Autor: lallaveemocional

¿He comido?

Otro día más de cuarentena. No es fácil. Hay momentos en los que se pierde la noción del tiempo. Niko anda despistado. Ayer a mediodía  (14:00 h) me dice: «Amatxu, dame bibe». Le contesto sorprendida que no es la hora del biberón y le pregunto si quiere yogures (en plural porque los come de dos en dos) y me dice que ya los ha comido. Entre risas le digo que no, que no los ha comido…Al cabo de un cuarto de hora me pregunta: «Amatxu, ¿hemos dormido hoy?».

La cuestión es que poco a poco vamos avanzando. Aunque estemos sumidos en el miedo o la frustración no tengáis la menor duda de que cada día en casa es un paso hacia la victoria. Continuamente me viene a la cabeza la duda de cómo lo estarán pasando el resto de las familias; cada una tenemos nuestras peculiaridades y circunstancias.

Cada día hablamos con la familia; especialmente con los abuelos. Me genera mucha ternura ver cómo tanto mis padres como mis suegros se emocionan por la distancia que han de mantener con sus nietos. Mis hijos se están criando con contacto directo con todos sus abuelos y esta distancia les resulta extraña y dura. Todos los días me dicen que quieren ir con ellos. De hecho, cada vez que salimos a aplaudir al balcón, Niko (3 años) va aplaudiendo mientras dice «Por mis vecinos, por mis abuelos y por Jose y Elena».

Cada persona vivimos este confinamiento de forma diferente. Más allá de las condiciones externas como son el lugar donde residamos,  los espacios que tengamos, etc, existe un condicionante clave en este proceso y es cómo lo llevamos internamente. Muchos de vosotros me escribís contándome todo el batiburrillo de emociones que tenéis y la verdad es que el día para tener muchas y muy diferentes emociones (con intensidad, duración y frecuencia variable).

Es buen momento para recordar que nuestro cerebro es el mejor economista que existe y que, ante situaciones que interpreta como desfavorables (como puede ser esta), suele cerrarse en banda y evita hacer desgaste de energía. Por tanto, es común que ante esta situación  se produzca la paradoja de que aún teniendo más tiempo que de costumbre, hagamos menos cosas que en una jornada «normal». El cerebro manda mensaje al cuerpo de que baje y guarde energía por lo que pueda pasar y ahí vienen emociones como la apatía, el aburrimiento o la desgana.  No dejéis sólo a vuestro cerebro en este caso porque sigue siendo un tanto reptilíneo y se equivoca en las interpretaciones o valoraciones que hace.

Esta situación es compleja y mucho, pero no es una situación que el cerebro haya de valorar de peligro absoluto por lo que dejemos de guardar energía y aprendamos a dosificarla. ¿Para qué? Para no seguir alimentando estados de apatía, desesperanza y tristeza. Salgamos de esta espiral y pongámonos pequeños retos diarios cuyo cumplimiento nos motive y nos haga sentir autoeficaces. Pueden ser retos pequeñitos, creativos, divertidos,  etc. que nos ayuden a superarnos, a hacer cosas pendientes, a dedicarnos a nosotros mismos, a dedicarnos a los demás, etc. Eso sí, han de ser objetivos realistas, positivos y que nos motive hacer. ¿Se te viene algo a la cabeza?. Yo, estoy poniéndome un objetivo diario de lo más variado; desde limpiar el armario de los zapatos, leer algo en inglés, investigar sobre alguna herramienta online, estudiar contenidos de mis formaciones, hacer sentadillas…

Imagina cómo te puede sentir una vez que todo esto ha pasado y echas la vista atrás y te das cuenta de que has «desperdiciado» esta ocasión y estos días porque te los has pasado quejándote, dejándote llevar por la pereza o la ira o la tristeza…Ahora, imagina cómo te puedes sentir al recordar  que  has aprovechado el tiempo para hacer lo que querías hacer (descansar, retomar temas pendientes, aprender algo nuevo, charlar con la familia, replantearte cosas de tu vida…). Tú eliges porque sigues siendo libre.

Intercalar estos objetivos con la vida profesional y personal ayuda a sentirse mejor y a gestionar mejor el tiempo. Porque ya sabes que «en agua estancada solo crecen sabandijas». Y cuando todo esto acabe no necesitamos más sabandijas (que ya tenemos) sino personas resilientes que saben ver en el cambio un aliado para mejorar.

Después de todo esto nada será igual. Quien esté pensando en que la vida continuará igual se equivoca y mucho.  Tanto en la vida personal como en la vida profesional habrá cambios (más o menos perceptibles o sutiles) pero serán cambios masivos que cambiarán nuestra realidad. Ayer una amiga me decía, muy acertadamente desde mi punto de vista, que hemos de aprender a convivir y ser felices en la incertidumbre. Este momento es un ejemplo de los variable, vulnerable y cambiante que es nuestro mundo; planificar está muy bien pero sólo para poder sobrellevar los cambios de manera más organizada. Somos seres de cambio y el mundo social, laboral y económico ahora lo son más que nunca.

CAMBIO= Capacidad de adaptación al medio vida. ¿Estamos preparados?

Hoy puede ser el mejor momento para que le demos una vuelta a la siguiente pregunta:

¿En qué soy bueno/a gestionando el cambio?.  Recuérdate a ti mism@ cuáles son tus bazas para ganar esta partida.

