Autor: lallaveemocional

Cuando vuelva

Cuando volvamos, en el momento que en retomemos contacto con la realidad que dejamos, nos daremos cuenta de que ya no es lo mismo. Pequeños-grandes cambios nos deparan; una nueva realidad impregnada del Coronavirus y sus secuelas, del desarrollo natural de la propia vida y, en unos casos más que otros, de decisiones vitales.

Cuando volvamos:

  • Es posible que ya no necesitemos abrigos; quizás el sol quiera consolarnos un poco más de lo habitual.
  • Malen, ¿Reconocerá a su familia?. Hasta hace menos de dos meses pasaba las horas entre los brazos de sus abuelos, identificaba sus voces y solicitaba su cariño. Quizás tengan que empezar de cero o quizás sean más fuertes el olor, el sonido y el amor que la distancia. Dos meses en la vida de un bebé de nueves meses son mucho tiempo; ya tiene pelo, ya se mueve por sí sola, interactúa con las agilidad y sonríe con más picardía.
  • Habrá personas que ya no estén. Iremos a verte pero ya no estarás. Estabas muy cansado. Descansa en paz Paco.
  • Otros vendrán; alegrías por compartir. Ajenos a cuanto acontece aliviarán dolores y fortalecerán esperanzas.
  • Unos habrán perdido el trabajo, otros lo encontrarán, habrá quien tenga que reinventarse profesionalmente. Nadie sabe cuál será exactamente el nuevo escenario laboral pero todos hemos de ser conscientes de que se producirán cambios de intensidad y profundidad variada. Todos nos veremos afectados y todos, colectiva e individualmente, buscaremos formas de adaptarnos, sobrevivir y superarnos. Lo haremos porque ya lo hemos hecho en otras ocasiones.
  • Habrá quien tenga que volver a convivir profesionalmente con personas con las que no tiene mucha afinidad. Es una buena oportunidad para volver a empezar y buscar intereses comunes que acerquen posiciones. El día a día puede ser muy cruel si se desarrolla en continuo estado de conflicto. Ya sabemos lo que es vivir en un estado de alarma ¿Para qué subir de nivel?.
  • La precariedad en la que viven muchas personas se acentuará; desde las instituciones e incluso desde la bondad humana  se debería aliviar ese dolor. En estos tiempos nadie debería pasar hambre,ni frío, ni soledad ni muchas más cosas que tú ya sabrás.
  • Muchas serán las personas que, en mitad de esta locura, se hayan encontrado a sí mismas. Reconciliarse con uno mismo es el primer paso para ser más feliz y aportar valor.
  • La sociedad deberíamos ser conscientes de las grandezas del ser humano. Porque, más allá de muchas miserias y  miserables, muchas, muchísimas, la mayoría, son las personas las que a través de su profesión o de su ámbito más particular lo han dado todo para que el resto, podamos sobrevivir y vivir más dignamente.
  • Los dineros deberán ser valorados como lo que son; medios y no fines.

Hay tanto por lo que hemos de agradecer y tantos retos que afrontar…

Esto es la vida; a quien se le había olvidado, esto es la vida. Bienvenidas y despedidas.  Abrazar a la incertidumbre, aceptar pero sin resignar. ¿Queremos ser más felices?, ¿De verdad queremos mejorar? Demostrémoslo.

Por cierto, el otro día «pillé» a Niko así…¿Cómo lo interpretáis? (Saturación, reflexión, meditación…)

#lallaveerestú#

Si lo echas de menos es que no has aprendido nada

Vivo en una burbuja; mis días se van entre palabras, pañales y micromundos. A cada uno este lío nos pilla en una etapa vital diferente.

A sus 7 años a Jon le motiva la idea de no tener que ir al colegio al tiempo que añora cada día más a sus abuelos y primos.  Echa de menos la libertad del pueblo, correr con el balón y comer fuera. Le he prometido que cuando todo esto pase iremos a un restaurante. Aún así, es responsable y tiene el «Quédate en casa» más que presente.

Niko le lleva como puede. El Coronavirus le ha pillado en mitad de una crisis personal propia de la edad. La llegada de su hermana se ha sumado a ese vaivén de emociones . Tres años le son suficientes para entender que hay que esperar para poder salir de casa y, entre pataleta y pataleta, insiste en que si estamos tristes nos cuidaremos.

Malen aprende sin descanso de sus hermanos. Aparentemente ajena a todo lo que sucede su máxima es conseguir arrastrarse lo máximo posible para cogerle los dibujos al mediano y el mando de la Play al mayor. Cuando salimos al balcón sonríe y cierra los ojos dejándose querer por el sol, por las nubes y por el aire. Entre sus avances y la más que previsible salida de algún diente está más que ocupada.

Seguir rutinas  nos ayudan a mantener un caos ordenado. Las risas y los llantos se suceden a la velocidad del rayo; el día es intenso. La cunas y las camas nos reciben agotados.

Y, de la manera que podemos y sabemos, acostumbramos a recordarles lo importante que es estar agradecido a quienes se esfuerzan por nuestro bienestar.

Si cuando volvamos a la «rutina» (aunque sólo sea un poquito) te sorprendes a ti mismo diciendo, pensando o deseando volver a tiempos del Coronavirus es que no has aprendido nada.  Una cosa es saber adaptarnos y sacar lo mejor de cada situación y otra entender que esta situación es un mero sin-pas global para volver a la «normalidad».

Porque, a lo mejor, lo que considerábamos normal (nuestra vida antes del Coronvirus) en muchos sentidos  es tan anormal como los está siendo la situación generada por la pandemia.

