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Y dice la Pelaya

«Como no se cuánto tiempo me van a dejar seguir contando mis cosas en este blog, hoy me voy a lanzar un poco mas.

Una, por defecto, es formalmente incorrecta porque la vida también lo es. ¿O no?. Eso no quiere decir que no haya momentos en los que es mejor tener el pico cerrado por lo que pueda pasar. Pero, cuando se puede y quiere mejor soltar que ahogar.

En una ocasión se me escapó un pedo Sí, has oido bien y los que estaban en la misma sala que yo también creo que lo oyeron. Y  digo que lo creo porque ni pregunté ni nadie por su propia inicitavia me lo corroboró. Pensándolo bien, tampoco serviría para nada, no?. El caso es que yo sé que se oyó. Había mucho silencio y bastante oscuridad. No pienses mal, que sólo era una clase de yoga.  Y una, que trata de autocontrolarse en todos los aspectos no siempre lo consigue. Menos aún cuando acababas de ser madre de tu segundo hijo y el cuerpo está más que alterado.

Recuerdo los momentos inmediatamente posteriores a mi «explosión». Intentaba autoengañarme diciéndome que como estábamos a oscuras no sabían quién habia sido, que otras personas tenían mas pinta de incontinencia que yo y seguro que el resto pensaría que había sido alguna de ellas, que…Menuda lista de chorradas se te pasan por la cabeza para gestionar la pérdida de un mísero pedo.

Y estoy viendo  tu sonrisa al leer esto. Imagino que en tu interior habrá un baile  emocional en el que se entremezclan la risas por la situación y la verguenza ajena. Es normal,  pero no te averguences por mí que ,ya lo hice yo. Además, ¿A quién no se le ha escapado un pedo nunca?. Al que no…que se lo haga mirar.

y ¿Para qué te cuento esto? Porque necesito desahogarme y soltar lo que me atormenta por dentro. Es broma, o no.

Simplemente quiero recordarme y recordarte que hay emociones aprendidas . Las emociones sociales ( admiracion, gratitud, celos, envidia, etc.) se aprenden y están muy influenciadas  por el contexto en el  que vivimos. La verguenza es una emoción aprendida o, lo que es lo mismo, aprendemos qué nos ha de dar verguenza.   A veces, por repetidos, comportamientos no muy adecuados, se convierten validados y aceptados. Y, ya no nos da verguenza porque se han normalizado.

Que se nos escape un pedo, pudiendo ser lo más natural del mundo, es una verguenza. Depende del  qué lugar o familia en la que vivas determinados comportamientos no son una verguenza.  Por ejemplo, nos da verguenza equivocarnos pero no nos da verguenza poner excusas que rozan la tomadura de pelo y el menosprecio al otro. Nos da o les da más verguenza llevar manchada la chaqueta  que ignorar a alguien, cometer un fraude o engañar. ¿Por qué será?. Quizás porque  es más fácil justificar una cosas que otra.

Ante los ojos de la sociedad es menos aceptable una falta de control del cuerpo que la falta de valores constructivos. Ay que joderse! Sentimos más verguenza por no tener o no saber que por engañar o estafar (en sus diferentes modalidades).

Pues eso, que procuraré que no se me vuelta a escapar otro, pero, si ha de salir que salga. La salud de una es más importante que cualquier otra cosa. Por respeto a los demás es importante mantener ciertas protocolos de comportamiento pero no nos olvidemos de priorizar.

Démosle una vuelta a estas emociones sociales como la verguenza, la envidia, los celos, la admiración o la gratitud y preguntémonos para qué nos sirven y cómo las queremos gestionar. De ello dependerá cómo nos llevemos con nosotros mismos y la relación que tengamos con los demás».

Una vez más #lallaveerestú#.

Ánimo con septiembre que el pobre no tiene la culpa de nada.

Después también es hoy

Hay una parte de mi que está encontrando mucho bienestar en el confinamiento; tiempo para estar con mis hijos, mucha reflexión y pocas prisas y tengo todo lo que necesito materialmente hablando. Creo que estoy viviendo el presente e ilusionando el futuro; me gusta. Es probable que el día antes de que todo esto acabe más de uno y más de dos tengamos cierta pena porque así sea y cuando volvamos a la rutina tengamos nostalgia de los días de recogimiento. Así somos los seres humanos.

Mientras tanto disfrutemos (cuanto y como podamos) los momentos positivos que nos da el confinamiento y aprendamos todo lo que podamos de las partes más duras y dolorosas.

LLegará el día en que salgamos de nuestras casa y sintamos cierta desprotección; después de todo ya no nos cobijan las cuatro pareces, todo vuelve a iniciarse o reiniciarse y hemos de coger ritmo. Y lo haremos, claro que lo haremos. ¿Cómo lo haremos? Pues eso depende de cada uno de nosotros. Aunque en algunos casos el margen de elección y maniobra pueda ser reducido SEGUIMOS SIENDO LIBRES y en teoría con alguna lección más aprendida. Pues pongámosla en práctica.  Demostrémonos y demostremos al mundo que somos dignos de él y que sabemos hacer mejor las cosas. ¿Nos queremos?, ¿Queremos a nuestros hijos? Pues de verdad demostrémoslo y demos un plus de humanidad, consciencia y responsabilidad a todo lo que hagamos y decidamos.