Ánimo a todos y aplaudamos a la vida y a las personas que son parte de la solución y no del problema. A los que se han querido ir de puente cacerolada al canto.

 

 

Ya empiezan los efectos secundarios

Recuerdo el primer día de aislamiento; nosotros comenzamos hace más de tres días. El viernes, Niko (3 años) me preguntó si había cole y le dije que no. Bueno, alguien ( o él solito) le debió de decir que «era fiesta» y no sabéis el día que me dio con ir a la fiesta. Se lo había tomado literalmente y no paraba de decirme que fuésemos a la fiesta. Al final del día le expliqué un poco el tema y ya no ha vuelto a decir nada.

La cuarentena empieza a hacer mella en mi; esta mañana Jon me ha preguntado qué día es hoy y le he dicho que martes.  Sin mirarme se ha ido la cocina y todo resignado me ha dicho «Pues aita me ha dicho que es miércoles…»A lo mejor no te lo crees pero he dudado más tiempo del razonable y sólo cuando lo he comprobado en más de dos medios me ha quedado claro que hoy es miércoles. Y esto sólo acaba de empezar.

Sea lunes, jueves o sábado el caso es que mi actitud aún está positiva; entre grito y grito, trabajo, juegos, pensamientos variopintos, redes sociales y demás aún tengo ganas de sonreír y sé que esto ha de ser una buena lección de vida.  Cada día a las 20:00 salimos a nuestros balcones a dar la gracias a quienes se están esforzando por los demás pero también es una forma de simbolizar que estamos aquí, que no perdemos las ganas de seguir adelante, miedo mediante.

Porque el miedo está ahí.  Ya hemos hablado en muchas ocasiones de que no hay emociones ni buenas ni malas, que todas son necesarias. El miedo nos avisa (nos chiva) de que algo está sucediendo en nosotros y en nuestro entorno. Reaccionamos con miedo cuando pensamos que lo que sucede es peligroso para nosotros o para la gente que queremos. Así, tanto el cuerpo como la menta reaccionan. Si no tuviéramos miedo cruzaríamos la carretera sin mirar o tomaríamos decisiones sin meditar las consecuencias. El miedo es un buena aliado en nuestro día a día porque no hace reflexionar, ponderar y nos da prudencia.

Pero claro, el miedo es como la sal, hemos de racionarlo en su justa medida porque si nos pasamos de ración nos podemos bloquear ( y no reaccionar) o podemos reaccionar de forma impulsiva e incluso agresiva.

¿Tienes miedo?, ¿Cómo sabes qué tienes miedo?, ¿Qué sientes en tu cuerpo?, ¿Qué piensas?, ¿Cómo reaccionas? Responder a estas preguntas es un ejercicio muy valioso para trabajar la inteligencia emocional porque a partir de este diagnóstico emocional podremos obrar en consecuencia. Porque cabe la posibilidad de que no sea miedo como tal y tengas preocupación (una emoción de intensidad menor), o puede que tengas enfado (contigo mismo, con los políticos, con la gente que sale a la calle, con…), tristeza, esperanza, asco o desprecio (hacia el virus o los comportamientos sociales). Como ves hay muchas posibilidades emocionales; seguramente tengas muchas emociones a la vez y te sea complicado discernir cuáles son y cómo te afectan. Ahí está el reto porque de saber identificarlas y de saber adaptar los pensamientos depende tu conducta y tu conducta es la que genera tus resultados.

De esto último que te acabo de decir depende tu autoestima, tu imagen social y tu posibilidad de desarrollo personal y profesional.

Por ejemplo, imagina que que esta situación tienes claro que te genera enfado, mucho enfado con todo y con todos (por como actúa el Gobierno y/o la gente, porque tus expectativas profesionales se ven afectadas negativamente, porque odias estar encerrado, porque te asomas a la ventana y ves a la gente en la calle y puedes pensar algo así como «Soy gilipollas; yo en casa y estos de paseo», porque tienes la sensación de que esta situación te va a perjudicar más que a los demás, porque…

Si no regulas (como un termostato) la intensidad de esta ira tus pensamientos van a alimentar esa ira añadiendo más pensamientos «enfadados» y al final acabarás haciendo cosas «desde la ira» y obteniendo lo mismo que has sembrado. Perderás tiempo quejándote y dejarás de hacer un montón de cosas que tienes pendientes y que son importantes para ti, te dedicarás a despotricar contra todo y contra todos generando grandes amistades en las redes y miradas y gritos  de amor en el hogar, generarás una imagen de ti mismo digna de  alguien a quien todos querrán tener cerca, lo poco que hagas lo harás tan concentrado que te saldrá algo parecido a un churro…

Tener miedo es sano y un signo de vida pero la dosis y reacciones al miedo han de ser adaptativas ( que nos ayuden a sobrellevar la situación y generar soluciones). Esto depender de ti porque por muy encerrados que estemos seguimos siendo LIBRES y la llave de nuestra libertad somos nosotros. 

Aunque los días no pasan en balde, Coronavirus 0-Resiliencia 10 (porque me lo estoy currando y porque me da la gana que el marcador es mio).

