Autor: lallaveemocional

Y dice La Pelaya

«1 de Septiembre. Aquí ando, haciendo el listado de las mil cosas que tengo y quiero hacer. Tres hijos ya dan para unas cuantas líneas y la actividad laboral no es para menos. Además, no renuncio a otros proyectos que sí o sí sacaré adelante. Miro el listado; parece la analítica de un moribundo; toda llena de asteriscos . Y es que, lo que el año pasado daba por sentado este año no está tan seguro. Nada es tan probable como para que se libre del simbolito. Vaya percal.

Me pregunto si estoy siendo exagerada. Después de todo el año pasado no todo estaba tan seguro como pensaba. Era mi percepción. Porque muchas de mis listas no se cerraron tal y como yo tenía pensado. Y tú, ¿cuántos cambios más o menos importantes tuviste en tu vida los meses anteriores a la famosa pandemia? Seguro que más de los que eres consciente.

Ya sé que la situación es rara, rara y que no es comparable a nada anterior. Ya sé que  esto es la «repera» pero coño! la vida sigue. ¿De qué forma? De la que se pueda o quiera. O de las dos formas a la vez. Pero sí o sí, la vida sigue. ¡Mira, esto no lleva asterisco!. Esta incertidumbre nos mueve las emociones como si estuviésemos en esa atracción, ya sabes, la olla loca o algo así.  Miedo para arriba, miedo para abajo, esperanza para arriba, esperanza para abajo, preocupación a un lado, alivio para el otro…Y así todo el viaje.

No sabemos cómo será el curso lectivo de nuestros hijos o cómo se desarrollará nuestra rutina personal y profesional. Nada de eso sabemos. Y si enfocas toda tu energía en ello (además jugar el rol de idiota) perderás el tiempo, la salud y la cabeza. Lo que sí sabemos o deberíamos saber es que esta incertidumbre no es nueva ni transitoria; es una realidad que ha venido a quedarse. Por lo tanto, habrá que espabilar y centrarnos en los que sí tenemos capacidad de control.

¿Será que ese listado lleno de asteriscos sólo significa renovación?

Pase lo que pase, ¿cómo reaccionaré mayormente  ante esta incertidumbre?. Pase lo que pase no olvidaré sonreír y agradecer lo bueno. Pase lo que pase desayunaré pensando en cómo hacer el día mejor de lo que se puede presentar  y no me dormiré sin agradecer y besar a mis hijos. Cada día, un reto superado. No es un día menos,  es un día más, por lo que pase lo que pase hay que aprovechar. 

Sobre esto sí puedo elegir. Puedo permitirme comerme, de vez en cuando, esa hamburguesa  que tan mal vista está y gritar si lo necesito para evitar algo peor. Puedo y debo quejarme para desahogarme sin olvidar que yo construyo mi día a día. Yo soy la responsable de mi misma».

Y es que, hasta en época de pandemia #lallaveerestú#

Adelante septiembre. Me pillas preparada.

 

La Pelaya dice

» De esta, unos más que otros, vamos a quedar bastante tocados. Y cuando digo tocados no me refiero físicamente. Hablo de la «chaveta». En el mejor de los casos, será un poquito pero algo habrá. No hace falta mirar la tele. Basta con escuchar y observar a nuestro alrededor  para darnos cuenta de que el Covid este tan famoso no sólo es una enfermedad infecciosa. Ha tenido, tiene y seguramente tendrá la capacidad de generar reacciones personales y emocionales dispares. No nos queda nada…

Si es que ya se veía venir. Que para afrontar retos de los gordos tenemos que tener bien amueblada la chaveta y conocer cómo funcionamos por dentro. Si, ya sabes, cada loco con su tema y yo… a mis emociones. Que, el que ya funcionaba mal con esto lo acaba de joder y el que no sabía como funcionada irá de sorpresa en sorpresa. Qué vida esta.  Y de esto ahora nadie se acuerda. Como siempre, hay cosas más importantes, dicen. La salud física y la economía son ahora las protagonistas. Nos quieren vivos para que consumamos mas. Claro, un analfabeto emocional consume más que una muerto. Bueno, al grano.

