de otra manera. Ya te he dicho que quiero vivir a mi manera y ésta es mi fórmula: Mamá familia numerosa+autónoma+rebelde por naturaleza. Eso sí, mis hijos son gran parte de mi impulso y mi trabajo me encanta; además, cuento con la complicidad del mejor compañero de vida.

Y, volviendo al tema del miedo supongo que entenderás que, en parte, se multiplique; de vez en cuando aparece el miedo a no abarcar todo como creo que debería, miedo a no ser la madre que me gustaría, miedo a no estar a la altura profesionalmente (de la otra, me conformo con el 1.59 cm), miedo a… Soy muy consciente de que el miedo, bien llevado y trabajado, lejos de bloquearnos o paralizarnos nos aporta prudencia y nos protege. Por eso, cada día me llevo mejor con él; ya nos vamos conociendo y sé cuándo quiere chivarme algo interesante, cuando quiere volverme loca, cuando quiere protegerme o cuando, simplemente, busca recordarme algunos aspectos que mi mente olvidadiza no recuerda. De cualquier manera, él hace su trabajo y el mío es saber que está ahí, agradecerle todo lo que hace por mí y pararle los pies si creo que se extralimita en sus funciones. De alguna manera, también hemos de ejercer como madres y padres con el miedo; si le dejamos, si no le educamos y le malcriamos él hace con nosotros lo que quiere.

«Mi vida estuvo llena de desgracias…»

No recuerdo quién fue la primera persona que lo escribió por primera vez, o por lo menos, de quién lo leí. Lo cierto es que esa frase podía ser perfectamente mía, sobre todo, durante algunos años.

Te propongo un pequeño ejercicio para el día de hoy: Piensa o, mejor aún, haz un pequeño (o grande, lo que salga) listado de todas o muchas de las cosas que te preocupan. De este listado, selecciona aquellas que «más quebraderos de cabeza te dan» y escoge a aquella que entiendas prioritaria para atender.

Ahora, imagina que eres un ser con la capacidad de observar y atender desde todos los ángulos; algo así como una preciosa y ligera mariposa que revolotea en silencio alrededor de ti mism@ y puede ver esa «preocupación» desde todas las perspectivas. ¿Qué te cuenta la mariposa?, ¿Qué perspectivas te da?, ¿Qué sentimientos te genera?. Recuerda! ni tú ni la mariposa os dejáis llevar por los pensamientos porque éstos vienen y van como las nubes. Déjalos ir. Céntrate en las sensaciones que te genera la mariposa y escúchale. Ella tiene toda la información y sabe lo que te puede ayudar.

Hace unos años un amigo me contó que en los lugares donde hay mariposas no hay contaminación.

Estoy convencida de que, si has seguido los pasos, la mariposa te ha llevado a percepciones y sensaciones que te ayudan a relativizar, encontrar la perspectiva más sana y aliviar ideas preconcebidas.

Porque sí, «Mi vida estuvo llena de desgracias, MUCHAS DE LAS CUÁLES NUNCA SUCEDIERON».

#lallaverestu#

IE para Semana Santa

Vacaciones de Semana Santa, cuántas expectativas por delante!

Por si te pueden inspirar o ayudar, ahí van algunas anotaciones, reflexiones o ideas (como las quieras llamar) que viene muy bien recordar si lo que queremos es disfrutar, cargar pilas y aprovechar estos días para coger energía y mejorar.

Toma nota:

  • Las vacaciones siempre generan expectativas pero sólo serán positivas si eres consciente de que hay una gran parte de ellas que dependen de ti y otras que no están dentro de tu zona de control. En cualquier caso ( y en la mayoría de las ocasiones) tú tienes la liberta de poder sentirte y reaccionar como quieras; tú tienes la responsabilidad y el control.
  • Recuerda que el tiempo es tu tesoro más preciado; elige cómo y con quién lo pasas. Supongo que en tu agenda estarán planes más o menos voluntarios. Selecciona todo lo que puedas y elige tus compañías; marca la diferencia.
  • Sonríe, sonríe y sonríe. Si llueve, si los planes no salen como esperabas o si algo o alguien te saca de tus casillas, no dejes de sonreír. Con esto no quiero decir que no te enfades o no estés triste; a lo que me refiero es que hagas un esfuerzo por sacar el aprendizaje y la moraleja de lo que sucede. Sonríete y quiérete; te lo mereces.
  • Las vacaciones pueden ser un buen momento para relajarte, disfrutar en compañía y en soledad; regálate descanso y reflexión. Dedica algo de tiempo para invertir en mejoras que puedas disfrutar y aplicar cuando vuelvas a la rutina.
  • No le tengas miedo a la vuelta a la rutina; identifica todas las cosas buenas que te da el día a día rutinario y agradece. Busca áreas de mejora y proponte pequeños hábitos que te ayuden a ser más feliz más allá de las vacaciones. Recuerda que la vida va más allá de los fines de semana, los puentes, la Semana Santa, el verano o la Navidad. NO desperdicies tu vida.

Te deseo la mejor de las vacaciones. Te deseo la mejor de las vueltas y la mejor de las rutinas. Este es el reto; autosuministrarnos «lo mejor».

Gracias!