Recuerda #lallaveerestú#

Ah, y muchísimas gracias todos los que os dirigís a mi a través de mi correo electrónico (especialmente a mi matrona preferida). Se agradece de corazón.

 

Coronavirus vs Resiliencia

Todo un reto. Así se presenta el Coronavirus; como una antes y un después en nuestra vida tanto personal como profesional como social. Creíamos que había situaciones que nunca podrían llegar a suceder; que se parase el mundo a todos los niveles no estaba contemplado en el imaginario social.

En los diversos medios de comunicación y redes sociales tenemos cumplida información sobre cómo debemos de actuar. Tratar este tema nos daría para miles de post pero en esta ocasión me motiva más la idea de hablar sobre qué ocurre en otros ámbitos más cercanos; nosotros y nuestro hogar.

Era impensable pero ya es real; hemos de estar en casa y, como no, en nosotros mismos. 24 horas durante aproximadamente 15 días (por lo menos, esta es la primera previsión) dan para mucho y, por lo menos, en mi hogar y en mi misma surgen sentimientos y sensaciones con los que hay que convivir.

El Coronavirus me está echando un pulso y estoy mentalizando para ejercitar mi resiliencia todo lo que pueda. Me lo estoy tomando como un reto personal y mi objetivo es salir de esta cuarentena reforzada; sí, con algún kilo más pero reforzada interiormente. Los kilos ya se irán pero mi fortaleza permanecerá.

Estos son algunos de los retos con los que me encuentro no cada día sino cada segundo, minuto y hora:

  • En mi hogar. No, eso de tener la casa «ordenada» no es compatible con la distracción de la familia numerosa. Correré un tupido velo e interpretaré la escena de mi salón patas arriba como una síntoma del «calor de hogar». Vamos, cerraré lo ojos y procuraré reirme. Quién sabe, a lo mejor me atrevo  a sacarle un foto y todo. Velaré por un mínimo de orden y limpieza que garantice  los accesos libres.
  • Con mis hijos. Tres, son tres mi cachorritos. 11 y 3 años son los guardianes de la de 8 meses. Pues, puede parecer raro, pero de momento lo llevamos muy bien. Los días dan para mucho porque a las 6:30 de la mañana canta el gallo de tres años y de inmediato van los otros dos. Nos dedicamos a comer, jugar, hacer alguna tarea y de vez en cuando salir a la terraza a jugar y gritar como si no hubiera mañana. Estoy convencida de que los vecinos nos tienen muy presentes… Con respecto a ellos, mi objetivo es el de seguir así, compatibilizando escenas de cariño, tiernas y maternales con aquellas en las que saco tarjetas rojas y verdes para regular el tráfico… Si seguimos así, al final de la cuarentena seremos una familia numerosa que habrá ganado al batalla al Coronavirus con creces. Ya os contaré.
  • Con mi pareja. Todo en orden. No hay tiempo para mucho pero en orden. De momento no valoramos el divorcio; ya os contaré.
  • En mi faceta profesional. Una vez superada la idea de que, como cualquier autónoma, si no trabajo no cobro todo va mejor. Mi agenda para el mes de marzo ( y abril) se ha desplomado y con ella en algún momento me embargó la tristeza, la frustración y el enfado.  Pasé un tarde dándome de «cabezazos contra la pared» dejando que me embargaran pensamientos pesimistas y poco útiles.  Después opté por modificar previsiones y hacer un pequeño y poco ambicioso planning para seguir trabajando y estudiando estos días (estar con los niños en casa y trabajar es algo así como el triple salto mortal).  De momento, algo he hecho y estoy compartiendo este post con vosotros así que no me puedo quejar. A propósito del tema he de reconocer que este post está «patrocinado» por la tele y la tablet. Estos días son mis aliadas. Sentirte tan vulnerable económicamente hablando no es fácil pero una vez que te acostumbras a lidiar con la inestabilidad económica aprendes a aprovechar mucho mejor los recursos y a planificarte eficientemente;  hay muchas cosas de la que se puede prescindir y seguir siendo cada día más feliz.
  • En mi faceta social. Pues la parte social me está dando una «vidilla» particular. Estoy más tiempo conectada a las redes y bueno, una de las consecuencias es que lees y ves más y muchas veces es mejor no hacerlo. No me refiero a contenidos sino a opiniones y comentarios del personal. Madre mía. Honestamente, soy consciente de que tengo largo camino y posibilidad de mejora pero creo que hay ciertos comentaros y comportamientos que se están teniendo que no nos dejan en buen lugar como sociedad. Menos mal que ayer me dió un subidón de energía cuando salimos a aplaudir y se generó un clima lleno de amor, gratitud y responsabilidad.  Gracias a todas estas personas que están siendo más parte de la solución que del problema. Emocionante.
  • Conmigo misma. Qué decir del este tema!!!! Que toca reflexionar y replantearse la vida de pies a cabeza. Soy de las que creen que las cosas pasan por algo y el Coronavirus es un buen «chivato». Además de las penurias sanitarias, ¿Qué nos quiere decir?, ¿De qué nos quiere avisar?. Interiormente he tenido y tengo una mezcla de emociones y sentimientos de lo más variopinto.  Esta es una lección personal e intransferible. Habrá personas  a las que estar en casa sin poder salir les parezca asfixiante porque no están acostumbrados a estar solos y saben que nadie puede huir de sí mismo. Otras personas descubrirán cosas sobre sí mismas o sobre su entorno que jamás hubieran imaginado o simplemente nunca se habían parado a pensar o actuar. Esta también es una cuarentena interior en la que las emociones pueden resultar víricas o bálsamos; hay un antes y un después porque aquí es donde entrenamos o no nuestra capacidad de resiliencia.