Que una no está muy estudiada pero la vida también enseña. Que ni el gobierno, ni nadie parecido tiene la responsabilidad de hacer una ITV interior. Que va siendo hora de  que todos nos lo hagamos mirar y nos recetemos momentos de tranquilidad y alegría. Ya sé que no hay verbenas ni fiestas patronales pero bien puede haber un poco de alegría interior pa contagiar al vecino. Que no hace falta una romería para rezar más ni una fiesta de mucha gente pa demostrar na. Que todo esto  volverá. Habrá que cuidarse para que cuando vuelva nos pille en nuestros cabales.

No me gustaría estar en el pellejo de los que tienen que decidir. Por mucho que cobren nunca van a estar ni pagados ni agradecidos. Las canas afloran por fuera y la inquietud baila por dentro. Y, ya sabemos como somos; nada está bien si yo no estoy de acuerdo. Somos más listos que nadie y más cobardes que todos.

Y yo, la Pelaya que poco sé de normas y estrategias me he propuesto disfrutar todo lo que pueda de todo lo que venga. Yo también hecho de menos salir más y pensar menos. Yo también quiero volver a aquello días de los que tanto nos quejábamos. Lo que que pasa es lo que pasa. Si a estas alturas no nos hemos dado cuenta de que para que pase los que nos tenemos que pasar somos nosotros jodido andamos. Tenemos muchas papeletas pa ganar el gordo de ir a peor. Un poco de por favor y cuidémonos sin dejar de disfrutar un poquito de la vida.

Ay, ¡Cuánto daríamos por un septiembre de los normalitos! ¿Te acuerdas? Esos finales de agosto y principios de septiembre en los que la protagonista era la depresión por la vuelta a la rutina.

A ti, que tienes la osadía de leerme te deseo y pido que no dejes de enfadarte ni de estar triste pero ten muy presente dentro de ti que pase lo que pase la libertad la tenemos dentro y no fuera. Pase lo que pase #lallaveerestú#

Y dice la Pelaya

«¿Ya sabes tú lo que es el periodo refractario?. ¿Ya sabes tú lo que a mi me pasa por dentro cuando te mando a la mierda de mil maneras diferentes?. Seguro que no. Que sepas, que eso,  el periodo refractario es ese rato que pasa justo después de que por décima vez hagas lo mismo que sabes que tanto me molesta y yo entre en brote. Ya sabes, ese rato en el que siempre me dices que no atiendo a razones. Pues claro que no. En este periodo del que te hablo nadie atiende a razones que lleven la contraria  a lo que siente y hace. Y, no lo digo yo; lo dice la ciencia. Así que la próxima vez que me digas que si me pongo asín o asao que sepas que no soy yo, que es mi periodo refractario. Y, por lo que dicen los científicos es mejor que dure poco así que no me lleves la contraria por lo que pueda pasar.

Coño, que una ya está harta de que no respeten su periodo refractario y la critiquen por todo. Que ya vale de ser como una línea de recta. Que las personas también nos enfadamos, brotamos y dejamos de brotar. Y no pasa nada. Al que le pille que aguante el chaparrón y punto. Que yo también aguanto lo mío. Que con esto del autocontrol algún día nos va a dar un pampurrio. Claro que está bien controlarse pero hombre, hagamos un poquito la vista gorda que no nos vamos a quedar tuertos.  Un poquito de libre albedrío siempre viene bien y una se merece algún que otro capricho.

Los que no se dan esos caprichos pal cuerpo o acaban explotando, implotando o tirando de eso que que llama ironía y sarcasmo. Eso sí que puede ser una manera letal de hacer daño. Pero como a la gente le gusta, con autocontrol.

Y bueno, ahora que me he desahogado un poco decirte que hay que respetar al periodo refractario y, de vez en cuando, explotar pero siemproe siempre, con un poquito de inteligencia emocional.

Servidora, La Pelaya, también creo que #lallaveerestú# «.

 

Y dice la Pelaya

«Si es que el problema no es que te importe lo que diga la gente. El problema es que lo que diga la gente te importe más que lo que dices tú.

Nos han dicho y repetido que somos seres sociales por naturaleza y algo habrá de verdad cuando queremos y buscamos estar con otras personas. Es normal que nos importe lo que piense la gente si entendemos por gente a todas aquellas personas que nos importan. Puede ser una forma  rápida y sencilla de testar nuestro comportamiento. Eso, puede estar bien si lo lo hacemos para informarnos y no para fustigarnos.

No me creo que a alguien no le importe lo que digan los demás. No, no me lo creo.