No soy partidaria de estar pendiente a todas horas de las noticias, ni mucho menos, pero sí lo soy de verlas todos los días. ¿Para qué? Para ejercitar la empatía, para saber qué está pasando más allá del calor más o menos agobiante de nuestro hogar, para recordar que ahí fuera ( a donde no de dejan salir) hay personas que lo están dando todo porque tú y yo volvamos cuanto antes a  hacer vida social.  Todos sus esfuerzos no tienen otro sentido que el de salvar vidas, cuidar y proteger a los más débiles, «limpiar» de  Coronavirus las calles para que pronto levantes las persianas de tu negocio y sonrías a los ojos.

Y es que es humano que perdamos consciencia de lo que verdaderamente está pasando. Es humano querer evadirse y agarrarse a la certidumbre que nos da todo aquello que creemos que controlamos. Mentira, no controlamos nada de lo que pasa a nuestro alrededor, sólo podemos controlar cómo reaccionamos ante ello. Pero eso cuesta, y mucho. Es más fácil izar la bandera de la queja; no hay forma de que nadie acierte ni con lo que diga ni con lo que haga.  No hay un mínimo de consenso en cuestiones tan básicas como la unión en momentos de crisis.

Lo que ya no es digno de un humano con más de dos neuronas y ganas de avanzar es que sigamos haciendo las cosas igual. ¿Algo habremos aprendido, no?. Aunque no sea más que a no derrochar el papel higiénico.

Si hubiese un dron por ahí pululando o los extraterrestres nos estuviesen vigilando seguro que estarían flipando.  A millones de kilómetros de la Tierra sólo se vería una gran bandera; la QUEJA. ¿Y estos son los seres avanzados? Parece una broma del Mundotoday.

Si, cuando volvamos a nuestro trabajo, a nuestras relaciones sociales, etc.  nos  acordamos frecuentemente de los días de pandemia es que hay alguna lección que no hemos aprendido.

Por el momento yo me estoy aprendiendo esta:

  1. Todo es posible, todo puede ser y suceder; ¡adáptate coño!
  2. Carpe Diem. Disfruta el momento. Es lo único que tienes.
  3. Bandera de la queja a media asta. No  la quito del todo porque igual me da un «patatús». Mantenemos alguna  queja pequeña para sobrellevar el «mono».
  4. Autosuministro de emociones beneficiosas. Si espero que lo hagas algunas personas en las redes sociales lo llevo claro…
  5. Cuando «me suelten» me esforzaré por hacer mejor las cosas.
  6. «Cuando «me suelten» seguiré sintiéndome libre para dar mi opinión. Con respeto y con firmeza. Suspiro, porque eso a veces cuesta.

Mil gracias a todas aquellas personas que cada vez que abren la boca lo hacen para aportar no sólo ánimos y energía positiva sino también datos e información relevante que busca ayudar y no manipular.  Mil gracias a todas las personas que física o virtualmente suman con sus esfuerzos, conocimientos y actitudes.

A pesar de todo, hoy más que nunca sigo creyendo en las personas. Creo en mi y creo en ti. Creo que muchas personas que hacen daño lo hacen porque se sienten heridas y, algún día, volverán a sentir la paz y  el alivio que supone vivir sin el peso de rabia.

Hablamos mucho del aprobado general de los niños en el colegio. Y los adultos ¿Hemos aprobado?, Y tú, si tuvieses que puntuar a alguien como tú, ¿qué nota te darías?.

 

 

¿BUENISIMXS?

Creemos ser buenas personas. Queremos ser buenas personas. ¿Lo somos?. Yo, no lo sé.

Lo somos con quien no nos molesta, no nos incomoda o no nos contradice. Lo somos con quienes nos dan pena, con quienes pensamos que son más infelices que nosotros, quienes tienen menos …

Eso es ser buena persona?

Seleccionamos con quien ser buenos o lo hacemos con un filtro subjetivo; nuestro propio interés. Somos buenos cuando queremos apaciguar nuestra conciencia, cuando queremos tener algo de lo que enorgullecernos públicamente o cuando nos conviene para algo.

¿Eso es ser buena persona? Quizás más bien es una persona que a veces es buena en su comportamiento.

Porque, una cosa es lo que hacemos y otra cosa es lo que pensamos.

Ahí se abre otro meloncito. ¿Son buenas personas las que hacen algo de cara a la galería pero están pensado lo contrario?. No lo sé.

Hombre, si nos ponemos muy puristas aquí no se libra «Ni el Papa» pero creo que puede ser interesante reflexionar sobre el tema. El lenguaje crea realidades y, por lo menos, es interesante conocer cúal es condición o condiciones que ha de cumplir para ser buena persona.

Y dice la RAE:

Bueno/a: Dicho de una personaSimplebonachona o chocanteU. m. c. s. El bueno de Fulano. 

Bonachón: adj. coloq. De genio dócilcrédulo y amable.

Pues, según la RAE yo, no soy buena persona. Así, sin paños calientes. Genio tengo, pero  la docilidad (entre otros atributos mencionados) nunca ha sido mi fuerte.

Otro cuestión:

¿Un persona es buena si se porta bien conmigo y no tan bien con los demás? Lo sé, es complicado.

Creo que no hay personas buenas ni malas (salvo contadas excepciones). Hasta los dictadores más sanguinarios tenían seguidores y gente que les quería.

Creo una buena manera de medir si somos o no tan buenos (según mi criterio, que no el de la RAE)  es:

  • Considerar cuáles son nuestras verdaderas intenciones cada vez que hacemos o decimos algo.
  • Respetar la libertad propia y la ajena y obrar en consecuencia.
  • Querernos y cuidarnos a nosotros mismos; es muy complicado ser bueno con los demás sin tener un mínimo de consideración con uno mismo. No se puede dar lo que no se tiene. Tarde o temprano desfalleceremos.