Nosotros somos la llave que abre la puerta de la solución; quedarnos en casa y hacer hogar. Y cuando hablo de hogar también me refiero a nuestro interior, a estar a gusto con nosotros mismos.  Ver, oír, tocar, palpar, gustar y sentir todo aquello que olvidamos hacer con la anestesiante rutina.

De momento: Coronavirus 0, Resiliencia 1. Mejoremos el marcador.

Un abrazo para todos los que me animáis a seguir con el blog y a compartir mis reflexiones. Se agradece.

Analfabet@s

Tradicionalmente hemos utilizado el concepto analfabet@ para describir a las personas que no sabían (básicamente)  leer o escribir.  Varios medios de comunicación se hicieron eco de que en 2018 en España había en torno a 600.000 personas analfabetas funcionales de más de 16 años («Se considera que una persona es «analfabeta funcional» cuando no puede leer y escribir frases simples sobre su vida cotidiana, según refiere el Instituto Nacional de Estadística»).

En definitiva, el analfabetismo nos genera incapacidad para leer, escribir y calcular de forma eficiente en situaciones habituales de la vida. La verdad es que este dato  llama mucho la atención tanto por la cifra como las consecuencias que hay detrás de ella.  Afortunadamente, poco a poco, esta cifra va reduciéndose  paulatinamente.

Ahora bien; ¿Qué pasa con el analfabetismo emocional?. Tod@s, sin excepción alguna, tenemos emociones y por lo tanto tod@s deberíamos conocer (cuánto menos) qué es una emoción, cómo «funciona» y sus repercusiones en nuestro día a día personal y profesional. Y te pregunto, en España (por ejemplo) ¿Cuál sería la cifra estimada de analfabetismo emocional?. 

Podemos decir que una personal analfabeta emocional no sabe identificar qué emociones tiene en determinadas situaciones (sobre todo, en la que son más complejas), es incapaz de gestionarlas adecuadamente y, por lo tanto, no «controla» gran parte de su comportamiento tanto en su vida personal como profesional.

Cada vez es mayor la sensibilidad social hacia la importancia de la inteligencia emocional pero todavía hay muchas personas que creen que las emociones son unos «dibujos» que se han puesto de moda y por lo tanto consideran que la inteligencia emocional es un concepto abstracto que ni a las personas ni a las empresas «les da de comer».

Son muchas las organizaciones tanto públicas como privadas que se están dando cuenta de la repercusión negativa que tiene el hecho de que los profesionales carezcan de habilidades emocionales; bajas, absentismo laboral, conflictos internos, pérdidas de tiempo y demás recursos, trabajo en equipo ineficiente, pérdida de clientes, etc. Creedme que podría seguir enumerando decenas de repercusiones negativas del analfabetismo emocional.

Ejemplos típicos en los que se manifiesta el analfabetismo emocional:

  • Sucede algo que no me espero o que no me gusta y (como no me he parado a pensar en qué emoción tengo) reacciono siempre con ira. Normalmente suele ser el «atajo» a la hora de afrontar situaciones que nos descuadran. Imagina que te pones enferm@ y el médico te manda  el mismo tratamiento tanto si tienes gripe como hemorroides. Algo así hacemos con las emociones; como no sé identificar si tengo frustración, tristeza, decepción, preocupación, miedo etc. pues opto por reaccionar con ira.
  • Tengo grandes profesionales en mi empresa porque a nivel técnico son «lo más» pero cuanto tienen que relacionarse con el cliente no dan pie con bolo y el tema acaba con la necesidad de la intervención de una tercera persona  porque la empatía no es lo suyo y la asertividad menos.
  • En mi familia nos queremos mucho y nos llevamos genial. Bueno, nos llevamos muy bien porque no hablamos de muchas cosas, vamos, hablamos de poco. Todo lo que «huela» a emociones nos genera «uticaria» y es mejor hablar del tiempo, de la vida de los demás o mirar la tele.

Estos son algunos de los muchísimos ejemplos que podemos poner pero lo mejor es que tú, te observes y observes a tu entorno y sabrás si eres o estás rodead@ de analfabetismo emocional.

En el colegio, en el instituto o  en la universidad nos han enseñado muchos conocimientos pero nadie nos ha enseñado a conocer y gestionar nuestras emociones. Ahora, que somos adultos, nos piden la excelencia en estas habilidades como si la inteligencia emocional se consiguiese a golpe de talonario.

Hagamos una «porra» ¿Cuánto miles o millones de personas podrían considerarse analfabet@s emocionales?

«Ana, cuánto sufrimiento me hubiera ahorrado yo si alguien me hubiera hablado de emociones» Me dicen muchas personas, «Cuánto mejor le hubiera ido mi empresa si, hace años, hubiera invertido en el desarrollo de habilidades emocionales» me dicen en muchas organizaciones.

No lo dudes, invierte en inteligencia emocional, invierte en ti porque #lallaveerestú#.