Otra cosas es que aunque te importe acabes haciendo lo que sientes, piensas o te sale de las mismísimas narices que, como todo el mundo sabe, para eso están.

Las opiniones de los demás nos han de importar (por la cuenta que nos trae) pero, en mi humilde opinión, han de ser las nuestras las que motiven nuestras acciones.

A la gente le importa lo que piense la gente porque es la propia gente quiere sentirse incluida dentro de determinados grupos de gente. Ni más ni menos.

Y, conviviendo con esa realidad cada ser individual necesita y merece obrar como cree que es lo más adecuado o, como le da la gana. Todos merecemos equivocarnos y levantarnos una vez más de las que hemos caído .  La gente que critique eso, será la que no se permite a sí misma equivocarse ni acertar. Son víctimas de su miedo y del «que dirán» y quieren convertirse en verdugos de aquellos que tienen el valor de hacer lo que ellas desearían hacer; soltar cadenas.

Hay personas a las que  frase de «Es que la gente…» le sirve de cuartada y excusa para hacer o no hacer, decir o decir interesadamente. Un forma como cualquier otra de tapar el bulto, echar balones fuera o cargar la mochila de las propias responsabilidades a espaldas ajenas.

A mí me importan lo que dice la gente, y mucho. Me importa porque me informa. Me importa porque me hace más empática. Me importa por la cuenta que me trae. Pero lo que dice la gente no determina ni mi esencia ni mi camino.

A veces me puede afectar pero nunca o casi nunca me dejo manipular. Que la gente tiene su vida y sus hipotecas y yo tengo mi vida y pago mis hipotecas.

Así que reconoce que te importa lo que pienso sobre ti.  Haces bien porque pienso que eres muy liste por escuchar a la Pelaya. Así sabrás lo que es mejor no hacer .

A mí, la Pelaya, me importa lo que piensas porque tú eres mi razón de ser»

Y dice La Pelaya

Y dice La Pelaya:

» A ver, que yo me entere. O mejor, dicho, entérate tú. Bueno, no sé. Enterémonos los dos. Que cuando me muera quiero que hablen de mi con propiedad. Que si era buena lo digan con argumentos y si no lo era también. Parece que todos los que se mueren son buenos; debe de ser que los que nos quedamos aquí abajo somos los tarados.  A lo mejor sí y a lo mejor no.  Pero bueno, tampoco pasa nada por despedirnos con alguna mentirijilla.

Más me preocupan las relaciones de los que nos quedamos.

Y no, las personas no somos buenas o malas porque hablemos más o menos o lo hagamos más tranquilas o efusivas. Se suele decir, con poco conocimiento a mi entender,  que fulanito es bueno porque no tiene conflictos con nadie. MENTIRA. Saquen el polígrafo del Deluxe y veamos si eso es verdad. Que no hombre que no; que es imposible o casi imposible (véase los iluminados) no tener conflictos con nadie. Otra cosa es otra cosa. Que todos, por el mero hecho de estar aquí abajo tenemos nuestros conflictos con nosotros mismos y con los demás. Otra cosa es que no los exterioricemos o que los exterioricemos de una determinada manera. Pero eso es otro cantar.  Si el que calla es bueno, que sepan que si la casco no deben decir que yo era buena persona porque yo soy más de explotar que de implotar.

Que servidora es partidaria de morderse la lengua más veces de lo que lo hace pero que no le den los silencios como forma de vida. Que un grito puede quedarse en una tormenta frente a las guerras generadas por los silencios.

Que hay que aprender a callar, claro que sí.

Que hay que saber gestionar los silencios, por supuesto.

Que el que calla no tiene porqué saber gestionar mejor las emociones, sólo calla.

Que el que grita, aunque deba mejorar y dosificar esos gritos por lo menos se manifiesta.

Denme ustedes gritos, muchos gritos si he de elegir. Mucho de lo que pasa en este mundo,muchas dolencias emocionales, muchas injusticias sociales y mucho sufrimiento se ha fraguado y mantenido al calor del silencio de quienes por miedo, interés, incapacidad o egoísmo no han sabido o querido gritar a tiempo.

El silencio incapaz expone a los más vulnerables y a los gritones al peor de los desenlaces; la indiferencia.

Que una a veces se cansa de esto de señalar a los gritones y poner galardones a los que callan. Que ni una cosa ni la otra; que ni víctimas ni verdugos, ni buenos ni malos. Todos somos seres humanos que tenemos necesidades».