Cuando realizo formaciones en inteligencia emocional también acostumbro a reflexionar sobre la relación que existe entre ser buena persona y la gestión emocional. No necesariamente son buenas personas aquellas que callan para no generar conflictos. Ni tampoco han de serlo por definición aquellas que «no se meten en líos».  La personas más viscerales tampoco son o no son buenas personas por definición. Las buenas personas saben gestionar sus emociones para que éstas se conviertan en aliadas a la hora de hacer el bien.

Lo que sí se acerca a la bondad es la capacidad de dar sin esperar nada a cambio. Dar sin reproche, sin demasiados gritos, sin amenazas pero por qué no con la inquietud  y acción de mejora. Las buenas personas también se enfadan, exigen y demandan evolución tanto en sí mismas como en los demás.

No ser buena persona tampoco significa ser mala persona como no ser guapo no significa ser feo. Vamos, que ser «bueno/a», desde mi punto es una graduación superior a lo «normal».

¿Cómo lo veis?

¿Os consideráis buenas personas?

CREA TUS PROPIAS EMOCIONES

Ya lo decía  Ramón y Cajal: “TODO SER HUMANO, SI SE LO PROPONE, PUEDE SER ESCULTOR DE SU PROPIO CEREBRO”.

Es posible que te parezca imposible o exagerado pero lo cierto es que la ciencia avala esta posibilidad. Todos, con mucha voluntad y constancia, podemos modelar nuestro cerebro; su plasticidad le permite cambiar a través del aprendizaje.

¿Parece increíble verdad? Pues creételo.

Con respecto al mundo emocional también es posible crear y modelarnos.

Te presento a Leslie Greenberg, un psicoterapeuta e investigador de la terapia emocional. Greenberg aporta interesantes ideas sobre las emociones así como una clasificación muy útil y sencilla para conocer un poco más sobre nuestro comportamiento emocional.

Habla de emociones primarias (adaptativas y desadaptativas), emociones secundarias y emociones adaptativas.

*Las emociones primarias adaptativas son respuestas emocionales viscerales; ya sabes, esas reacciones impulsivas que tenemos al reaccionar a algún acontecimiento. Por ejemplo, me río a carcajadas ante una sorpresa grata, lloro ante la pérdida de un ser querido, etc. Estas reacciones son saludables y ayudan al ser humano a adaptarse al medio.

*Las emociones primarias desadapativas también son reacciones viscerales pero, éstas, ya no son tan sanas porque ya no son respuestas adaptativas. Me explico; estas respuestas puede que ya no tengan estímulo inmediato al que responder porque pasó hace tiempo o porque ya no exista. Imagina a aquella persona que sigue llorando o quejándose porque le despidieron hace 10 años de un trabajo, o aquella que desconfía de sus vecinos porque en una ocasión uno le agredió en la escalera o aquella persona que cuando la rozas la mano se altera porque fue maltratada en un pasado. Este tipo de respuestas suelen ser aprendidas y dificultan mucho el desarrollo de cualquiera de nosotros. Te propongo que eches un rato e indagues cuáles son tus emociones-reacciones desadaptativas.

  • Las emoción secundarias surgen a consecuencia de otra emoción y recurrimos a ellas (consciente o inconscientemente) para ocultar lo que realmente estamos sintiendo. Por ejemplo, estoy triste porque una amistad ya no me trata igual y en lugar de demostrar mi tristeza manifiesto enfado con ella, estoy preocupada porque tengo una cita médica importante pero tapo esa preocupación utilizando el sentido  del humor irónico…

Y, en tercer lugar nos encontramos con las emociones instrumentales.

Y aquí quiero llegar yo. Las emociones instrumentales son aquellas que se expresan conscientemente y de una forma automática para conseguir una meta o un objetivo. En muchas ocasiones podemos no ser  conscientes de ellas y no suelen ser muy saludables porque acostumbramos a utilizarlas  para manipular. Por ejemplo, alguien que «finge»tristeza para provocar mayor atención y cuidados del entorno o cuando nos comunicamos con otras personas y lo hacemos desde la negatividad para que nos animen, para contagiar nuestros enfado y generar determinadas reacciones del otro, etc. Este tipo de emociones en muchos casos puede provocar que el entorno se aleje de nosotros.

Pues, mi propuesta es crear nuestras propias emociones instrumentales sanas para conseguir objetivos saludables.En estos momentos en los que la incertidumbre campa a sus anchas existen muchos momentos en los que nos viene muy bien crear nuestros propias emociones y estados emocionales.

Recuerda que las emociones no distinguen entre realidad y ficción por lo que tus pensamientos y sólo ellos serán los que creen tu realidad y generen tus reacciones. Con esto te quiero decir que con el mero hecho de imaginar algo que deseas en varias ocasiones, en tu cabeza y en tu cuerpo estás generando estados emocionales asimilables a la realidad. Visualizarte más contento o tranquilo hará que lo estés, imaginarte consiguiendo algo hará que generes neurotransmisores que posibilitan un buen funcionamiento del organismo.

Parece demasiado fácil pero créeme que funciona. Esfuérzate, esfuérzate de verdad en crearte imágenes e historias mentales positivas que te generen alegría, bienestar, ilusión, esperanza, tranquilidad, satisfacción e incluso aquellas que te recuerden cómo con un poco de la energía que da la ira conseguiste solucionar algo.  Han de ser imágenes posibles y motivadoras. Estas imágenes harán que te autogeneres emociones instrumentales adaptativas. En definitiva, que te posibiliten adaptarte de la mejor forma posible a la situación. Porque, como decía Darwin, aquí se salvarán o saldrán mejor parados los que mejor se adaptan.