 

Cuesta llegar al viernes…

Hoy, una persona cercana me lo ha dicho: «Sí,  cuesta llegar al viernes».

A lo mejor cuando leas esto asientas con la cabeza (o con el pensamiento).  Esta tarde toca mantita y antibiótico y una, cuando enferma se pone aún más reflexiva.

¿Qué ocurre para que a una persona le cueste llegar al viernes? Podemos responder  a esta pregunta desde varias perspectivas (personal, profesional y/o social).

¿Qué está ocurriendo en el mundo profesional para que muchas personas vean el viernes como una liberación temporal? Todos sabemos que hay etapas mejores y peores en el trabajo pero también sabemos cuando la insatisfacción, el estrés o la saturación acaban siendo compañeras diarias. ME PREOCUPA.

El hecho de que nos guste más o menos nuestra trabajo es un aspecto fundamental que incide en cómo nos sentimos día a día pero lo cierto es que hay personas a las que les gusta su trabajo pero cada día son menos felices en él. ¿Qué ocurre para que las profesionales sean infelices? La respuesta quizás esté en la propia pregunta: PERSONAS.

Detrás de la carga de trabajo, detrás de muchas incidencias, detrás de la mala o nula comunicación, detrás de los malos entendidos, detrás de la pérdida de salud, detrás de los números, detrás de los objetivos, detrás de cada segundo de la jornada laboral hay personas. Somos las personas las que intervenimos con mayor o menor impacto y responsabilidad en todo lo que acontece a lo largo de las semanas.

Es muy probable que si nos ponemos a analizar lo que más desgaste nos genera en el día a día profesional nos encontremos con respuestas tan claras y concisas como reveladoras.

Una carga de trabajo, un mal ambiente profesional o un desgaste profesional pueden venir generados  por, entre otros aspectos, una mala gestión del profesional que marca los objetivos, por la falta de empatía del que pide sin empatizar, por la incapacidad asertiva del que tiene que responder, por la personalización de situaciones que simplemente son situaciones de la vorágine diaria, por la mala, escasa o nula comunicación entre compañer@s, por la escasa regulación emocional, etc.

Todo esto de lo que hablamos parte y se basa en una alfabetización emocional sana a partir de la cual construir un desarrollo personal y profesional más adaptativo. No es fácil porque la vida profesional cada vez exige más resiliencia y, nadie nos ha enseñado a desarrollarla.  En todos los sitios te lo piden, la vida en sí misma te lo reclama; saber adaptarse y superar los malos momentos, los obstáculos y los cambios superándonos a nosotros mismos. Toma ya! parece fácil pero…

 

¿Cómo se hace? Aunque no hay respuesta universal sí hay pequeños pasos que ayudan a sobrellevar el día a día profesional desde una perspectiva más sana, adaptativa y positiva.

Algunos de estos pasos son:

  • Dedicar e invertir tiempo en conocernos a nosotros mismos; qué emociones tenemos, qué nos quieren decir,  cómo me siento, cómo quiero estar, qué quiero conseguir, ¿Estoy en el buen camino?…
  • Escucharnos y observarnos. Un pequeño ejercicio diario de mindfulness es el de estar atent@ durante los cinco-diez primero minutos de cada jornada qué sentimos al entrar el trabajo, cómo nos comunicamos con los compañeros o responsables (palabras, gestos, posturas, etc.), cómo respiramos (rápido, despacio, profundamente, superficialmente…). Todo ello nos da pistas de cómo estamos.
  • Charlas con l@s compañeros o con personas del entorno y preguntar ( si nos nos atrevemos con todos, hacerlo con personas de confianza) cómo nos perciben externamente. Se trata de obtener un feedback e información externa que nos puede ayudar a comprender muchas cosas.
  • Formarnos en el desarrollo de competencias transversales como inteligencia emocional, comunicación y relación, etc. para adquirir y refrescar conocimientos así como para reciclarnos profesionalmente.
  • Toma consciencia de cómo puedes ayudar a quienes te rodean y haz pequeños gestos que  favorezcan una mejor relación.

Hay muchas cosas que suceden en nuestro trabajo sobre las que no tenemos capacidad de control y nos vienen dadas tal cual. De lo que sí tenemos capacidad de control es de cómo actuamos ante ellas y de cómo nos comportamos en relación a sus consecuencias. Una muy buena noticia es que seguimos siendo libres en nuestro interior y somos capaces de automanejarnos de la manera en que queremos hacerlo.

Así como tenemos la responsabilizad de obtener y ampliar nuestros conocimientos profesionales también tenemos la responsabilidad de cuidarnos, adaptarnos y superarnos como personas y como profesionales. Y todo ello parte de trabajarnos personalmente; conocernos, eliminar o suavizar debilidades y potenciar fortalezas.

Gracias a todo ello, cada vez costará menos llegar al viernes y le haremos más llevadera la semana a quienes nos rodean.

Porque, una vez más #lallaveerestú#.

 

Hace demasiado ruido

Para mí no ha sido ninguna sorpresa porque ya lo he vivido en mis propias carnes y lo he visto en la de los demás. Decimos que lo estamos pero tengo verdaderas duda de si estamos preparados para querernos tal y como somos. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos resuena la idea de «Sé tu mism@» y la verdad es que sonar, suena bien. Es una bonita intención, un deseo más que una realidad porque no es eso lo que se premia en el día a día (por lo menos no tanto como se debería).