Pues, La Pelaya se ha quedado a gusto. Nada que añadir.

En verano, se calientan

Muy buenas, ¿cómo va el verano?.  Lo sé, es un verano atípico.

Cada persona vive el verano de forma diferente. Hay quien se pasa el año esperando a que lleguen los días estivales. ¿Los idealizamos? No lo sé.

Temperaturas suaves o altas, días aparentemente más largos, desconexión, luz que mima el cuerpo y alimenta el alma, compañías deseadas, más deseo de ser feliz, más ansias por disfrutar de la vida, menos prisas y problemas, más alegrías…Estos son algunos de los alicientes mentales que encontramos a favor de una etapa del año aparentemente favorecida por los dioses terrenales.

Suena bonito. Y, quizás lo sea.

Y luego miras las noticias, escuchas las buenas nuevas del entorno o llega septiembre y te sorprende con una realidad más realidad que nunca. Aparece lo que nunca se fue y el verano que  empieza su letargo estuvo cargado de incidentes, malas conexiones, menos descanso y deseos frustrados de aparentar ser más feliz que una perdiz debajo de un chiringuito tomando una piña colada.  ¿Qué ha pasado?.

Nada, sólo ha pasado la vida. Que no cunda el pánico que esto es la vida. Enero no ha de ser menos estimulante que agosto. El calor vital viene de dentro no de fuera. En mitad de una gran nevada uno puede sentir el calor de la felicidad. Un 15 de agosto puede ser triste y desmotivamente incluso después de una gran comilona con la que crees que es la mejor compañía. ¿Qué ha pasado?

Nada, que no cunda el pánico. Sólo ha pasado la vida; te avisa de que los ornamentos vitales son bonitos e incluso necesarios pero que si el motor está gripado da igual lo que hagas que al final de la fiesta te esperará la misma resaca.

¿ A dónde quiero llegar? No lo sé. Bueno, no del todo. Lo que sí tengo claro que es al verano hay que abrazarle no sólo por el disfrute sensorial sino también por el aprendizaje vital que nos suele regalar.

Te deseo el mejor de los agostos; si es necesario, lloremos al sol y bailemos con las tormentas. 

Por cierto, este mes de agosto vendrá una íntima amiga mía a hablar (tanto en el blog como en el podcast) sobre inteligencia emocional. Se llama La Pelaya y ya te adelanto que no es formalmente muy correcta. No busca complacer ni deleitar; sólo quiere dar caña y remover la cabeza del personal hasta que acaben tal mal como ella. Supongo que se siente sola.

Si te motiva la idea  sólo has de esperar unos días.

Hasta entonces, Carpe Diem y recuerda que #lallaveerestú#.

 

Me pone de los nervios leer tus comentarios

He de reconocer que soy de sangre caliente. Los años y el aprendizaje emocional me han ayudado a bajar la temperatura pero sé que tengo un límite. Mi naturaleza no me lo permite. Por más que me regule internamente siempre tenderé a temperaturas admisibles pero pujantes al alza. Cada vez maniobro con más destreza y  me siento mejor en mi pellejo. Todo un reto. Acepto quemarme de vez en cuando.

Y, en busca de más y más, reto a mi capacidad de empática.

¿Cómo?. Muchas son las fuentes de aprendizaje a las que recurro pero en estos momentos de semiconfinamiento las redes sociales son mis grandes maestras. Facebook o Linkedin son mis inspiradores e instigadoras.

No hay mejores momentos que aquellos que tocan el bolsillo, la salud y las tendencias políticas del personal para aprender a empatizar.

Leo y releo comentarios que me sacan de mis casillas. Comienza el entrenamiento.

Argumentos que, desde mi prisma, son poco menos que una ofensa al ser humano  me revuelven en mi asiento. Qué ganas de responder! Qué ganas de despotricar! Qué ganas de… Me dejo llevar y me siento cual olla express  a punto de estallar. Me dejo estar uno segundos; los suficientes para dejarme ser y analizar mis emociones. Tampoco me distraigo mucho no vaya a ser que se me vaya el tema de las manos.

Y, comienzo a empatizar.