Leer, dar un like o recomendar es grato para quien lo hace y para quien lo recibe pero bueno….no es más que eso. Eso es fácil.

Estos días las redes están que arden; nos movemos buscando distracción, información, alivio, desahogarnos o encontrar posibilidades profesionales.  El Coronavirus no ha dejado ni dejará indiferente a nadie y nos tocará (ya lo está haciendo) las emociones, la salud y el bolsillo. Parece la receta perfecta para dejarnos KO; lo que más nos duele es lo que más vamos a tener que tocar, replantear e incluso modificar.

Pero, para de verdad salir reforzados de esta crisis, para superarla con el menor número de dolores posibles hay que «arremangarse» y ponernos manos a la obra. Tocar las teclas del ordenador cual juez lanzando veredictos no nos puede hacer creer que somos capaces de todo. Ni mucho menos.

Esto, si de verdad se quiere arreglar, no se hace desde un like, ni siquiera desde una pantalla de ordenador. El germen, la semilla que ha de florecer más fuerte y hermosa sólo puede ser plantada y cuidada por el ser humano y entre seres humanos. Porque detrás de un contacto físico, un espacio compartido, una mirada, un gesto, un silencio, un abrazo o un apretón de manos se sabe de verdad cuáles son las verdaderas intenciones.  La tecnología es un medio que  apoya, como no, y  permite que las  intenciones que conviertan en realidad.

Estés en la situación que estés (desempleado, trabajador por cuenta ajena, empleador, autónomo, gestor CEO de hogar, etc)  mírate y déjate mirar; no lo hagas todo por la red, acércate al otro y demuestra tus intenciones. A partir de ahí es cuando vamos a reconstruir y construir nuevas redes que nos permitan pescar más y mejor.

Esta situación que vivimos nos está demostrando qué manda y a quién debemos prestarle más atención. Debemos de poner en el foco más en el cómo que en el qué. Si queremos ser mejores e incluso conseguir más cosas está bien, hagámoslo, pero cuidando mucho el cómo lo hacemos.  No todo vale ni para nosotros ni para los demás; quien no entre a ello tarde o temprano se verá apartado tanto en el ámbito social como en el económico.

Escucho y leo atentamente las impresiones de numerosos expertos en áreas tan diversas como la economía, el ecologismo, la filosofía, la tecnología, la medicina…y, verdaderamente nadie sabe cómo va a reaccionar el mundo después de todo esto. No hay precedes similares a los que agarrarse para prever pero sí hay algo que todos comparten; es el ser humano (tú y yo) quienes serán la llave que abra o cierre la puerta de la solución.  

Por ejemplo, se me ocurre que, desde el confinamiento podemos;

  • Saludar amablemente a los vecinos y preguntarles cómo están o si necesitan algo.
  • Ayudar (poniéndolo en conocimiento de quien sea competente) a aquellas personas (niños y mayores) que sufren dentro de su hogar. No nos hagamos los tontos, que oír seguimos oyendo.  Tengo la sensación de que el Coronavirus nos ha mandado la mascarillas para que nos callemos un poco y aprendamos a escuchar y actuar. Este mundo es el de los valientes, el de aquellas personas que se han dado cuenta de que no pueden girar la cara y taparse los oídos frente al sufrimiento ajeno. Sí se puede, hay que hacer.
  • Pagar, pagar y pagar impuestos sin clamar al cielo y despotricar. Está bien auditar e incluso discrepar con  el cómo se gestionan pero dejémonos de quejas que es muy, muy cansino.
  • Hacer caso de lo único que se nos pide; quedarnos en casa.

De uno en uno se hace un millar, un millón y los miles de millones que estamos. De uno en uno ha de partir la solución. Es verdad que las decisiones de unos tienen más impacto que las decisiones de otros. Entre todos habrá que velar para que quienes decidan lo hagan lo mejor posible mientras cada uno de nosotros ejercitamos la coherencia y eso implica echarle un par.

#lallaveerestú#

¿He comido?

Otro día más de cuarentena. No es fácil. Hay momentos en los que se pierde la noción del tiempo. Niko anda despistado. Ayer a mediodía  (14:00 h) me dice: «Amatxu, dame bibe». Le contesto sorprendida que no es la hora del biberón y le pregunto si quiere yogures (en plural porque los come de dos en dos) y me dice que ya los ha comido. Entre risas le digo que no, que no los ha comido…Al cabo de un cuarto de hora me pregunta: «Amatxu, ¿hemos dormido hoy?».