Es difícil conjugar equilibradamente lo que somos con lo que se espera de nosotros; desde niños hasta adultos nos la pasamos haciendo equilibrios. Decimos que los niños han de ser niños y hemos dejarlos ser pero cuando un niño se comporta como tal ya no nos parece tan bien. Apelamos entonces a la tan nombrada educación para justificar nuestra propia incoherencia. Otras veces utilizamos equivocadamente la palabra actitud para reprochar comportamiento que nos nos gustan.

Un niño inquieto, hablador y menos formalmente correcto jamás sacará sobresalientes porque es «incómodo» y da demasiada guerra. Eso no es bueno para él, se suele decir. Un niño tímido, callado y discreto tiene más posibilidades de tener mejores resultados académicos; no da guerra. Quién sabe lo que le pasa por dentro pero por lo menos, no da guerra. El caso es que la tendencia educacional sigue tendiendo  a valorar el silencio antes que el ruido en personas que, por su edad y propia naturaleza se hacen oír.

El caso es que van pasando los años y en las empresas se buscan profesionales con capacidad de comunicación y relación, proactivos, con inteligencia emocional y orientados a la mejora. Se buscan profesionales genuinos que no tengan miedo al error y que, sobre todo, estén orientados a la mejora. ¿Cómo mejorar sin equivocarnos?, ¿Cómo evolucionar sin querernos?, ¿Cómo dar lo mejor de mí si ni siquiera yo sé lo que es porque nadie me lo ha dicho y no he podido comprobarlo?. 

En una ocasión mi hijo le pegó a una niña de su clase. Sí, lo sé, mal hecho y así se lo hice saber. Le pregunté cómo así le había pegado y me dijo que «la niña se había reído de  él cuando se pilló las manos con la puerta y le dio mucha rabia». Su profesora le riñó y demás…Días después, nos encontramos con la niña y con su madre y le dije a mi hijo que se preguntara si era «bueno» que le pidiera perdón.  Así lo hizo; pidió perdón. La niña le perdonó ( ni se acordaba) y la madre no sabía nada pero no le dio importancia. Está claro que hay ciertas situaciones que son típicas con los niños y que no tienen mayor relevancia. Eso pensaba yo hasta que mi hijo me preguntó, Ama ¿Y por qué no me ha pedido perdón ella a mi?. Asentí con la cabeza y le dije que yo creía que debía haberlo hecho y…de repente me interrumpió y me dijo » Ya sé, ya sé que tú eres mi ama y es a mí a quién le tienes que decir las cosas…». Sonreí y pensé, como así lo había hecho en varias ocasiones que su naturaleza impulsiva y ruidosa le iba a traer más de un quebradero que cabeza. A él le iban a observar mucho más que otr@s compañer@s porque se hace notar y porque aún nos falta mucho por recorrer para tomar conciencia de que reírse del mal ajeno es tan negativo como pegar a alguien (aunque no sea tan impactante). El dolor ni viene sólo del grito, también puede proceder del silencio.

Las personas «ruidosas» necesitamos trabajar nuestro autocontrol y energía. Hay personas «silenciosas» por interés, hay personas «silenciosas» por incapacidad y hay personas silenciosas por necesidad. Por favor, alimentamos los caminos de la ASERTIVIDAD y seamos equitativos a la hora de valorar respuestas silenciosas con las ruidosas.  Dejemos las etiquetas a un lado y miremos más a los ojos de las personas para poder entender qué les mueve.

#lallaveerestú#

 

 

 

¿Para qué sirvo?

Criar es un reto.

Durante una conversación-discusión con mi hijo mayor lanza al aire la siguiente pregunta ¿Para qué sirven las amatxus?. Lo hace con aire de reproche porque está frustrado y necesita buscar culpables. Seguro que yo tengo algo de responsabilidad pero  es mucho el trabajo que he realizado conmigo misma para saber tratar con la culpa. Ahora, por ejemplo, me viene genial todo el esfuerzo de autoconomiento hecho años atrás ( y en constante activación).

Yo no soy culpable de nada.

Desde que nacemos traemos mochilita; no sé  si cargada de pan pero seguro que cargada de emociones. El entorno, nuestras experiencias y cómo las registramos hacen que esa mochilita crezca con mayor o menor peso. Uno de los pesos pesados que suelen cargar muchas personas es la culpa. A veces es muy sutil y parece que no está pero cuando se manifiesta lo hace estrategicamente; se coloca en la espalda, pecho y garganta y genera bloqueo, frustración, impotencia, tristeza y más culpabilidad.

La culpa engendra al «No merecer».

Como ser individual, pareja, amigo, padre, madre, conocido, profesional, vecino y demás roles  siempre tenemos el reto de servir. Se nos inculca la productividad antes que la felicidad. Desde nuestro nacimiento se espera de nosotros que seamos buen@s, fáciles de llevar, «los más algo» y sobre todo que produzcamos. En el ámbito personal hemos de producir amor, tranquilidad, orgullo, seguridad, bienestar, etc. En el ámbito profesional buscan resultados en forma de números y buena praxis.