Algo sobre mí: Estoy preocupada porque no sé cuándo voy a volver a trabajar y cuál va a ser el ritmo cuando lo haga. Ante esa situación creo mi propia emoción instrumental y me «autoinyecto» ilusión con algún proyecto profesional que me ayude a mantenerme motivada, que me genere más conocimiento y que me posibilite desarrollar mi carrera profesional. El proyecto puede tener mayor o menor envergadura. Puede consistir  en aprender algo nuevo, repasar lo aprendido, colaborar con algún proyecto online, etc. En mi caso, he optado por escribir un libro. Os iré contando. Emoción presente; preocupación. Emoción instrumental; ilusión. Cómo la genero; buscando alternativas profesionales que reduzcan, suavicen e incluso transformen mi preocupación en ilusión. En mi caso, el hecho de escribir el libro hace que necesite tiempo por lo que, en parte, me viene bien no tener formaciones y así centrarme en escribir. La realidad no cambia; en este momento no hago formaciones presenciales pero sé que todo esto pasará y cuando pase quiero estar preparada para ello.  Sobre esta situación no tengo capacidad de control; sobre mí SÍ.  Y, para pasar esta etapa lo mejor posibl,e me voy a agarrar, como si no hubiera mañana, a todo aquello que me empuja hacia arriba.

Algún momento me permito tragar un poco de agua y sumergirme en el ahogo de la tristeza, el enfado o la preocupación pero, en cuanto soy consciente de ello, cojo impulso pensando en lo que deseo y me importa y vuelvo a ver el sol.

SI YO PUEDO, TÚ PUEDES. SI YO HE APRENDIDO, TÚ PUEDES APRENDERLO. Porque lo único que hace falta para conseguirlo (que no es poco) es QUERER DE VERDAD.

#lallaveerestú#

 

 

 

Día de confinamiento

Buscamos respuestas. Desde que el Coronavirus llegó a nuestras vidas, buscamos respuestas en forma de vacuna y también en forma de explicación.

La vacuna llegará.

La explicación sobre el origen y especialmente sobre las repercusiones de esta pandemia quizás llegue, quizás no o quizás ha llegado pero no sabemos interpretarla todos de la misma manera. ¿Y si la respuesta estuviese ya? ¿Y si en el fondo de nuestro corazón todos intuimos o sabemos el origen de esta situación tan terrible como reveladora?

Es posible que haya muchas personas que no crean que hay moraleja o lección a aprender de todo esto y estén más pendientes de los deberes del colegio de sus hijos o del informe que ha de hacer en la oficina o en las ventas de su negocio. Es posible y tan real como, a mi modo de ver, preocupante.

Vaya por delante que yo también me ocupo de que Jon lea un ratito todos los días y recuerde aprendizajes adquiridos. También me preparo para cuando (quién sabe cuándo) vuelva a dar formaciones presenciales y replanteo mi economía familiar y….pero nada de eso tiene el protagonismo  en estos momentos de nuestra vida.

Sin «comernos demasiado la cabeza» ni generar mayor desasosiego del necesario hablamos y nos cuestionamos nuestra forma de vivir, nuestras prioridades, valoramos y agradecemos lo que tenemos, y entre grito y grito reímos todo lo que podamos. Y así, cuando llamamos a los abuelos ellos perciben (porque así es) que, a pesar de todo, estamos bien y tenemos ganas de superar esta adversidad sin dejar de vivir y disfrutar de los pequeños momentos. Es nuestra forma de contribuir a nuestro bienestar y al de las personas que queremos y que nos quieren. A veces cuesta, pero se puede; basta con obligarnos un poquito y dejarnos llevar.

Porque la vida, a pesar de todo, sigue y en cada hogar los más pequeños crecen a todos los niveles, los «medianos» estamos en constante aprendizaje y entrenamiento logístico, emocional, laboral y relacional y muchos mayores observan desde su fragilidad una situación nunca antes vista en su intensa vida.

Por aquí todo sigue;

  • Jon pasa los días negociando y peleándose con sus estados de ánimos. Su mayor reto; ganarle la partida a la frustración. En general lo está haciendo muy muy bien. Le gusta ejercer de hermano mayor; coger en brazos y cuidar a Malen y chinchar y jugar con Niko.
  • Niko se ha «desenganchado» de la mortadela y se ha pasado al chocolate negro. Luce un bonito bigote y se afana en esconder el chocolate en los rincones más insospechados de la casa. Ha aprendido la expresión «Ay, mis huevos» (si, si lo que te imaginas). Lo ha aprendido de su hermano mayor pero el pequeño la utiliza en cualquier ocasión. Si se da un golpe en el pie «Ay, mis huevos!, si se roza en la rodilla !Ay mi huevos!. Le vale para todo. Optamos por no decirle nada; tarde o temprano se cansará.  Eso me recuerda a la tendencia que tenemos los adultos a repetir ciertos «mantras» que hemos oído en algún lugar como si de verdades absolutas se tratasen y, como Niko, lo aplicamos para todo y para todos. Por ejemplo: ¡Cómo es la gente!
  • Malen sigue en su mini mundo feliz. Su máxima pretensión es moverse por la casa lo más rápido posible. Intenta seguir a sus hermano y poco a poco está cogiendo carrerilla. Es una guindilla y apunta maneras. Empezó el confinamiento siendo un bebé y quien sabe si cuando salga de casa lo haga casi casi andando (bueno, de aquella manera).

Cada uno de ellos son como un Máster intensivo en Inteligencia Emocional. Todo puede cambiar en un segundo; podemos estar «como la seda» y de repente empezar la tercera guerra mundial….Pueden ponerme el termostato del enfado a 100º para, con un beso y un «te quiero» derretirme en un pis-pas.