La cuestión es que poco a poco vamos avanzando. Aunque estemos sumidos en el miedo o la frustración no tengáis la menor duda de que cada día en casa es un paso hacia la victoria. Continuamente me viene a la cabeza la duda de cómo lo estarán pasando el resto de las familias; cada una tenemos nuestras peculiaridades y circunstancias.

Cada día hablamos con la familia; especialmente con los abuelos. Me genera mucha ternura ver cómo tanto mis padres como mis suegros se emocionan por la distancia que han de mantener con sus nietos. Mis hijos se están criando con contacto directo con todos sus abuelos y esta distancia les resulta extraña y dura. Todos los días me dicen que quieren ir con ellos. De hecho, cada vez que salimos a aplaudir al balcón, Niko (3 años) va aplaudiendo mientras dice «Por mis vecinos, por mis abuelos y por Jose y Elena».

Cada persona vivimos este confinamiento de forma diferente. Más allá de las condiciones externas como son el lugar donde residamos,  los espacios que tengamos, etc, existe un condicionante clave en este proceso y es cómo lo llevamos internamente. Muchos de vosotros me escribís contándome todo el batiburrillo de emociones que tenéis y la verdad es que el día para tener muchas y muy diferentes emociones (con intensidad, duración y frecuencia variable).

Es buen momento para recordar que nuestro cerebro es el mejor economista que existe y que, ante situaciones que interpreta como desfavorables (como puede ser esta), suele cerrarse en banda y evita hacer desgaste de energía. Por tanto, es común que ante esta situación  se produzca la paradoja de que aún teniendo más tiempo que de costumbre, hagamos menos cosas que en una jornada «normal». El cerebro manda mensaje al cuerpo de que baje y guarde energía por lo que pueda pasar y ahí vienen emociones como la apatía, el aburrimiento o la desgana.  No dejéis sólo a vuestro cerebro en este caso porque sigue siendo un tanto reptilíneo y se equivoca en las interpretaciones o valoraciones que hace.

Esta situación es compleja y mucho, pero no es una situación que el cerebro haya de valorar de peligro absoluto por lo que dejemos de guardar energía y aprendamos a dosificarla. ¿Para qué? Para no seguir alimentando estados de apatía, desesperanza y tristeza. Salgamos de esta espiral y pongámonos pequeños retos diarios cuyo cumplimiento nos motive y nos haga sentir autoeficaces. Pueden ser retos pequeñitos, creativos, divertidos,  etc. que nos ayuden a superarnos, a hacer cosas pendientes, a dedicarnos a nosotros mismos, a dedicarnos a los demás, etc. Eso sí, han de ser objetivos realistas, positivos y que nos motive hacer. ¿Se te viene algo a la cabeza?. Yo, estoy poniéndome un objetivo diario de lo más variado; desde limpiar el armario de los zapatos, leer algo en inglés, investigar sobre alguna herramienta online, estudiar contenidos de mis formaciones, hacer sentadillas…

Imagina cómo te puede sentir una vez que todo esto ha pasado y echas la vista atrás y te das cuenta de que has «desperdiciado» esta ocasión y estos días porque te los has pasado quejándote, dejándote llevar por la pereza o la ira o la tristeza…Ahora, imagina cómo te puedes sentir al recordar  que  has aprovechado el tiempo para hacer lo que querías hacer (descansar, retomar temas pendientes, aprender algo nuevo, charlar con la familia, replantearte cosas de tu vida…). Tú eliges porque sigues siendo libre.

Intercalar estos objetivos con la vida profesional y personal ayuda a sentirse mejor y a gestionar mejor el tiempo. Porque ya sabes que «en agua estancada solo crecen sabandijas». Y cuando todo esto acabe no necesitamos más sabandijas (que ya tenemos) sino personas resilientes que saben ver en el cambio un aliado para mejorar.

Después de todo esto nada será igual. Quien esté pensando en que la vida continuará igual se equivoca y mucho.  Tanto en la vida personal como en la vida profesional habrá cambios (más o menos perceptibles o sutiles) pero serán cambios masivos que cambiarán nuestra realidad. Ayer una amiga me decía, muy acertadamente desde mi punto de vista, que hemos de aprender a convivir y ser felices en la incertidumbre. Este momento es un ejemplo de los variable, vulnerable y cambiante que es nuestro mundo; planificar está muy bien pero sólo para poder sobrellevar los cambios de manera más organizada. Somos seres de cambio y el mundo social, laboral y económico ahora lo son más que nunca.

CAMBIO= Capacidad de adaptación al medio vida. ¿Estamos preparados?

Hoy puede ser el mejor momento para que le demos una vuelta a la siguiente pregunta:

¿En qué soy bueno/a gestionando el cambio?.  Recuérdate a ti mism@ cuáles son tus bazas para ganar esta partida.

Ánimo a todos y aplaudamos a la vida y a las personas que son parte de la solución y no del problema. A los que se han querido ir de puente cacerolada al canto.