De alguna manera tod@s buscamos productividad tanto en nosotros mismos como en los demás y, en ocasiones, nos comportamos como seres perversos. Se nos olvida que no somos máquinas, que nuestro valor es otro.

Las personas necesitamos que nos acepten tal y  como somos sin que se nos juzgue despiadadamente  y sólo así en algún momento evolucionaremos. También necesitamos pertenecer; a pesar de que tengamos defectos buscamos sentirnos incluidos dentro de diferentes grupos.

No hace falta ser el padre que siempre sabe lo que responder y hacer, ni el profesional que se equivoca más bien poco y parece brillante, ni la pareja que llene la vida de nadie, ni el hijo perfecto,  ni…. No hace falta nada de eso. Lo que hace falta es que asumamos que somos seres perfectamente imperfectos que, como decía mi carpeta de adolescente, necesitamos que nos quieran cuando menos lo merecemos.  A partir de ahí, evolucionaremos y aliviaremos culpas que no son nuestras y nos sentiremos merecedores de todo lo buenos que nos pase y queremos conseguir así como responsables, que no culpables, de muchas de los acontecimientos de nuestra vida.

Qué bonitos los días en que no nos sentimos  ahogados con la necesidad de producir para que nos quieran y acepten porque son aquellos ´días en los que, precisamente, generamos más valor que nunca.

No servimos para nada pero lo somos todo.

Antes de llegar al ecuador de esta entrada de blog, mi hijo me acaricia y sonríe. Creo que ya sabe para qué sirven las amatxus.  Criar sigue siento un reto precioso.

#lallaveerestú#

 

Hoy, como es lunes

Hoy, como es lunes la mayor parte de la gente vuelve a despertarse con el despertador. Much@s se levantan enfadados; su presencia alerta de rutinas, obligaciones y responsabilidades. Los lunes no gustan y los viernes sí. ¿En serio, George?. Creo que en el fondo eso de «Estar de lunes» es sólo una expresión hecha; por lo menos, eso espero.

Hoy lunes, mientras estás leyendo esto puedes sentirte bien, muy bien. Será que está ahí, con capacidad para aprender y reflexionar, respiras y sigues teniendo la oportunidad de mejorar tu vida. ¿Qué más se puede pedir?. No me lo digas! Que te toque la lotería, cobrar más, trabajar menos, que sea viernes, que…Déjate de excusas y espabila. Agradece al lunes todo lo que te da; deja de quejarte de cómo te trata la vida y piensa en cómo la tratas tú a ella.

Ya sé que eso de quejarse de vez en cuando no viene mal pero, en su justa medida. Que lo poco gusta y lo mucho cansa ( o algo así).

¿Qué plantas los lunes? ¿Quejas?, ¿Pereza?, ¿Mosqueo?, Pues no esperes recoger otra cosa del lunes. Pero vamos, ni del lunes ni del viernes.  Las personas que odian algún día de la semana seguramente es porque odian alguna parte de su vida y eso es tratar mal a la vida.  Sustituye la queja por petición y concédete el deseo de cambiar.

Mis objetivos para esta semana; quejarme poco, trabajar bastante y reír mucho más. Anda, no te hagas el remolón o remolona y cuéntame los tuyos.

Pues nada, que tengas una buena semana y ya sabes, #lallaveerestú#.

Ana no es un monstruo

Noooo, no lo soy. A veces lo parezco pero no lo soy; o, por lo menos no soy un monstruo al uso. Hace poquito  finalizamos un taller en el que trabajamos activamente la magia de la comunicación y como no, mis compañer@s de taller lograron hacer pura  magia con sus exposiciones.

Cuánto le tengo que agradecer a todas las personas que acuden a los talleres que imparto; me enseñan, facilitan y posibilitan que cada día sea más feliz en mi trabajo. Es un placer ver cómo cada uno de ell@s ser supera y lo hace con mucho esfuerzo. Concibo las  formaciones o los talleres como experiencias vivenciales y eso implica esfuerzo, mucho esfuerzo no sólo por mi parte sino (especialmente) por parte de quienes «osan»  venir.

Entre todos generamos en clima más proclive al aprendizaje y entre risa y risa salimos de la zona de confort continuamente. Menudo reto!.

En este último taller he tenido el placer de compartir experiencia con doce personas más; una docena de magos capaces de comunicar desde la cabeza y desde el corazón.

Con los años cada vez me estoy haciendo más forofa del esfuerzo; cuánto se puede conseguir se le echamos un par (de lo que sea) y salimos de la zona de confort con esfuerzo y superación. Cuando se hace, a lo mejor no somos conscientes, pero ya nada es igual, algo ha cambiado y ese algo crecerá si lo seguimos alimentando.

En cada sesión formativa despiertan de su letargo muchas emociones y se mezclan de forma magistral el humor, con el miedo, la incertidumbre, la pasión, la superación, la frustración…Y en mitad de este batiburrillo de emociones Ana puede parecer un monstruo; algo así como una «tocapelotas» que te pincha y te reta hasta que todos tomemos más CONSCIENCIA de nosotros mismos.  Cuando eso ocurre, Ana parece un monstruo porque es la cara visible de un reto personal y profesional y me encanta, para qué nos vamos a engañar.