Y los días pasan y la vida sigue. Pero estos días no son como los demás; los vivimos con nudo en la garganta, agradecimiento e ilusión. No soy ninguna ilusa y sé que hay muchas personas que están viviendo esta situación desde la ira, el rencor y poco aprendizaje positivo quieren sacar. Lo sé y aunque no me da igual, no me importa. Cada uno que haga lo que quiera y pueda y, por supuesto, que asuma las consecuencias de su elección-

Hoy, más que nunca, creo que en el humano que se adapta, aprende y evoluciona. Confío en Darwin. Confío en el poder de la conciencia y porqué no, en el Karma.

 

Capitanes de la alegría

En los hogares, en equipos y en la vida en general hay líderes. Personas que, porque no les queda otra, porque tienen carisma o porque se preparan para ello lideran a personas diferentes en contextos diferentes. Estos liderazgos siempre me han interesado mucho y he procurado observarlos y estudiarlos detenidamente.

Pero, hay otros liderazgos tan simbólicos como tangibles; los liderazgos emocionales. Personas que contagian emociones adaptativas. De forma consciente saben contagiar las emociones que necesitan los demás para ayudarles a estar mejor o a tomar determinadas decisiones. Son movimientos, gestos y acciones más o menos sutiles que inyectan las dosis emocionales necesarias para que el «enfermo» coja la energía y la motivación necesaria para recuperarse.

Y cuando hablo de inyectar emociones me refiero a todo tipo de emociones porque hay momentos en los que es adaptativo inyectar un poco de miedo para conseguir algo o evitar males mayores (véanse éstos tiempos que vivimos), otras veces es necesario suministrar un dosis controlada de ira para motivar a la acción, etc. Pero, lo que siempre es adaptativo y cualquier situación requiere es una dosis de alegría.

Y no, la alegría no es únicamente fiesta y «Paquito el Chocolatero»; la alegría es algo así como una cuadrilla de emociones integrada por otras muchas,  tales como la gratitud, la esperanza, la satisfacción, el humor, el amor, la pasión, el deseo, la tranquilidad, alivio, éxito, consuelo, entusiasmo, ilusión, etc. Ya hemos comentado en otras ocasiones que la cuadrilla de la alegría (como la Patrulla Canina) es la responsable, a su vez, de inyectar en nuestro cuerpo las famosas «inas»; serotonina, dopamina y endorfina (entre otras). En definitiva, química fundamental para que funcionemos bien y nuestro sistema inmune esté preparado para reaccionar ante los ataques víricos. Todo esto me recuerda a aquella serie de «Erase una vez la vida», ¿Te acuerdas?.

Líderes de la alegría son:

  • Aquellos personas que nos dan consuelo en los duelos.
  • Aquellos jefes  que nos motivan a seguir adelante aunque nos hayamos equivocado más de lo que todos hubiésemos deseado.
  • Aquellas amigos que nos hacen reír.
  • Aquellos personas que nos dicen lo que no nos gusta pero nos dan alternativas y fórmulas de mejora.
  • Aquellos seres cuya compañía irradia paz.
  • Aquellos compañeros que, si pueden, nos alivian de cargas de trabajo, presiones y malos momentos.
  • Aquellas personas que contagian ilusión.

Los líderes de la alegría no necesariamente son aquellas personas que viven mejor que nosotros o que no han tenido mayor problema; ni mucho menos. Al contrario, en general suelen ser personas que han sufrido o sufren mucho pero anteponen la vida a la adversidad.

TODOS podemos ser líderes de la alegría y no basta con poder,  HAY QUE QUERER y HAY QUE HACER. No hace falta ser «Don o doña alegría» basta con que nosotros mismos nos identifiquemos más con esa cuadrilla que con cualquier otra (y, obremos en consecuencia).

Imagina que eres un arquitecto que está dibujando su casa. A lo mejor tu  primera inquietud es idear cómo se vería de frente; después de todo es lo que más se ve. Nooo, un buen arquitecto proyecta todas las fachadas de la casa y tiene en cuenta detalles aparentemente menores pero trascendentales para que la imagen que quiere para su casa sea coherente con las necesidades de construcción.

Pues, eso mismo hemos de tener en cuenta con el liderazgo emocional.  Proyectar alegría o cualquiera de sus emociones también en las «caras» más oscuras tanto de la vida como de la gente. Inyectar alegría en muchos momentos implica dar un bote salvavidas a quienes se están ahogando por dentro.

Quien cuida de su salud emocional cuida también de sus relaciones y compañías. Busca relacionarse con personas que, con sus defectos y virtudes, aporten  dosis de alegría a la relación y por el otro se esfuercen en dar lo mismo o más de lo que reciben.

Esto no implica alejarse de personas que sufren; ni mucho menos.  A las personas que sufren démosle mucho amor; a las personas que fingen o sólo piden dejémoslas con su elección.

Miedo al miedo

¿Cómo va todo por ahí? Por aquí va. Aunque tengo la sensación de haber entrado ya en la fase de desgaste, lo llevamos razonablemente bien. Mira que yo soy mucho de emociones pero creo que en la fase de desgaste es más eficaz que lidere la razón. La racionalidad no está exenta de emoción pero sus emociones están muy muy filtradas y, por tanto, la amígdala está más tranquila. Otra cosa es si el filtro empleado es el más oportuno.