¿Qué puede sentir esta persona para hacer tal comentario?, Si siente así, es comprensible que piense lo que piensa y por tanto que actúe como actúa. No estoy para nada de acuerdo pero soy capaz de empatizar. Empatizar no es simpatizar. Empatizar es conectar. Me siento mejor. Ya no tengo ganas de despotricar. Unas veces comento y, otras,lo dejo estar.  En cualquier caso he conseguido y, lo mío me ha costado, separar las redes de la vida real.  Conozco a gente que me inspira ternura en la calle y saturación en la red. Conozco a gente que en la red me divierte y creo que en la vida real me aburriría. Profesionales discretos en la red con mucho potencial en el cara a cara y al revés.  También están lo que parecen lo que son.

A veces me pregunto, ¿Por qué me hacen una recomendación?, ¿Por interés, porque les ha gustado o por ambas cosas?. También me pregunto, ¿Por qué tiene tantos likes o recomendaciones esa persona?. A veces lo sé pero muchas veces me pierdo.

Gracias a mi sangre caliente, a mi vocación por las personas y a mi trabajo he descubierto que todo esto no es más que un juego, un postureo. La red nos puede definir externamente pero la realidad, la única realidad es que todos reímos y lloramos por el mismo lado. Unas tendencias u otras, perfiles con más o menos seguidores, ideas más o menos seguidas; detrás de todo este escenario sólo hay personas que, en su mayor parte, buscan aliviar o conseguir emociones.  Todos tenemos heridas que sangran y todos tenemos alegrías que salvan.

Las personas sentimos, pensamos y actuamos en base a nuestras percepciones de la realidad. Nuestra realidad se construye o destruye en base a la autoestima, la educación y las experiencias. El sentido analítico y crítico no está muy de moda; el sentido autocrítico ya no es tendencia. ¿Qué queda?. ¿Borregos? Si se elige conscientemente, será un elección tan buena como cualquier otra.

¿Te cuento un secreto? Las redes son un medio y no un fin. Cuidemos de que el medio sea lo más sano posible para que el fin no se vea perjudicado.

Gracias por estar ahí; #lallaveerestú#.

 

 

 

 

 

Hace años que supe del concepto de empatía.

Días churro…

A los días churro me los como con patatas. No sé si soy más de churros o de patatas pero estos días me he puesto morada.

Me las prometía muy felices. Todo parecía más o menos controlado. Inocente de mi.

Niko ya fue avisando cuando quería que le llamásemos «El Rey». Lo que no sabía es que, sin llamar a la puerta, en mi casa se iba a instaurar una mini dictadura; menudos días ha tenido el monarca!!! Me ha pillado con las energías justas y he estado a punto de rebelarme pero de poco sirve. El rey sabe cómo hacerlo y compatibiliza a la perfección exigencias y abrazos. Imagina la escena; el rey de 3 años abraza a su madre con aire de protección. Como si de un novio se tratase rodea mi cuello con sus brazos y coloca mi cabeza sobre su pecho. Indescriptible.

Y el dictador me engatusa. Y luego me exige. Y vuelta a empezar. Agotada.

Y, en mitad de la minidictadura otra batalla más. Quiero y no puedo llegar a todo. La casa, proyectos profesionales, los niños, el confinamiento….Se llama FRUSTRACIÓN.

¿Quién no la conoce?. Todos, en mayor o menor medida hemos sentido esta emoción. Otra cosa es haberla identificado.

Sentimos frustración cuando percibimos que no somos capaces de llegar a dónde nos gustaría. Es posible que no lleguemos porque no disponemos de los recursos que necesitamos (tiempo, dinero, ayuda, formación, motivación, etc.) o quizás sea una percepción errónea.

El caso es que la frustración conlleva sentimientos de tristeza por la sensación de pérdida de capacidad de control. A veces, esa tristeza la disfrazamos con sentimientos de ira y tendemos a enfadarnos con nosotros mismos, a culpar al entorno, etc. Y, aunque el enfado está ahí, en el fondo también hay tristeza por «No ser capaz».

¿Qué hacer con la frustración?

Lo primero, ser agradecido. Dale las gracias porque de algo te quiere avisar.