En este  2020 prometo aprender esforzarme más y más por dar lo mejor de mi en cada minuto compartido porque CREO firmemente en los talleres y en la formación como herramienta básica de crecimiento personal y profesional y porque creo que todos merecemos subir y subir hasta echar una sonrisa «tonta» de esas que se echan cuando has logrado hacer algo que no pensabas que ibas a poder.

Feliz 2020 para tod@s y especialmente para quienes en 2019 han compartido minutos de aprendizaje y superación (que, por suerte han sido much@s) y a todas las personas con las que compartiré el 2020. 2019 GRACIAS; 2020 BIENVENIDO.

Por cierto, espero que ahora que han pasado las fiestas y su exaltación de las emociones y los propósitos sigas deseando lo mejor tanto para ti como para muchas personas que te rodean; ahora es cuando hay que demostrar que estamos dispuestos a ser cada día más felices y, por lo tanto, evolucionar como personas y profesionales.

No hay excusa que valga porque #lallaveerestú#

 

¿Dónde están l@s tóxic@s?

Deben de ser much@s y/o muy ruidos@s. A lo mejor simplemente es que se han puesto de moda. La cuestión es que en los últimos meses no paro de escuchar y leer titulares en los que se habla de personas tóxicas; «Aléjate de ellas», «Te chupan la sangre», «No te merecen», «Se aprovechan de ti», ´»Están amargadas», «No te dejan vivir en paz», «Te manipulan», etc.

Vaya percal, no? El tema no tiene muy buena pinta. Están en nuestras familias, en nuestros trabajo, en el vecindario e incluso en Internet. Todo el mundo parece tener alguna o algunas personas tóxicas en su entorno personal o profesional y, por lo que cuentan, es lo peor. Nos persiguen. No hay ser humano que no conozca a alguna persona tóxica pero nadie se reconoce como tal. ¿Dónde están?, ¿Quiénes son?.

Esto me recuerda cuando mi hijo Jon tenía 4 años y llevaba un parche corrector en uno de sus ojitos. Después de cuatro horas debía quitárselo. Un día le pregunté si se acordaba de quitárselo y cómo lo hacía. El me contó que iba a donde estaba su profesora y le preguntaba si llevaba el parche; si la profesora le decía que si, se lo quitaba. Me hizo mucha gracia comprobar como  no era consciente de si llevaba o no el parche; seguramente porque ya se había acostumbrado a llevar un ojo tapado y no recordaba que sólo veía por el otro.  Pues algo así nos debe de pasar a los adultos con la toxicidad; todos tenemos claro quiénes son las  personas tóxicas de nuestro entorno pero poco vemos o queremos ver de nosotros mismos.

 

Máscara, Máscara De Gas, Tóxico

La cuestión es que, por estadística, hay personas tóxicas o que en ocasiones se comportan como tal que no se han dado cuenta de que lo son porque, sino, ¿Dónde están todas esas personas de las que se habla?. El compañero de trabajo que malmete, el familiar que todo lo ve negativo, la pareja que nos manipula, el jefe que sólo ve los errores ajenos, la amiga que te pone la cabeza como un bombo, el vecino que…

Estas personas van vestidas de colores y no echan humo (por lo menos, aparentemente) y, unas más que otras, incluso son amables, inteligentes, organizadas, responsables, cariñosas, detallistas, diligentes e incluso guapas. ¡Qué barbaridad! ¿Cómo pueden ser tóxicas y todo eso a la vez?.

Después de muchos meses dándole vuelta al tema y procurando observar más atentamente a estas peculiares criaturas he de reconocer que he descubierto algo escalofriante. He observado a much@s profesionales, a muchas amistades, a muchos conocidos y a much@s desconocidos. También me he observado y escuchado a mi misma.  LO RECONOZCO; en algunas ocasiones me comporto como una persona tóxica conmigo misma y con mi entorno.  No creo ser una persona tóxica pero a veces tengo esos pensamientos, actitudes y comportamientos. Y lo hago cuando me descontrolo emocionalmente, cuando algo me duele, cuando me siento atacada y vulnerable, cuando…

Desde este humilde rincón me gustaría hacer un llamamiento para que por un lado nos quitemos el parche de una vez y reconozcamos (lo que debamos hacerlo) que a veces, somos o podemos ser tóxicos. Eso no nos hace malas personas; sólo nos hace más fuerte porque el hecho de reconocer algo es el primer paso para mejorarlo. Las personas tóxicas «con certificado acreditativo» son una minoría con estados y situaciones complejas. El resto, somos seres humanos en constante evolución que se equivocan, caen, se levantan e incluso son amables.

La próxima vez que hablemos de personas tóxicas tengamos la delicadeza  de tener empatía con ellas (porque son personas que no son felices) y asegurémonos de no ser nosotros los que en bocas ajenas estemos como «personas tóxicas». Va a ser que algun@s se lleven una sorpresa porque sino, las cuentas no me salen.

Si ves a una persona tóxica no hace falta que huyas, simplemente trata de empatizar sin contagiarte de su estado (ya sabes, #lallaveerestú#)  y (en la medida de tus posibilidades) échale una mano. Si ves que eso, en este momento, no es lo que quieres o puedes  aléjate pero no la etiquetes porque, si nos ponemos a etiquetar, hay etiquetas para todos.

Buena semana para tod@s.

#lallaveerestú#.