¿Te acuerdas de que te conté que la amígdala es una glándula que está en el sistema límbico (sistema emocional)?. Es una «señora» que tiene encomendadas tareas tales como dar respuestas inmediatas (lo que llamaríamos viscerales) en situaciones percibidas como peligrosas.  Así, es la que nos impulsa a salir corriendo o atacar si la cosa se pone fea. Y no le gusta nada que se metan ni en su departamento ni en sus funciones por lo que no quiere ni oír hablar del departamento de la razón. Y ¿qué pasa?, pues que a veces, muchas veces la amígdala se equivoca en la valoración de la situación y en el grado de intensidad a la hora de responder. Por eso, las personas acabamos gritando por tonterías, agrediendo física o verbalmente  sin aparente razón o tratando mal al otro porque creemos que nos quiere hacer daño. Ella está acostumbrada a trabajar como antaño (y con antaño me refiero a tiempos casi carvernícolas).Tiempos aquellos en los que constantemente había amenazas reales y los litigios se solventaban a golpe de palo e insulto.

A esta señora nadie la ha formado para actualizarse y dar respuestas  más adaptadas a los tiempos presentes. Pertenece a lo que se denomina el cerebro reptiliano.

Yo, llevo mucho tiempo formando a mi amígdala para evitar males mayores porque en más de una ocasión me ha metido en buenos líos. Cada uno tenemos (en función de nuestra genética y experiencias) la amígdala más o menos «disparada» ¿Cómo está la tuya?. Y es en momentos de crisis en los que se puede observar su naturaleza.

Creo que poco a poco muchos de nosotros vamos formando a nuestra amígdala y ésta va aprendiendo a actuar cuando verdaderamente es necesario. Estamos reduciendo la jornada  laboral, las tareas y las responsabilidades de  la amígdala. El sueldo ni lo tocamos que como se enfade….

En momentos de incertidumbre y críticos es importante tener controlada a la amígdala. Respirar profundamente, contar hasta 10 antes de responder de forma presencial o virtual, hacer tareas que no contengan carga emocional (mira, es un buen momento para dejar la casa como una patena) o reconducir nuestros pensamientos hacia otras cuestiones. Son pequeños trucos que nos ayudan a tenerla más regulada. Porque, de lo contrario, nos puede pasar lo que le está pasando a mucha gente; broncas, malos ratos, insomnio…

El otro día le escuché a un filósofo hablar del «miedo al miedo» o lo que es lo mismo tener miedo a tener miedo. Fíjate qué filón para la amígdala.  Tener miedo al miedo nos puede hacer mucho daño emocional. Las emociones no son buenas ni malas; todas son necesarias. Lo que importa es lo que hacemos con ellas; deberíamos aprender a regularlas y transformarlas.

Si tenemos miedo a tener miedo podemos reaccionar con un bloqueo absoluto o, al revés,  con ataques de ira (enfado). En definitiva, multiplicamos sus efectos más extremos y la emoción deja de tener utilidad y se convierte en un obstáculo. En esta situación, somos rehenes del miedo y vivimos secuestrados por una realidad poco real porque está impregnada por el miedo menos adaptativo. Y, esta situación se va retroalimentando porque las emociones no distinguen entre realidad y ficción así que seguimos engordando  la idea de que tenemos que tener miedo a tener miedo. Y claro, actuamos como pensamos.

No tengamos miedo a tener miedo; no tengamos miedo a una emoción que nos ayuda a ser más prudentes y reflexivos. Aceptemos al miedo como parte de nuestra inteligencia emocional y saquemos lo mejor de él. El miedo nos prepara para la acción y si sabemos dosificarlo bien puede ser la clave para acertar o no errar.

Que viva el miedo y las personas que no tienen nada que temer porque sus intenciones son buenas.

Recuerda #lallaveerestú#.

Hoy no pensaba escribir pero, estoy preocupada

Hoy no pensaba escribir pero necesito compartir con quiénes estáis ahí, al otro lado una preocupación.

Si las redes nunca se han caracterizado por ser un remanso de paz, desde que comenzó el Coronavirus el grado de encrespamiento no sólo ha aumentado sino que se ha agudizado de forma notable.  Redes sociales como Facebook o Twitter así como Linkedin están mejorando sus marcas en comentarios vacíos, irresponsables, insolidarios, agresivos y carentes de cualquier cualidad positiva.

La tecnología nos está ayudando mucho como elemento de interconexión personal pero no tenemos ni puñetera idea de cómo usarla. Y no sólo es eso, lo peor, a mi manera de ver es que las redes nos están «chivando» cosas muy «chungas» y tristes. Sí, empleo la palabra «chungas» y no otras palabras porque verdaderamente lo creo.  Lo que se dice y cómo se dice es un ejemplo del manual de perfecto «analfabet@ multipotencial». En analfabetismo elevado a la  máxima expresión ; si sabe, ni lo parece. El discurso (por llamarlo de alguna manera) que emplea lo podría aplicar con igual éxito en cualquier conversación, en cualquier contexto y  en cualquier intervalo temporal porque no hay por donde cogerlo. Irradia malas intenciones, sólo eso.

No son la mayoría pero sí son una minoría muy insistente en su ignorancia y falta de respeto a todo y a todos.

Sería muy interesante analizar esta situación a través de datos numéricos porque es un barbaridad la cantidad de falsedades e insultos que se comparten cada segundo. Si esto es un reflejo real de nuestra sociedad, vamos de culo. Porque, me gustaría recordar, que las personas que tratamos de ser positivas no somos ni ilusas ni gilipollas; somos muy conscientes de todo porque nos informamos, tenemos nuestra formación, también nos viene bien el dinero, tenemos todo tipo de pensamientos, somos críticos, etc. Pero, sabemos que cualquier problema, sea de la magnitud que sea, sólo se resuelve a partir de una actitud positiva, constructiva y proactiva ( «En el agua estancada sólo salen sabandijas»).