Después, averigua qué te quiere decir. Existen varias respuestas. Destaco las siguientes:

  • La falta de algún recurso necesario para conseguir tu objetivo. Entre los recursos necesarios pueden ser materiales, puede ser tiempo, puede ser motivación, etc.
  • Un planteamiento poco realista del objetivo. Te has equivocado al definir tu objetivo. Es posible que no puedas conseguir lo que quieres sencillamente porque en este momento no puedes hacerlo; en tiempo y forma la realidad no va a favor de obra. También es posible que el escenario haya cambiado repentinamente y tu atención debe centrarse en nuevas prioridades.
  • Percepción distorsionada de la realidad.  ¿Y si lo estás haciendo y no eres consciente de ello?, ¿Y si quieres controlar lo incontrolable?

Un poco de todo esto es lo que me ha sucedido a mí en estos últimos días.

La buena noticia es que, una vez que te permites estar frustrado, te desahogas y tomas conciencia de todo lo que te ha generado frustración en poco tiempo vuelves a estar en forma. Y, además, con el añadido de que has gestionado tu emoción, has aprendido y te has conocido más a ti mismo. La realidad no ha cambiado, pero tú sí. Esto se llama inteligencia emocional.

Si es que, sólo podemos darle las gracias a las emociones. Nuestras chivatas favoritas.

Y yo sigo con mi dictadura; sé que pasará por eso he de aprovechar el calor de esos abracitos.

Recuerda #lallaveerestú#.

 

 

Me engañas, cerebro

Ya  empieza a no colar. Son muchos años los que vengo entrenando como para que nada ni nadie me adelante por la derecha. Aún así, he estado a muy poquito de dejarme llevar.

Me quieres engañar, quieres que piense mal. No lo estás pasando bien y te quieres desahogar.

Ya lo estudié. En alguna formación ya me contaron que funcionabas así. No me lo tomo como nada personal; sé que en mayor o menor medida todos andamos igual. Estás ahí para eso; para cuidarme y protegerme. Como si fueses un padre temeroso y cascarrabias tratas de evitarme y evitarte sufrimientos.

¿De qué me has de proteger? De la vida, pensarás.  Sí, la vida conlleva muchos peligros pero precisamente no son los que tú crees. Peligroso es no vivir. Peligroso es tener más miedo que ilusión. Peligroso es todo aquello que nos impide adaptarnos, aprender y mejorar. Y, reconócelo; te has quedado un poco anticuado. Me ayudas a subsistir (y, te lo agradezco) pero tienes demasiado miedo a dejarme volar sola.

Te han enseñado a ahorrar, sólo así estás tranquilo. Y tratas de inculcarme los mismos valores que a ti te han servido. Gracias. Los tengo en cuenta.

Ahora, que ya te conozco bien, te pido que tú también me tengas en cuenta a mi. Quiero que seas mi aliado. Llevo tiempo preparándote para ello; ya has hecho muchas cosas de forma diferente a la que te hubiera gustado. Has visto que no pasa nada. Has comprobado que todo va bien. Te estás redescubriendo. Tú también estás en tu propio proceso de crecimiento. Tu parte más joven te está enseñando; tu parte más antigua te está protegiendo. No hay nada que temer.

Esto del confinamiento nos ha puesto a prueba. Nos ha acelerado. Hay días en los que necesitas dar rienda suelta a mis emociones y ponerme en lo peor.  Es tanta la incertidumbre, tan intenso el miedo y tan insistente la tristeza que es fácil caer.

Pero, cerebro. Ya sabemos que así nada va ni irá bien. No te dejes llevar por los viejos hábitos, no me quieras engañar.

Ha llegado el momento, la gran oportunidad de demostrar que cada vez soy mejor. Prometo tratarte bien; darte una mejor alimentación, oxigenarte, evitarte información innecesaria. Y tú, pónmelo más fácil, sólo un poco más.

Por la noche, cuando organices acontecimientos y pensamientos recuerda que sólo nos sirve lo que suma, lo útil. Tenemos que hacer limpieza en la azotea; está sobrecargada.

Somos amigos, debemos llevarnos bien pero, no olvides que soy yo la que mando. Yo elijo.

Ayúdame a ser más libre.

 

Damocles tenía una espada

Si nos portamos bien, los días de confinamiento irán perdiendo protagonismo en favor de un nuevo escenario: el desconfinamiento.  Parece fácil volver a salir pero no lo es. Por lo menos, para mí no ha sido una experiencia ni fácil ni maravillosa.