Esto me preocupa pero aún me preocupa más otra cosa; las personas «normales» con sus  defectos y virtudes se están yendo porque no lo soportan más.  El problema no es que se salgan definitivamente o temporalmente de las redes; eso no me ocupa. El problema es el porqué lo hacen.  La insistencia de los ignorantes multipotenciales y, reconozcámoslo, su resistencia está superando con creces la buena voluntad de la mayoría. Si esto también ocurre a pie de calle, estamos perdidos.

Si esto es lo que pasa en cada casa, en cada barrio, en cada pueblo o cada ciudad reconozco que me estoy equivocando y que el cambio será a peor. En este momento, sigo apostando por mi teoría pero, alarmada y preocupada por no estar en lo cierto mando un SOS a todas aquellas personas que siguen creyendo en el ser humano como alguien constructivo ( que se equivoca sí, pero que no escupe veneno) y les pido que no decaigan. Que sigan en las redes o no, que hagan lo que quieran pero no se dejen superar y saturar  por las malas intenciones porque si no, por acción u omisión estaremos permitiendo que logren sus objetivos; encrespar y anular cualquier tipo de mejora. Que sean ellos los que acaben saturándose y se vayan por donde han venido ( o cambien su actitud). 

No sé a dónde llegará esta petición y tampoco sé si me he explicado bien o estáis de acuerdo conmigo. Sólo sé que quiero hacerlo porque me resisto a ser cómplice de los palmeros del «Coronavirus».

Gracias.

Cosas que pueden pasar un día de estos

Aunque a veces ya no sabemos en qué día vivimos los días van pasando y rápido.  Con este  confinamiento puede pasar como con los niños; una hora puede parecer eterna y  un año  se va en un abrir y cerrar de ojos. Ironías del tiempo y caprichos de la percepción.

Y en este mundo paralelo que cada uno crea al calor de  cuatro paredes pueden pasar cosas tan dispares como algunas de las que te cuento.

  • Preguntes cien veces qué día es y qué hora como si tuvieses prisa. Ah, a lo mejor lo preguntas porque te has hecho un planing de esos que se tarda más en hacer que en saltárselo. No te preocupes, la planificación es un mal necesario y hasta los expertos saben que se planifica dando por supuesto incumplimientos pero que es necesario para refrescar a nuestro cerebro, ayudarle a identificar tareas por hacer y formas de abordarlas.
  • No sé si te ha pasado alguna vez. Un grupo de personas que van a comer juntas; por los motivos que sea parece que no hay mucha comida.  Al final acaba sobrando comida. En otras ocasiones tenemos la percepción de que hay mucha comida, demasiada y ….no sobra nada!!!! Más allá del grado de glotonería del personal, ¿Qué crees que ha podido pasar? Cuando hay poca comida te haces a la idea de que vas a comer menos y así lo haces; te dosificas pensando en los demás. Nadie quiere ser el que más coma o incluso el que acabe la comida.  Eso pasa en muchos aspectos de nuestra vida en general; nos hemos creído que el mundo era un festín constante el que había que comer y beber más de lo que necesitábamos sin pensar demasiado en los demás. Día tras día hemos salido de casa para  buscar más, para tener más, para parecer más y el festín se ha acabado. Y sí, también hemos dado pero….hemos dado lo que nos sobraba NO HEMOS COMPARTIDO.  Y ahora, en casa (bien cargaditos de papel higiénico, las mejores teles, los sofás más confortables, la comida más rica) nos damos cuenta de que nada de todo esto es necesario en esas cantidades. Que nos sobran cosas y nos falta bienestar emocional.  Que nos sobran proyectos y nos falta ilusión de la de verdad, que nos sobran pensamientos y nos faltan decisiones, que es más doloroso que nos falte la salud a que nos falten las vacaciones (aunque haya quien aún no se haya dado cuenta). ¿Qué te sobra? y ¿Qué te falta?. No sabemos qué va a pasar pero dentro de lo que pase nosotros tenemos mucho qué decir y debemos intervenir para que sea lo mejor para todos.
  • Todas las horas del mundo para hacer lo que quieras (o para negociar con tus hijos); poco urgente aunque mucho importante. Y se acaba el día y no has llamado a quien quieres llamar y no has felicitado a tu querida amiga Esti. No tengo excusa, menos mal que soy de las de San Queremos y me permito felicitar cualquier día (como hoy, zorionak Esti!!!).
  • ¿Cómo puede ser? Pues puede ser que al cabo del día pases de un estado emocional a otro a la velocidad de la luz. Puedes estar pensando que el mundo es una mierda y un segundo después  aplaudir y agradecer que tantas personas sean tan generosas; puedes tener una ganas tremendas de dinamitar las redes sociales cargando contra los que consideras «terroristas de la red» mientras le están dando un like a una acción o información que consideras positiva. Así somos los seres humanos, intensos (y más en estados de alarma).
  • Puedes estar comiendo todo lo que te apetece porque el pijama o el chándal o la malla elástica  todo lo soportan y visionar bien sentado en el sofá rutinas de ejercicios. Simplemente, te estás planificando para el lunes o para cuando todo esto pase.
  • Puedes estar quejándote de cómo es la gente mientras sales a comprar las galletas que se te habían olvidado en las dos salidas anteriores. O, como le ocurre a un ‘amigo’ que me estoy echando que mientras saca al perro da lecciones al resto de paseantes sobre el confinamiento y sus bondades. El profe, necesita al menos una hora de clase para hacer su contribución social.  Ni el mandala que estuve pintando ayer fue suficiente suavizar mi perplejidad y enfado…Se lo dije un día pero el profe creo que no se sabe la lección.

Y así van pasando los días; entre incertidumbres reales y creadas, ajenas y propias, necesarias e innecesarias. Nos quedan varios días por delante, días que (sin asegurarlo mucho) es posible que no volvamos a vivir. Saquemos lo mejor que podamos de ellos y démosle sentido a lo que parece un sinsentido.

Feliz domingo, gracias a todos.

Después también es hoy

Hay una parte de mi que está encontrando mucho bienestar en el confinamiento; tiempo para estar con mis hijos, mucha reflexión y pocas prisas y tengo todo lo que necesito materialmente hablando. Creo que estoy viviendo el presente e ilusionando el futuro; me gusta. Es probable que el día antes de que todo esto acabe más de uno y más de dos tengamos cierta pena porque así sea y cuando volvamos a la rutina tengamos nostalgia de los días de recogimiento. Así somos los seres humanos.

Mientras tanto disfrutemos (cuanto y como podamos) los momentos positivos que nos da el confinamiento y aprendamos todo lo que podamos de las partes más duras y dolorosas.

LLegará el día en que salgamos de nuestras casa y sintamos cierta desprotección; después de todo ya no nos cobijan las cuatro pareces, todo vuelve a iniciarse o reiniciarse y hemos de coger ritmo. Y lo haremos, claro que lo haremos. ¿Cómo lo haremos? Pues eso depende de cada uno de nosotros. Aunque en algunos casos el margen de elección y maniobra pueda ser reducido SEGUIMOS SIENDO LIBRES y en teoría con alguna lección más aprendida. Pues pongámosla en práctica.  Demostrémonos y demostremos al mundo que somos dignos de él y que sabemos hacer mejor las cosas. ¿Nos queremos?, ¿Queremos a nuestros hijos? Pues de verdad demostrémoslo y demos un plus de humanidad, consciencia y responsabilidad a todo lo que hagamos y decidamos.

Leer, dar un like o recomendar es grato para quien lo hace y para quien lo recibe pero bueno….no es más que eso. Eso es fácil.

Estos días las redes están que arden; nos movemos buscando distracción, información, alivio, desahogarnos o encontrar posibilidades profesionales.  El Coronavirus no ha dejado ni dejará indiferente a nadie y nos tocará (ya lo está haciendo) las emociones, la salud y el bolsillo. Parece la receta perfecta para dejarnos KO; lo que más nos duele es lo que más vamos a tener que tocar, replantear e incluso modificar.

Pero, para de verdad salir reforzados de esta crisis, para superarla con el menor número de dolores posibles hay que «arremangarse» y ponernos manos a la obra. Tocar las teclas del ordenador cual juez lanzando veredictos no nos puede hacer creer que somos capaces de todo. Ni mucho menos.

Esto, si de verdad se quiere arreglar, no se hace desde un like, ni siquiera desde una pantalla de ordenador. El germen, la semilla que ha de florecer más fuerte y hermosa sólo puede ser plantada y cuidada por el ser humano y entre seres humanos. Porque detrás de un contacto físico, un espacio compartido, una mirada, un gesto, un silencio, un abrazo o un apretón de manos se sabe de verdad cuáles son las verdaderas intenciones.  La tecnología es un medio que  apoya, como no, y  permite que las  intenciones que conviertan en realidad.

Estés en la situación que estés (desempleado, trabajador por cuenta ajena, empleador, autónomo, gestor CEO de hogar, etc)  mírate y déjate mirar; no lo hagas todo por la red, acércate al otro y demuestra tus intenciones. A partir de ahí es cuando vamos a reconstruir y construir nuevas redes que nos permitan pescar más y mejor.

Esta situación que vivimos nos está demostrando qué manda y a quién debemos prestarle más atención. Debemos de poner en el foco más en el cómo que en el qué. Si queremos ser mejores e incluso conseguir más cosas está bien, hagámoslo, pero cuidando mucho el cómo lo hacemos.  No todo vale ni para nosotros ni para los demás; quien no entre a ello tarde o temprano se verá apartado tanto en el ámbito social como en el económico.

Escucho y leo atentamente las impresiones de numerosos expertos en áreas tan diversas como la economía, el ecologismo, la filosofía, la tecnología, la medicina…y, verdaderamente nadie sabe cómo va a reaccionar el mundo después de todo esto. No hay precedes similares a los que agarrarse para prever pero sí hay algo que todos comparten; es el ser humano (tú y yo) quienes serán la llave que abra o cierre la puerta de la solución.  

Por ejemplo, se me ocurre que, desde el confinamiento podemos;

  • Saludar amablemente a los vecinos y preguntarles cómo están o si necesitan algo.
  • Ayudar (poniéndolo en conocimiento de quien sea competente) a aquellas personas (niños y mayores) que sufren dentro de su hogar. No nos hagamos los tontos, que oír seguimos oyendo.  Tengo la sensación de que el Coronavirus nos ha mandado la mascarillas para que nos callemos un poco y aprendamos a escuchar y actuar. Este mundo es el de los valientes, el de aquellas personas que se han dado cuenta de que no pueden girar la cara y taparse los oídos frente al sufrimiento ajeno. Sí se puede, hay que hacer.
  • Pagar, pagar y pagar impuestos sin clamar al cielo y despotricar. Está bien auditar e incluso discrepar con  el cómo se gestionan pero dejémonos de quejas que es muy, muy cansino.
  • Hacer caso de lo único que se nos pide; quedarnos en casa.

De uno en uno se hace un millar, un millón y los miles de millones que estamos. De uno en uno ha de partir la solución. Es verdad que las decisiones de unos tienen más impacto que las decisiones de otros. Entre todos habrá que velar para que quienes decidan lo hagan lo mejor posible mientras cada uno de nosotros ejercitamos la coherencia y eso implica echarle un par.

#lallaveerestú#