Después de casi 50 días de confinamiento, me dispuse a salir con mis tres regalos. Me las prometía felices y, a ratos, así fue. Pero sólo a ratitos muy cortos porque su necesidad de correr y jugar y mis «nervios» por respetar las normas y evitar contactos con todo aquello que no fuera el aire acabó por generarnos más estrés que relajación. ¿Cómo percibiría mi hijo mayor la situación para proponer la vuelta a casa ante de tiempo?.  Y es que, por echar balones fuera, un gusano (entre otros) tuvo la culpa. ¿Cómo decirle a Niko que no se acerque a ver el gusano que tanto le llamó la atención?, ¿Cómo evitar que se apoye en un banco para acercarse más?. Se puede, lo sé. Pero sólo si los llevo atados a la silla de Malen. Parece ser que el día anterior la salida había sido más relajada.

Soy yo, no son ellos. He de aprender a gestionar lo mejor posible esta situación. El desconfinamiento no es fácil.  A unos más que a otros pero a  todos sin excepción se nos plantea del reto de ejercitar la responsabilidad y la gestión emocional . Habrá que entrenar.

Y, esta experiencia hizo que me acordara de la la famosa espada de Damocles.

La espada de Damocles es una frase popular que debemos a un historiador griego y que hasta hoy se utiliza para referirse a un peligro inminente, aludiendo a una espada que pende sobre nuestra cabeza y que en cualquier momento caerá sobre nosotros.

La historia cuenta que Damocles era un miembro de la corte del rey Dionisio «El Viejo», un sanguinario tirano de Siracusa del siglo IV a.C. Como cortesano, Damocles era un constante adulador que se pasaba sus días envidiando los lujos y comodidades del rey.

La repetidas adulaciones envidiosas llegaron a los oídos del soberano y planeó una estrategia como escarmiento para Damocles. Le ofreció intercambiar los roles por una noche para que pudiera experimentar personalmente los placeres que tanto envidiaba. Se organizó un gran banquete para Damocles, que ocupó el lugar del rey y gozó de todos los lujos y privilegios de su título temporal.

Todo estaba bien hasta que Damocles miró hacia arriba y advirtió una afilada espada que pendía sobre su cabeza, atada por un único pelo de crin de caballo. De repente, se le quitó no sólo el apetito, sino que los nervios lo obligaron a rechazar el sueño de ser rey con sólo ver la espada amenazante. Le pidió al rey abandonar su puesto, alegando que ya no quería seguir siendo tan afortunado.

Por esta historia se menciona la espada de Damocles cuando se quiere referir a una amenaza constante que puede llevar inesperada y repentinamente a un trágico desenlace; una excelente metáfora de los inminentes peligros y el precio que se paga por un gran poder.

(Texto recogido de la página www.sobregrecia.com)

Todo tenemos nuestras espadas de Damocles: más o menos reales,  tenemos en mente circunstancias que pueden acontecer en cualquier momento en nuestra vida. Espadas que tal y como las tenemos idealizadas son portadoras de los peores escenarios.

Hay Espadas tan reales como la vida misma. Nacen de la propia existencia y de los roles y posiciones sociales. Quien tiene poder, también tiene responsabilidad y quien tiene responsabilidad también convive con riesgos y amenazas proporcionales. Es lo que es. Y, cuando hablo de poder no me refiero exclusivamente a las altas esferas. Todos tenemos poder sobre algo o sobre alguien. Hay personas que ejercen tal nivel de influencia sobre nosotros que se acaba convirtiendo en poder. ¿Somos conscientes de ello?.

Hay Espadas imaginarias;  en la mente parecen de carne y hueso pero en la realidad sólo nos películas mentales.  La ansiedad tiene mucho que ver con este tipo de espadas. ¿Cuántas espadas imaginarias has  colgado encima de tu cabeza?. El miedo, la incertidumbre o la inseguridad son portadoras no de una o de dos espadas sino de una espadería entera.

Hay Espadas distorsionadas: son reales pero están tan manipuladas que poco tienen que ver con su origen. Consciente o inconscientemente hemos creado otra realidad que sostiene espadas inútiles, improcedentes e innecesarias.

Las Espadas de Damocles no son ni buenas ni malas; el reto está en saber convivir con ellas. Nos ayudan a tomar decisiones y mantener la consciencia.

En estos tiempo de tanta espada en alto deberíamos hacer recuento y revisar porque a veces » ni son todas las que están ni están todas las que son» ¿Te sobra alguna? ,  ¿Te falta alguna?.